Granada. Palacio de Dar Al-Horra.

vista exterior del Palacio de Dar Al-Horra 

Situado en la ciudad de Granada, el Palacio de Dar Al-Horra es quizá uno de los edificios más desconocidos de la ciudad, a pesar de conservar entre sus muros una fascinante historia y cabalgar siempre entre dos mundos, el islámico y el cristiano. Se reformó en el siglo XIV sobre un anterior palacio zirí del siglo XI, habiendo sido también la primera residencia del fundador de la dinastía nazarí, Muhammad I, antes de trasladarse instaurando el reino nazarí en el monte de la Sabika.

Este Palacio de Dar Al-Horra ha compartido su devenir entre el uso residencial durante las épocas zirí y nazarí así como el carácter cristiano que después le otorgaron los llamados reyes católicos. Su ubicación en lo alto de la Al-Casba Cadima o Alcazaba Vieja se debe a que el núcleo inicial de la Granada musulmana se situaba en el barrio del Albayzín, encontrándose junto a los lienzos de la muralla zirí de este barrio fortificado. 

Como se ha dicho, fue reformado sobre restos del antiguo Palacio Real del rey zirí Badis Ibn Habús, una parte de cuyos cimientos de dura argamasa pueden verse en el callejón exterior, en la base del muro norte junto al Arco de las Monjas. Su ubicación abarca en 360 grados todos los caminos que llegaban a Granada, principalmente desde la zona norte, donde el actual Guadix, Wadi As, era considerada la antesala de la capital nazarí y uno de los caminos por los que se llegaba desde el famoso puerto de Almería y desde la costa granadina.

mirador en el Palacio de Dar Al-Horra

En el año 1066, apareció asesinado en este palacio el célebre visir judío Yusuf Ibn Nagrela, cuyo padre había sido general del citado rey zirí luchando durante dos décadas contra las taifas de SevillaMálagaAlmería y Carmona. Tras una serie de conspiraciones contra Badis Ibn Habús, una muchedumbre enfurecida asaltó este entonces Palacio Real zirí y Yusuf fue crucificado, seguido de la masacre de unos cuatro mil judíos granadinos.

En época zirí, este palacio se conocía como el Palacio del Gallo del Viento, por una curiosa veleta de un gallo con cabeza de caballo, montado por un caballero armado de lanza y adarga. "Se dice que cuando el viento cambia, también cambia la dirección del caballero señalando al enemigo cristiano", según dejó escrito el poeta e historiador del siglo XIV, Ibn Al-Jatib, pero en ello hay mucho de leyenda pues hasta Washington Irving lo menciona en uno de sus Cuentos de la Alhambra.

Su nombre árabe, Dar Al-Horra, viene a significar Casa de la Honesta, ya que en este palacio habitó la sultana Aixa, primera esposa de Muley Hacén y madre de Boabdil el Desdichado, cuando fue repudiada por su marido refugiándose en esta colina al ser palacio y lugar ajeno a la corte de Alhambra. En este mismo palacio vivió posteriormente el mismo sultán con su favorita Fátima Zoraya, quien fue previamente una esclava cristiana de nombre Isabel de Solís y terminaría cautivando a Muley Hacén, convirtiéndola entonces en su segunda esposa y teniendo descendencia con ella.

pórtico norte y patio central del Palacio

Al observar con detenimiento un aspecto concreto de su arquitectura, la epigrafía, encontramos una curiosa y reveladora inscripción que podría servir no sólo para datar cronológicamente la reforma de esta residencia medieval, sino para establecer su relación con la ciudad palatina de Alhambra. Y es que, los mismos versos concretos que pudieron leerse en la puerta de este palacio podemos encontrarlos en distintos espacios de Alhambra así como en otros edificios de Granada.

Esto puede ser debido a que el sultán Yusuf I, su punto en común, pudo utilizar este poema como sello arquitectónico de su política constructiva y ornamental. Dicha inscripción estaría supuestamente situada en la misma entrada del Palacio de Dar Al-Horra y se tiene conocimiento de ella por el testimonio del padre Juan Velázquez de Echeverría ya que este religioso escribió en el siglo XVIII una obra en la que hace mención a unos versos que leyó en la puerta de este palacio.

De ser cierto su relato, esta inscripción ornamental permitiría situar la reforma llevada a cabo en este Palacio de Dar Al-Horra en época del citado sultán Yusuf I, es decir, en pleno siglo XIV. Se trata de una leyenda que, aun con diversas interpretaciones, los versos nos dicen "¡Oh, mi certidumbre y mi esperanza! Tú eres la confianza, tú eres el protector, ¡Pon buen sello a lo que hago y haz que me arrepienta!.

inscripciones coránicas bajo el alero de la galería baja

Lo podemos leer, de manera reiterada, en el Pabellón de la Victoria, es decir, en el Patio de Machuca, en el Palacio del Mexuar de Alhambra. También en el Patio de los Arrayanes, en el Palacio de Comares. El Palacio del Partal también recoge este poema, cuyos versos pueden leerse en cursiva en el pórtico, y pueden encontrarse también en la llamada Torre de la Cautiva.  Fuera del recinto de Alhambra podemos encontrar la misma inscripción adornando edificios de muy distinto uso, como el Cuarto Real de Santo Domingo, el Alcázar Genil y la Casa de los Girones. 

Tras la conquista de Granada por los después llamados reyes católicos, este palacio fue cedido a su secretario, Hernando de Zafra quien lo convirtió en su residencia. En este lugar se firmaron en el año 1493 diversos acuerdos con la nobleza mudéjar granadina a la que se convenció finalmente para que se fuesen al Magreb. Ese mismo año, Hernando de Zafra intentó instalar entre este edificio y otros adyacentes un convento de monjas dominicas, aunque no lo consiguió.

Más tarde, a partir del siglo XVI, sería un convento franciscano ya que esta residencia palaciega quedó integrada en clausura siendo el primer convento o monasterio de monjas clarisas de Santa Isabel la Real -en el año 1507- hasta su adquisición por parte del Estado ya avanzado el siglo XX. Hasta ahora sigue siendo un modelo áulico de inspiración para el resto de las casas moriscas del Albayzín.

galería superior del Palacio de Dar Al-Horra

El Palacio de Dar Al-Horra sigue la tipología nazarí con dos pisos y un torreón y se organiza en torno a un patio con dos galerías o pórticos en los lados menores, ambas de tres arcos, el central más alto que los laterales. Dichos arcos son de medio punto, peraltados y angrelados, y las columnas que los sustentan son cilíndricas, con capiteles típicamente nazaríes, muy similares a los del Patio de Los Leones de Alhambra. 

El patio es rectangular, de unos 10 m de largo por 8 m de ancho, y nos muestra una pequeña alberca cuadrada en su centro, siendo la orientación de la casa norte-sur. El acceso actual a este palacio se hace a través de la fachada oeste y de un jardín, que sería incorporado en la reforma del siglo XX, pues se sabe que la entrada original del siglo XIV estaría en el lado norte y en forma de recodo, como era habitual de las residencias y casas islámicas.

En el techo de la sala baja, bajo el alero, se conserva un friso de madera con bellas inscripciones coránicas. La galería alta tiene como protagonista el mirador, que es además el elemento más reconocible desde el exterior del palacio. Su techo está constituido por una armadura de par y nudillo y a lo largo de los siglos sufrió varias modificaciones, siendo la más destacable la sustitución de una de sus crujías por una pequeña nave mudéjar, construida como iglesia provisional del monasterio. 

alfarje original del pórtico norte del Palacio de Dar Al-Horra

Puede decirse que gran parte del palacio y de sus decoraciones originales han llegado a nosotros en buen estado de conservación. Las inscripciones labradas en las yeserías del mirador refuerzan el carácter privado de la residencia con palabras y frases de celebración como Bendición, Felicidad, La salud es perpetua o bien La dicha continúa. Desde el mirador, por cierto, también puede verse el castillo de Moclín, que era un importante punto fronterizo -dada la situación de emergencia defensiva tras el avance de los ejércitos cristianos- y el emplazamiento que tenía la antigua Madinat Ilbira.

En el interior, alrededor del patio, hay cuatro alas siendo las más destacables la norte y la sur, por su decoración y altura, estando las laterales este y oeste orientadas seguramente a dependencias menores. Bajo el patio habría un gran aljibe, que se llenaría a través de las conducciones de agua que llegaban a través de la acequia de Aynadamar (proveniente del gran Aljibe del Rey) desde el paraje de Fuentegrande en Alfacar.

La crujía sur se compone de una única sala a la que se accede a través de la triple arcada con columnas de mármol. Dicha sala se subdivide en dos zonas, lo cual se aprecia por el techo. Este lugar era usado por las monjas franciscanas como capilla cristiana que estuvo comunicada con el convento de Santa Isabel la Real. De esta forma, la zona principal de la capilla tiene una armadura a cuatro aguas y la zona usada como altar contiene una armadura ochavada que presenta bellísimas piñas de mocárabes.

armadura ochavada en el altar de la actual capilla

La crujía norte tiene dos plantas. La planta baja tiene una sala principal con alcobas a los lados. En la del lado este encontramos un alfiz con inscripciones. El techo es plano y en este alfarje, apoyado sobre columnas de mármol blanco, encontramos epigrafías y atauriques originales. También encontramos un mirador que tiene su homólogo en la planta superior, con una ventana geminada al frente y dos a los lados, todas coronadas por otras más pequeñas. Salvo la armadura del mirador, el resto está restaurado y pertenece al pasado siglo.

Siguiendo la escalera que hay en la zona nordeste llegamos a la planta superior, donde destaca una galería con arcos ricamente decorados y un excelente estado de conservación. En la puerta de acceso a la sala destacan también sus gorroneras de madera pintada, las taqas en sus jambas con pequeños arcos gallonados y sus alfices, unos con cintas entrelazadas y otro con decoración epigráfica. En esta sala, las ventanas del lado este son las únicas antiguas. 

Continuando la escalera se accede al torreón superior que, aunque completamente restaurado, ofrece una visión excepcional de Alhambra, la Sierra Nevada y Sierra Elvira. Puede decirse que toda la planta alta de este palacio conserva el sabor de las casas musulmanas y disfruta de unas magníficas vistas también sobre el barrio de la Axarea, con su mezquita ya devenida en la iglesia de San Cristóbal y la muralla zirí que aún conserva gran parte de su trazado.

capitel de columna en Dar Al-Horra

Por último hay que destacar el jardín, si bien hemos de entender que esto debía de ser una completa huerta llena de frutales, hortalizas de temporada, limoneros, naranjos e incluso parras que dieran vino. Sin embargo, este espacio que nos ha llegado es reducido, aunque hemos de destacar el resto de acequia original que vemos en la parte este del patio y que enlazaría con el Arco de las Monjas y toda la red de aljibes del barrio del Albayzín y del ramal correspondiente del cual llegaría el agua, además de contar también con un pozo.

El jardín ya sabemos que era uno de los espacios más importantes en las residencias andalusíes. Era un lugar para el deleite y el reposo, pero también servía para el aprovisionamiento de frutas, verduras y plantas para distinto uso (culinario, medicinal u ornamental). Muchas de ellas siguen siendo protagonistas principales en el patio andaluz, como el mirto, el jazmín o el naranjo cuya floración produce un intenso aroma.

En la actualidad, el Palacio de Dar Al-Horra acoge una exposición permanente, organizada por la Fundación El Legado andalusí, bajo el título La ciencia en Al-Ándalus. Presenta el avance científico, que gracias a los estudiosos árabes trascendió desde las culturas antiguas hasta la Europa Medieval y gracias a una labor de conjunto entre los eruditos andalusíes.

vista del jardín del Palacio de Dar Al-Horra

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