vista parcial de la Alcazaba de Málaga |
Málaga, la ciudad costera más grande y poblada de la actual Andalucía, es capital de la provincia homónima y está situada en el extremo oeste del mar Mediterráneo en la llamada Costa del Sol y a unos 100 km al este del Estrecho de Gibraltar. Su término municipal se extiende sobre los montes de Málaga y el valle del Guadalhorce. La ciudad está situada en el centro de una bahía rodeada de sistemas montañosos y dos ríos, el Guadalmedina (en árabe, río de la ciudad) y el Guadalhorce (en árabe, río de los silenciosos) la atraviesan desembocando en el mar.
La ciudad de Málaga fue fundada por los fenicios en el siglo VIII a. C, lo que la convierte en una de las ciudades más antiguas de Europa. Con el paso de los siglos, fue una próspera medina en época andalusí y es que tras la conquista árabe de la ciudad en el año 743 realizada por el hijo de Muza, Abd al-Aziz, Mālaqa -en árabe مالقة- se convirtió en una ciudad realmente floreciente estando rodeada por un recinto amurallado junto al que se asentaban los barrios de comerciantes genoveses y las juderías.
El proceso de islamización en la península, que se produce durante los siglos VIII y IX, impulsado por la dinastía de los omeyas, se va a enfrentar con la resistencia de los grupos tribales así como de los herederos de la aristocracia visigoda. La rebelión más importante contra el emirato omeya será la que protagonicen, a finales del siglo IX y principios del siglo X, Omar Ibn Hafsún y sus hijos cuyo centro se situó en la provincia de Málaga, concretamente en Bobastro.
subida al llamado Arco del Cristo en Alcazaba de Málaga |
Esta revuelta supuso el último intento de mantener los privilegios de tipo feudal por parte de la aristocracia hispano-goda, que se vio fracasada al carecer de base social que la sustentara ante el progreso de islamización en el conjunto de la población. Con la sumisión de Bobastro ante las fuerzas del emir Abd Al-Rahmán III se profundiza el sistema islámico con la proliferación de alquerías en el mundo rural, así como la agricultura intensiva con base en el regadío.
Durante el emirato de Córdoba, en definitiva, la vida en la ciudad de Málaga se traduce como una etapa de paz y un nuevo esquema de población. En la llamada Plaza de Armas, en el interior de la Alcazaba, gracias a estudios arqueológicos se pueden apreciar vestigios de una primitiva mezquita aljama de este período emiral correspondiente al siglo VIII. El califato de Córdoba brillaría con prosperidad también en esta zona hasta el año 976 en el que muere el califa Al-Hakén II y sube al trono su hijo menor de edad, conocido como Hisham II.
En el gobierno de Hisham II, como éste era todavía niño, el verdadero protagonismo lo tuvo su hayib o primer ministro conocido como Almanzor, siendo éste un genio militar que mantuvo en jaque a los reinos cristianos del norte. Almanzor fallece en el año 1002, tras una época de riqueza económica y esplendor, y entonces se suceden más de dos décadas de problemas sucesorios sin poder asegurar el orden y el progreso que antes consiguieron Abd Al-Rahmán III y su hijo Al-Hakén II. La crisis política que entonces se desarrolla da lugar al fraccionamiento en los reinos de taifas.
vista de muralla y torres de Alcazaba |
Así, en el año 1026 el bereber Yahya Al-Mu'tali de la dinastía hammudí, quien fue el noveno califa de Córdoba y tercero y último de su dinastía, tras ser expulsado del trono cordobés unió bajo su mandato la qura de Málaga y la qura de Algeciras. Al-Mu'tali contó siempre con el apoyo de los ziríes de la taifa de Granada y se adjudicó el título de califa que, a partir de entonces, utilizaron los reyes taifas malagueños exclusivamente, aunque su reinado en Málaga se caracterizó principalmente por enfrentamientos con los reyes abadíes de Sevilla.
El rey bereber de la taifa zirí de Granada, Badis Ibn Habús, terminó conquistando esta ciudad en el año 1057, siendo quien a su vez ordenó la construcción de la Alcazaba de Málaga. La alcazaba se considera de construcción hammudí ya que fue posteriormente capital de este reino de taifas, porque tan sólo fue gobernada durante diecisiete años por un rey dependiente de la taifa zirí de Granada. Poco después, la ciudad de Málaga viviría otros dos efímeros reinos (dinastías Hassun y Zannun) hasta el siglo XIII.
Málaga fue capital, por tanto, de su propio reino independiente cuatro veces (califato hammudí y reinado zirí, hassun y zannun) y hoy quedan trazas de todo ello en el centro histórico y en dos de sus principales monumentos: la Alcazaba (de construcción principalmente hammudí) y el castillo de Gibralfaro (principalmente nazarí). A los pies de Gibralfaro se encuentra la Alcazaba como significativa fortificación palaciega y Málaga, principalmente durante el período hammudí, se convirtió en una ciudad en expansión, coronándose con su recinto amurallado que estaba provisto de cinco grandes puertas.
vista nocturna de la muralla en Alcazaba de Málaga |
Junto al recinto amurallado se asentaban los barrios de comerciantes genoveses y las juderías, de forma independiente del resto de la medina. Precisamente en el barrio de la judería vivió uno de sus hijos más ilustres, el filósofo y poeta hebreo Solomon Ibn Gabirol, que proclamaría a su ciudad natal como "la ciudad del paraíso". En este período, Málaga llegó a alcanzar más de veinte mil habitantes, siendo una de las urbes más densamente pobladas de Al-Ándalus, contando con arrabales dentro de los cuales evolucionaban los adarves, salpicados de huertas a orillas del Guadalmedina, y cruzados de este a oeste por una vía que comunicaba al puerto y la fortaleza con el interior del recinto.
En el año 1085, tras la conquista de la ciudad de Toledo por el rey castellano Alfonso VI el Bravo, varios reyes de taifas recurrieron a los almorávides del norte de África para hacer frente al avance cristiano. Los almorávides puede decirse que se establecieron en Málaga en el año 1092 ya que, tras desembarcar estos en el puerto de Algeciras, derrotaron al rey castellano-leonés en la batalla de Zalaca y, viendo la debilidad que tenían estos reinos de taifas por sus continuas disputas internas, se enfrentaron a esta taifa malagueña conquistándola.
El imperio almohade anexionó estos territorios en el año 1146, durante el reinado de la dinastía Banu Hassun, aunque apenas se tiene documentación al respecto de su presencia en la ciudad. Se conoce que la impopular política tributaria de la dinastía Banu Hassun y las alianzas con reinos cristianos en contra de los almorávides hicieron su reinado tan efímero y provocaron la llegada almohade sin presentar apenas resistencia. En el año 1229 se proclamó de nuevo la independencia de Málaga, siendo el trono ocupado por Ibn Zannun, de la dinastía de los Banu Zannun, durante nueve años.
Patio de Armas en el interior de la Alcazaba |
En el año 1238, bajo mandato del emir Muhammad I de Granada, más conocido como Al-Ahmar (el fundador de la dinastía nazarí), Málaga pasó a formar parte del reino de Granada coincidiendo con la muerte de su rey taifa Ibn Zannun. Posteriormente, sería el sultán nazarí de Granada, Yusuf I, quien ordenase la construcción de un alcázar en el castillo de Gibralfaro. En todas estas épocas la fortaleza de la ciudad y su ubicación tuvieron gran importancia en Al-Ándalus. Se conservan muchos escritos que destacan la inexpugnabilidad de las fortificaciones de la ciudad como la obra de Ibn al-Jatib "Parangón entre Málaga y Salé".
Contaba la ciudad de Mālaqa con dos arrabales fuera de las murallas, El Perchel y la Victoria, así como un comercio que poseía gran variedad de producciones y una clase media dedicada mayormente a la artesanía y a dicho comercio. La tradición alfarera y cerámica en Málaga se consolidó durante la época andalusí, cociendo las llamadas lozas doradas y ánforas ornamentales nazaríes que llegaron a tener reconocimiento en todo el mediterráneo, aunque sus orígenes son aún más antiguos. Cabe destacar sus muy diversos elementos como las vasijas, macetones, pipas de hachís o candiles.
La disponibilidad de agua, leña de los montes cercanos, buenas arcillas y un importante puerto comercial convertían a la ciudad de Málaga en un lugar idóneo para las prácticas alfareras en el reino nazarí de Granada. Funtanalla fue el principal sector alfarero de Málaga, en el arrabal norte. Allí se han localizado canalizaciones de agua, balsas para la decantación de las arcillas e instalaciones para el modelado y secado de las piezas, así como para la cocción y almacenaje. Sobre todo en el arrabal del norte se han hallado importantes evidencias de talleres cerámicos.
arcos en interior de Alcazaba |
También la ebanistería artesanal goza aún de gran reconocimiento y asimismo se conserva una gran tradición en el trabajo del metal, especializado en la cerrajería artística que frecuentemente se exporta a Oriente Medio. Todo el comercio de la época andalusí estaba regulado por el llamado Tratado del buen gobierno del zoco, redactado por el malagueño Al-Sagasti, y durante varios siglos la ciudad de Málaga disfrutó de un flujo comercial pujante, sobre todo con el Magreb.
En el año 1279, la entonces república de Génova firmó una alianza económico-comercial con el emir nazarí Muhammad II, hijo de Al-Ahmar, mediante el cual la ciudad de Málaga y su puerto se convertían en la puerta de entrada al emirato y en nexo de unión entre el Mediterráneo, el Atlántico y el Mar del Norte, estableciendo asimismo rutas con Oriente. Es sabido que los higos de Málaga se exportaban a África, a Arabia, a la India. En los mercados de Bagdad y en las demás ciudades de Oriente eran una fruta exótica y apreciadísima.
El viajero y explorador Ibn Battuta, en el siglo XIV, hace una descripción al respecto "En los zocos de Málaga se vende la uva a razón de ocho arreldes por un dirham pequeño. Las granadas llamadas murcianas y de color jacinto no tienen igual en el mundo. Los higos y almendras se transportan desde la ciudad y su alfoz hasta los países del Magreb y el Oriente árabe". Otros autores también destacaron su asombro al contemplar las colinas cubiertas de viñedos y de otros muchos árboles frutales.
En esta época, la población no musulmana de Málaga se componía de mozárabes y una importante minoría judaica, así como los cautivos apresados en hechos bélicos forzados a trabajar en las atarazanas donde se construían navíos. La ciudad también contaba con una significativa colonia de comerciantes extranjeros. Sería, pues, esta ciudad ceñida por una muralla jalonada de torres, con su foso y sus puertas de acceso, todas ellas grandes y cubiertas de adornos.
La Alcazaba era de sólida fábrica, con puentes salvando el río, conformando una ciudad inexpugnable. Se conservan la espléndida Alcazaba, la puerta de estilo nazarí de las Atarazanas y parte de la judería, entre otros vestigios, y se ha recuperado el llamado Barrio Castrense del interior de la Alcazaba y parte de la necrópolis monumental de Yabal Faruh, considerada la mayor de Al-Ándalus, con dos mezquitas funerarias y los restos de un panteón musulmán. En el año 1348, mientras la peste negra asolaba Europa, la Alcazaba y el castillo tomaron su forma definitiva.
La ciudad de Málaga fue incorporada finalmente a la corona de Castilla en el año 1487, habiendo supuesto un episodio sangriento en la guerra final contra el sultanato nazarí de Granada. Esta conquista comenzó con la toma de Alhama por los cristianos en el año 1482, es decir, cinco años antes. A los pocos meses, el sultán Muley Hacén, padre del conocido Boabdil, se refugió en la ciudad de Málaga al ser destronado por su hijo en Granada con el apoyo de los Abencerrajes que habían regresado del exilio.
puerta de los Cuartos de Granada desde el interior |
Durante esta época, el sultán nazarí Muley Hacén ordenó la construcción de gran cantidad de torres de defensa y vigilancia para la ciudad. Así, al oeste se encontraba Torre Molinos, al norte Puerto de la Torre (antiguo camino a Antequera), al noroeste las once torres de Alhaurín de la Torre de las que no quedan restos, y la torre de Alhaurín el Grande y al este la Torre de Benagalbón. La conquista cristiana de Málaga supuso un durísimo y definitivo golpe para el sultanato nazarí de Granada ya que con ella perdía a su principal puerta marítima.
La importancia que el sultán nazarí otorgaba a esta plaza tuvo como consecuencia que el asedio de Málaga fuese uno de los más intensos de la llamada reconquista, durando más de seis meses. El poderoso ejército cristiano de la península (reforzado con la unión en matrimonio de la reina Isabel I de Castilla y el rey Fernando II de Aragón) que contaba con veinte mil jinetes, veinticinco mil infantes y ocho mil soldados más de apoyo consiguió cortar el suministro de agua y víveres a los habitantes malagueños. A este contingente se unió la artillería que salió desde Écija.
Mientras Fernando II de Aragón partía desde Córdoba, la ciudad malagueña se encontraba sin su señor, el llamado Zagal que era hermano del sultán Muley Hacén y, por tanto, tío paterno de Boabdil. Málaga no tuvo más remedio que rendirse finalmente al sucumbir por hambre y sed. Su población fue duramente castigada a la esclavitud o la pena de muerte, por orden de los después llamados reyes católicos, a excepción de veinticinco familias que pudieron permanecer viviendo en el recinto de la morería ya como ciudadanos mudéjares.
puerta en recodo bajo torre y bóveda vaída en Alcazaba de Málaga |
El rey Fernando II de Aragón decidió aplicar un castigo excepcional en esta ciudad y se negó a conceder una capitulación honrosa para los vencidos, excepto el grupo del mercader Alí Dordux que rindió la ciudad a espaldas del entonces arráez Hamad Al Tagrí o El Zegrí, que resistiría en el castillo de Gibralfaro unos días más. Los más de quince mil supervivientes a la masacre fueron convertidos en esclavos y, en pago a las tropas que acompañaban a los conquistadores, se produjeron los repartimientos. Entre cinco y seis mil cristianos extremeños, leoneses, castellanos, gallegos y levantinos repoblaron la provincia, de los que unos mil se asentaron en la capital.
Ya bajo la influencia castellana, la ciudad de Málaga comenzó a cambiar su trazado urbano e inició la construcción de la catedral sobre los cimientos de la mezquita aljama. Las iglesias y conventos construidos fuera del recinto amurallado empezaron a aglutinar población, dando lugar a la formación de nuevos barrios extramuros. Del siglo XV al XVIII la ciudad entró en una época de inestabilidad, no solo por las consecuencias que trajo consigo el levantamiento de los moriscos y su posterior expulsión, sino también por las epidemias e inundaciones provocadas por el río Guadalmedina.
Esto se vio acompañado de malas cosechas sucesivas durante el siglo XVII, así como de epidemias, terremotos, explosiones de molinos de pólvora y levas de soldados. En cualquier caso, se consideraba a Málaga un emporio de riqueza debido a su enclave comercial privilegiado. Sus productos agrícolas, en especial los vinos y las exquisitas pasas, así como sus apreciadas vasijas vidriadas atraían gran afluencia de mercaderes de distintas nacionalidades. Flandes, Inglaterra y Francia comerciaban principalmente con madera, tejidos y trigo, continuando llevándose a cabo un importante intercambio de mercancías.
Patio de la Alberca en el recinto palaciego |
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