Almería

vista nocturna de la alcazaba de Almería

Almería,  المرية o Al-Mariyyat, ciudad y capital de la provincia homónima en la región de Andalucía, está situada en el extremo sureste de la península y la rodean, por el oeste la sierra de Gádor, por el norte la sierra Alhamilla y por el este el valle y delta del río Andarax y, más allá, una llanura que culmina en la sierra del cabo de Gata. Al sur, su puerto y litoral se abren a una amplia bahía sobre el mar Mediterráneo.

Las primeras noticias sobre la presencia musulmana en este lugar se remontan al siglo VIII, cuando el emir omeya Abd Al-Rahmán I el Emigrado encomendó la vigilancia de la costa al clan yemení de los Abencerrajes para impedir el desembarco de los normandos. En colaboración con la población autóctona se fundó el núcleo de población con el nombre de Bayyana, la actual localidad de Pechina en las orillas del río Andarax, siendo capital de su qura, que se engrandeció y llegó a convertirse en una auténtica república marítima a pesar de encontrarse a unos 8 km de la costa. 

La actual ciudad de Almería nacería como barrio marítimo o puerto de aquella población que se dedicaba a la agricultura, la fabricación e industria de seda y al tráfico de esclavos. Esas actividades comerciales debían tener salida marítima, por lo que el actual puerto recibió el nombre de Al-Mariyyat Bayyana, es decir, la atalaya de Pechina, ya que se trataba en efecto de una torre vigía construida por orden cordobesa en un lugar dominado antes por otras urbes como la íbera Urci o la romana Portus Magnus en una ventajosa posición en el centro de la bahía y bajo el actual cerro de la alcazaba. 

esquina de la Alcazaba de Almería

Tras vencer a rebeldes mozárabes y repeler un ataque del califato fatimí contra Bayyana, el primer califa cordobés Abd Al-Rahmán III dispuso trasladar la capital de la qura a este enclave portuario, dando el título de ciudad a Al-Mariyyat en el año 955 y ordenando construir su muralla y la alcazaba, desempeñando un papel fundamental durante el califato, llegando a ser el puerto más importante y cosmopolita del Al-Ándalus omeya, base de su flota y puerta a Oriente, al norte de África y salida al Atlántico para frenar el avance normando. 

Durante esta época, Almería se consagró como ciudad de planta califal con tres barrios diferenciados: un núcleo central amurallado llamado La Medina o Al-Madinat, donde se concentraban edificios como la mezquita aljama, la alcaicería, las atarazanas y el zoco; y dos barrios periféricos, el de la Musalla y el barrio del Aljibe. En los días de fiesta, la llamada Musará (actual plaza de la Constitución) se transformaba en un gran coso donde se llevaban a cabo juegos de cañas, caballos o desfiles militares. 

Bayyana, la actual Pechina, también había sido muy rica espiritualmente siendo la cuna del más importante sufismo ibérico. Hasta ella habían emigrado los últimos discípulos del sufí cordobés Ibn Massarra. Así, el almeriense Ibn Al Arif fundó la escuela en Bayyana por la que discurrieron Ismail Al-Rouayni de Córdoba, Abu Madyan y probablemente el más grande místico sufí de Al-Ándalus, el murciano Ibn Arabi, pero la nueva medina califal fue creciendo en importancia y llegó a eclipsar a la ciudad de Bayyana, que poco a poco se fue despoblando a medida que Al-Mariyyat iba expandiéndose. 

Alcazaba y puerto de Almería

No tardó en conocérsela como Puerta del Mediterráneo al mantener relaciones comerciales con todos sus puntos. El cargo de almirante de la flota naval, que residía en Almería, era de facto el segundo poder en la ciudad y tenía a su disposición un número aproximado de trescientas naves que fondeaban en el puerto. También se incorporó una flota de barcazas, llamadas ayfan, destinadas a facilitar el embarque y desembarco. Ibn Maymun fue el más grande de los almirantes almerienses y Almanzor lo envenenó, quizá envidioso del poder que acumulaba. Gracias a su comercio, y después de Córdoba capital, Almería llegó a ser la ciudad más influyente y próspera del califato y una de las más ricas de todo el orbe islámico.

La seda era el producto almeriense más exportado y sus telas tenían fama de excelente calidad y gran variedad de tejidos, elaboradas en sus más de quinientos telares. También desde su puerto se exportaban de forma continua estelas funerarias labradas en mármol de Macael. Con la explotación de las canteras en la sierra de los Filabres, Almería se convirtió en una región rica en el comercio y explotación del mármol, empleado como material de lujo, revistiendo los pavimentos y zócalos de los edificios más significativos de Al-Ándalus. 

Las salas de recepción del llamado Salón rico y otras viviendas de Madinat Al-Zahra, el mihrab de la mezquita de Córdoba o numerosos palacios de la Granada nazarí, especialmente en la Alhambra, se beneficiaron de este mármol. A comienzos del siglo XI se documentan columnas, capiteles, fuentes, pilas, brocales de pozos y una profusa elaboración de lápidas, estelas y macabrillas funerarias localizadas en las necrópolis almerienses. Tanto ciudades como palacios fueron receptores de elementos de mármol blanco almeriense y se conoce incluso una estela funeraria, esculpida en Almería, para un soberano de Malí. También una pila de mármol en la ciudad de Fez, que se instaló en la Madraza de Al-Misbahiya.

mármol de Macael en el Patio de Los Leones, Alhambra

En el zoco de Almería, los comerciantes y artesanos abrían sus tiendas en la calle y ofrecían productos elaborados por ellos mismos o traídos de otras partes a través del mar. La producción de cerámica también estaba muy extendida, llegando hasta hoy incluso aquella tradición y forma de construir los hornos. Se emplearon en cerámica técnicas muy variadas y algunas de ellas permitían una sofisticada decoración. Dentro del zoco, las mercancías más valiosas se guardaban en la llamada Qaysariyya o Alcaicería, siendo la calle donde se situaba el comercio de lujo y se vendían joyas, finas sedas, piezas de orfebrería, brocados, etc, quedando situada entre la mezquita aljama y las atarazanas. 

Con la desintegración del califato tras la muerte del califa Hishám II, sin duda, la ciudad de Al-Mariyyat alcanzó su máximo esplendor económico y social durante los reinos de taifas que se sucederían en el siglo XI. El primer rey de la taifa de Almería, Jayrán Al-Amirí, más conocido como Jairán, comenzó su reinado en el año 1014 y hay que señalar que pertenecía a la dinastía amirí y que había sido un oficial importante en el ejército de Almanzor antes de gobernar esta tierra. 

Entre sus logros destacan sobremanera la ampliación y refuerzo de la alcazaba, así como el hecho de que tanto la muralla como los aljibes son conocidos con el complemento de Jairán. Amplió sus dominios tras varias luchas externas, anexionando zonas de los reinos de Murcia, Orihuela y Jaén. Cercó también el arrabal de la Musalla bajando la muralla desde la misma alcazaba hasta La Hoya y desde el cerro hasta la misma orilla del mar, al sur. Fraguó también eventuales alianzas tanto con el rey de la taifa de Zaragoza como con el conde de Barcelona.

tramo de las murallas de Jairán

Bajo el reinado de su sucesor, el rey Zuhair, la taifa almeriense se extendió aún más abarcando la región de Murcia, Jaén, zonas de Granada y Toledo e incluso incorporó la antigua capital del califato, Córdoba. Zuhair amplió la mezquita aljama de la ciudad de Almería e intervino en el desarrollo de la muralla para acoger la expansión del arrabal de la Musalla u Oratorio, al este. También se amplió el arrabal menor de Al-Hawd o del Aljibe, al oeste. Este último estaba densamente poblado y por su proximidad al puerto estaba provisto de numerosas posadas, baños y telares.

En el arrabal del Aljibe, uno de los espacios más antiguos, vivían mayormente los mozárabes, mientras que la Judería se localizaba en los alrededores de la actual plaza de la Administración Vieja. En cualquier caso, las tres culturas convivieron durante años pacíficamente. Existían vías principales de anchura mínima (no excediendo de 3 m) y en ellas se injertaban calles secundarias, más estrechas y sinuosas, que a su vez se dividían en una ramificación de callejones en recodo y muchos sin salida, como el que se abría en la calle de Santa María, apenas quedando espacio para las plazas.

En cuanto a la Musalla o arrabal de levante era el más extenso y albergaba el oratorio y el cementerio primitivo, de ahí su nombre. Contenía las alamedas de recreo y abundantes almunias, que hacían sentirse a sus propietarios unos privilegiados al contar con las ventajas de la vida en el campo y la protección de las murallas. Por su parte, las atarazanas, situadas por la zona de la actual calle Atarazanas, ocupaban un buen espacio en el extremo suroriental de la medina y multitud de barrios la rodeaban, cada uno con su pequeña mezquita como es el caso de la actual ermita de San Antón.

actual ermita de San Antón, antigua mezquita

En el año 1038, bajo el único año de reinado de Abu Bakr Al-Ramimi, esta taifa fue conquistada por el rey taifa de Valencia que a su vez era nieto de Almanzor, quien nombró un gobernador para la ciudad de Almería que se independizó en 1041 como nuevo emir o rey de la taifa almeriense, de la dinastía de los Banu Sumádih o los sumadihitas, los mismos que reinaban en la ciudad de Zaragoza por lo que esta taifa almeriense quedó subordinada a la facción zaragozana.

Durante el reinado de Al-Mu'tasim (años 1051-1091) que fue conocido como Al-Mu'tasim bi Allah o El protegido de Allah, la ciudad de Almería alcanzaría todo un emporio comercial y cultural. Al-Mu'tasim o Almotacín, quien nació y murió en Almería subiendo al trono con 14 años bajo la regencia de Abu Utba, pertenecía también a la dinastía de los sumadihitas y a la tribu de los tuyibíes de la taifa de Zaragoza. Es conocido en la historia andalusí como un rey destacado como poeta y que no sólo supo mantener el poderío económico de Almería sino que, a su vez, ilustraba su corte con literatos, matemáticos y otros científicos. 

La prosperidad de la ciudad durante su reinado se basó también en el comercio de la seda, con los ya miles de telares cuyas producciones servirían de inspiración para las ciudades italianas de Pisa y Florencia. La actividad económica fue a su vez muy variada y Almería contaba con astilleros, fábricas de mosaicos, fundiciones y metalurgias en las que se fabricaban objetos de cobre, alfarerías, factorías de sal e incluso una industria de conservas de frutas cuyos productos llegarían a Túnez y Egipto.

Alcazaba de Almería vista desde el Mediterráneo

La ciudad de Almería entonces también gozaría, en las cuatro décadas de su reinado, de una época de paz y tranquilidad en la que se construyeron numerosas fuentes, pozos, norias, acequias y se levantaron palacios. Se introdujeron también avances en los sistemas de regadío, mientras en la ciudad florecían los baños y las mezquitas y efervescía en el puerto el comercio de la seda, del aceite, del mármol y de la uva. Buena prueba de todo ello nos dejó la obra del geógrafo y viajero Al-Idrisi, escrita un siglo después.

Como se dijo anteriormente, toda esta riqueza se acompañó de un gran florecimiento literario y cultural, ya que Almotacín procuró desde el principio rodearse en la corte de intelectuales, tanto musulmanes como judíos. Sabemos de la presencia de literatos y poetas, como su sierva Gayalmana; médicos e historiadores como Abilfayad y Abd Ibn Modair, maestros como Al-Zafadí y geógrafos como Al-Udri o Al-Bekrí, pagando a todos ellos sus pensiones en plata.

Es curioso que la bandera de la taifa de Almería haya sido identificada como la primera bandera de Andalucía y una de las primeras de Europa. Se componía de dos franjas verdes transversales y una blanca entre ellas. Esta bandera fue la precursora de las muchas verdiblancas que aparecieron posteriormente en los reinos del sur de Al-Ándalus, como la del reino nazarí de Granada que, a pesar de que su bandera principal en la Alhambra era roja, tenía diversas banderas verdiblancas para otras localidades de su reino.

arcos y patio de las abluciones, actual cuartel de la Misericordia

Cuando Abu Asbag Ibn Argam, un poeta y literato de Guadix que servía al visir del rey Al-Mu'tasim, vio la bandera blanca y verde en lo alto de la Alcazaba de Almería dejó escrito el siguiente poema "Una verde bandera que se ha hecho de la aurora blanca un cinturón, despliega sobre ti un ala de delicia, que ella te asegure la felicidad al concederte un espíritu triunfante". A pesar de etapas tan gloriosas, la taifa no pudo hacer apenas frente al imperio almorávide en el año 1091 a la vez que seguía siendo muy codiciada por los reinos cristianos. 

El último rey de la taifa sumadihita de Almería, tras una década resistiéndose al nuevo imperio, tuvo que huir al norte de África, siendo acogido por el bereber hamadita Al-Mansur en el año 1102 quien le entregó el gobierno magrebí de Dellys, en Argelia. De la época almorávide, Al-Idrisi nos cuenta "Almería en la época almorávide era la ciudad de Al-Ándalus, se fabricaban las piezas más maravillosas de la industria artesanal. Contaba con ochocientos telares y su puerto era frecuentado por embarcaciones de Alejandría y Siria y no había en toda Al-Ándalus población más rica ni más dada al comercio, como tampoco más inclinada a sacar beneficio del libre comercio y de las reservas almacenadas". 

Almería competía entonces abiertamente con el comercio cristiano, fundamentalmente el genovés y el catalán. De esta forma, las tropas aragonesas, catalanas y genovesas, por motivos económicos, y el rey Alfonso VII de Castilla, por motivos políticos, aprovecharon las debilidades del imperio almorávide y organizaron la conquista de esta ciudad que tuvo lugar en el año 1147 -marcando el fin del imperio almorávide-, y Almería permaneció bajo control cristiano hasta que los almohades la recuperaron una década después. 

El cabo de Gata en Almería

Esta breve ocupación cristiana de diez años supuso para Almería el truncamiento definitivo de su esplendor militar y comercial ya que fueron años de saqueo y destrucción y su emporio comercial jamás se recuperó. Al-Idrisi dejó escrito al respecto "Almería en la época en que escribimos nuestra obra ha caído en manos de los cristianos, quienes han hecho desaparecer sus encantos; sus habitantes han sido reducidos a la esclavitud; los edificios públicos han sido destruidos y ya nada subsiste de todo aquello". Bajo el imperio almohade se llevaron a cabo numerosas reconstrucciones pero, aún así, se agravó aún más la situación de precariedad con la sequía iniciada en el año 1227, que desestabilizó gravemente la agricultura y comercio almeriense. 

Poco después el gobernador del reino de Granada, Abbu Al-Abbas, intentó reconducir la situación de sequía y calamidad de esta zona pero sin demasiado éxito. Y es que, la ciudad de Almería pasó a formar parte del reino nazarí prácticamente desde sus orígenes cuando el primer emir granadino, Muhammad I y más conocido como Alhamar, tras diversos intentos, se apodera por la fuerza de la ciudad en el año 1246 que hasta ese momento estaba en manos de un caudillo llamado Ibn Al-Ramimí, quien se refugió en Túnez tras su derrota. La dinastía nazarí logra consolidarse excluyendo a la oligarquía anterior y creando un sistema clientelar propio.

Entre la alta sociedad nazarí de la ciudad de Almería existía una exigua minoría formada por comerciantes y miembros de la menguada oligarquía local, destacando Hamet Al-Rasbaida, último comerciante de una generación de mercaderes, muy nombrado por las fuentes, que comerciaban con Valencia. Durante los años en los que Almería formó parte del reino nazarí siguió siendo un enclave portuario importante para transacciones comerciales, junto con el de Málaga y Motril, pero esta ciudad nunca volvió a tener la relevancia y economía que tuvo anteriormente en época califal y reinos de taifas. 

viñas en los campos de Almería

La ciudad no contaba con grandes palacetes para albergar a la nueva oligarquía nazarí, pues las personas destacadas disponían habitualmente de varias pequeñas casas juntas. Esta oligarquía se distribuyó preferentemente por la zona de poniente de la medina, por la actual calle Real del Mar. En general, el resto de las casas eran pequeñas a pesar del espacio libre disponible, construidas con mampostería y sobre todo con ladrillo y suelos de cerámica en sustitución de los de mortero, prescindiendo de la alberca en el patio. El arrabal occidental Al-Hawd o el Aljibe, tan populoso en anteriores etapas andalusíes, se encontraba ya despoblado según relató Al-Umari en esta época. 

Durante el reinado nazarí, por otra parte, el viñedo en Almería estaba muy extendido, tanto en regadío como en secano. Se producía uva y vino, aunque también era importante la elaboración de uvas pasas. Cuando la viña se plantaba en secano, aparecía asociada al olivo o la higuera. Entre los árboles frutales destacaban los perales, manzanos, membrillos, ciruelos, cerezos, etc. Entre la producción de secano se podía encontrar trigo, cebada, centeno, mijo o panizo en los campos. Se sembraban también leguminosas, alubias, habas y garbanzos. 

Como una constante seguía apareciendo también el cultivo de morales para la cría de gusanos de seda así como olivos para la producción de aceite. También se les prestó una especial atención a las plantas aromáticas, plantas medicinales y a los colorantes usados con fines culinarios como el azafrán, o industriales, alheña. Aunque estas tierras, durante el período nazarí, podría decirse que estaban cubiertas principalmente por olivares y viñedos como ya se ha dicho.

Torre de los Espejos mirando al mar Mediterráneo

El reino de Aragón, aprovechando las hostilidades entre Granada y Marruecos, y con la intención de evitar las incursiones corsarias de la ciudad contra las costas aragonesas como las expediciones de los años 1304 y 1307, se preparaba para tomar Almería. De este modo se preparó un cruzada en una triple coalición, empresa que fue presidida por unas reliquias de San Indalecio y cuyos preparativos duraron casi dos años. En el 1309 según las crónicas, el rey cristiano Jaime II de Aragón asedió la ciudad de Al-Mariyyat durante más de nueve meses pero sólo consiguió un acuerdo con el entonces reino nazarí de Granada.

Durante esos meses, el rey Jaime II sometió a un duro asedio a la ciudad. Este hecho histórico se conoce en detalle gracias a autores árabes que recogieron la narración de los hechos, como Ibn Játima, testigo de los sucesos. Las tropas llegaron en agosto, embarcadas en trescientos navíos pequeños y grandes de guerra y comerciales. A modo de prevención, el gobernador de Almería, Ibn Madyan, ordenó destruir las construcciones demasiado próximas a las murallas y tapiar las puertas de la ciudad. Los asediadores construyeron once catapultas para lanzar grandes bolaños -bolas de piedra de unos 300 kilos- contra la ciudad y su Alcazaba. Mientras, el ejército nazarí contratacaba desde la fortaleza de Marchena.

El ejército atacante se retiró a finales de enero del año 1310, no sin antes saquear los campos de Dalías, Tabernas y Níjar. La pobreza fue creciendo, acompañada por la crisis de subsistencias de 1329 o enfermedades como la importante epidemia de peste que asoló a la población en 1349. A esto hay que sumar la elevación de los impuestos para comprar la paz con Castilla y este conjunto de penurias provocaron el refugio de los granadinos en la espiritualidad del islam. En Almería se multiplicaban las pequeñas mezquitas en barrios o en encrucijadas de caminos y, como en Málaga, se generalizaron las rawdas o simples recintos funerarios, pero con una estructura sencilla, con muros bajos y escasa cimentación de planta cuadrangular.

almenas en las murallas de Almería

Bajo el reinado del sultán nazarí Yusuf I las defensas fronterizas se refuerzan; entre los años 1347 y 1348 fue el propio sultán granadino quien visitó las poblaciones y fortalezas de la zona oriental del reino, incluyendo Almería, inspeccionando las obras e infundiendo ánimos. Mientras, los alcaides de las fortalezas se granjeaban la gratitud de los pretendientes al trono de Granada con su apoyo, por lo que frecuentemente participaban en las disputas dinásticas. En este contexto, el sultán Muhammad V fue destronado en el año 1359 y Almería se opondrá a su vuelta como uno de los principales focos en su contra.

La alcazaba de esta ciudad fue empleada, al igual que otras fortalezas costeras como Almuñecar o Salobreña, como el presidio de distintos miembros de la familia real opuestos al sultán, pero también como núcleo de revancha militar. De este modo, durante el último siglo del reino nazarí, Almería volvió a participar en las continuas luchas internas que sucedieron tras la caída del sultán Muhammad IX, quien utilizó la alcazaba de esta ciudad en el año 1429 como base de operaciones para expulsar a su rival del trono. Años después, al final de la etapa nazarí, se formarían dos bandos contrarios disputándose el trono de Granada.

En el primer bando, el sultán Muley Hacén y su hermano Ibn Sad, mayormente conocido como El Zagal, estaban unidos al infante de Almería, Ibn Salín, y su hijo Sidi Yahya Al-Nayar -todos con lazos familiares-. En el otro bando nazarí, el hijo del sultán que sería conocido como Boabdil Al-Zughbí o el Desdichado, quien era ayudado mayormente por la familia de los Abencerrajes. Los después llamados reyes católicos, con el fin de debilitar aún más al reino granadino para facilitar su posible conquista, protegieron a este último ya que era el bando más débil.

vista de la separación de recintos en la Alcazaba de Almería

Boabdil, tras ver rechazadas varias veces sus aspiraciones al trono debido al poder militar de su tío El Zagal, se verá obligado a retirarse en repetidas ocasiones a Almería, donde contaba con apoyos. Finalmente, los alcaides de Los Velez le ayudarán para hacerse con el trono, mientras El Zagal intenta defender inútilmente la zona malagueña. Perdida la parte occidental del reino, El Zagal tiene que hacer frente al ataque de la zona almeriense, en cuya capital se refugia y promete a los antes citados Al-Nayar importantes gratificaciones a cambio de intrigar en secreto con la élite urbana para conseguir la capitulación de Almería, Baza y Guadix.

Así, a finales del siglo XV, el capitán general cristiano Andrés de Guardiola recorría las inmediaciones de la frontera granadina para vigilar una posible invasión musulmana así como para aprovechar cualquier debilidad y atacar aprovechando las guerras internas de Granada. En el año 1487 atacó esta ciudad y venció a los musulmanes, apresando al capitán Maliq Alabiz, alcalde nazarí de Almería. Finalmente, tras diversas intromisiones en la zona por parte de la corona de Castilla, en el año 1489 todo el territorio almeriense se sometió a la capitulación ante los llamados reyes católicos, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón.

La toma efectiva de las plazas se dilataría en algunos casos, pero cuando en 1490 Boabdil levanta a las poblaciones de La Alpujarra, los reyes católicos, ante el peligro que supone, ordenan evacuar a la mayor parte de la población musulmana de las ciudades y grandes fortificaciones de la provincia almeriense. Entonces comenzó el éxodo y la violencia de imposición cultural y extorsión económica de un pequeño número de conquistadores sobre la población a la que amparaban tolerantes acuerdos. Desde Siria, el poeta ciego Ibn Yabir escribiría con amarga nostalgia "¡Qué lejos ya nuestra vida en Almería! Sus queridos recuerdos están escritos en oro. Aquellas noches fueron para nosotros un regalo, pero luego el destino nos lo arrebató".

bóvedas del aljibe en el segundo recinto de la Alcazaba

Posteriormente, la población de Almería quedaría gravemente diezmada por terremotos, plagas y sucesivas incursiones de los piratas. En el año 1522, concretamente, se produjo en la zona un nuevo terremoto que volvió a provocar grandes destrozos y, debido a esto, su barrio de la Judería y las zonas enclavadas entre la Alcazaba, la mezquita aljama, el puerto y la rambla de La Chanca quedaron prácticamente destruidas. Por si fuera poco, se produjo la sublevación de los moriscos en Las Alpujarras en el año 1567, durante el reinado de Felipe II, bisnieto de los reyes católicos

En esta rebelión, la abundante y mayoritaria población morisca del reino de Granada protestaba contra la sanción Real que limitaba sus libertades culturales, lo que conllevaba la prohibición de todos los elementos distintivos de los moriscos como eran la lengua árabe, los vestidos, los baños, las ceremonias de culto, los ritos que las acompañaban, las zambras, etc. La matanza de los moriscos y su expulsión definitiva de la península fueron duros golpes que sometieron a la provincia de Almería en la época más oscura de su historia, el siglo XVII. 

Los moriscos sobrevivientes tuvieron que marchar de estas tierras, siendo los mismos que habían enseñado a los cristianos el cultivo del moral, el tejido de la seda, las técnicas de regadío y la carpintería, entre otros. Quedó todo el territorio almeriense desértico desde Níjar a Mojácar y la población de la capital de Almería se redujo a unos siete mil habitantes. Los intentos de repoblación que se llevaron a cabo fueron inútiles y los ataques piratas berberiscos e ingleses mantuvieron a la zona ensombrecida durante los siguientes cien años.

desierto de Tabernas en Almería

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