Córdoba. Mezquita aljama.

vista de la mezquita desde el antiguo alminar

Este emblemático edificio de la ciudad de Córdoba se empezó a construir como mezquita en el año 786 y algunos autores consideran que el majestuoso monumento fue levantado por los musulmanes sobre la anterior basílica hispano-romana de San Vicente Mártir (siendo aquella una iglesia construida en el siglo VI), en cuyo solar se inició la edificación del oratorio o haram, con la reutilización de parte de los materiales y quedando reservada al culto islámico ya que la ciudad requería de un nuevo espacio.​ Se construyó entonces el primitivo oratorio musulmán que seguía un esquema basilical y que se estructuraba en once naves perpendiculares al muro de la qibla. 

Esta sería la mezquita aljama fundacional, levantada por orden del primer emir Abd Al-Rahmán I, cuya construcción finalizó en el año 788 con Hixén I como titular del emirato cordobés. Este emir ordenó el levantamiento del alminar primitivo de la mezquita. Más tarde en el siglo IX, entre los años 833 y 848, se llevó a cabo la ampliación por orden del emir Abd Al-Rahmán II. El incremento demográfico en la ciudad de Córdoba obligaba a ampliar de nuevo la mezquita. Siguiendo el esquema original, por orden del citado emir, se añadieron ocho nuevas naves hacia el sur. Al mismo tiempo, el patio de abluciones también fue ampliado.

Más tarde, a finales del siglo IX, el emir Abdalá I ordenó construir el primer sabat, un pasadizo elevado que conectaba la maqsura de la mezquita con el alcázar omeya que se situaba al otro extremo de la calle. En el siglo X, entre los años 951 y 952, el ya califa Abd Al-Rahmán III, nieto del citado emir Abdalá I, ordenó el levantamiento de un nuevo alminar, que según las fuentes alcanzaría los cuarenta y siete metros de altura. Este alminar, espléndido, sirvió más tarde como referente para los minaretes almohades en las ciudades de Sevilla, Rabat y Marrakech.

naves en mezquita aljama de Córdoba tras una de sus ampliaciones

La ciudad de Córdoba durante el siglo X se convierte en la capital más importante del saber en Al-Ándalus, por lo que la mezquita aljama se convierte también en el centro de estudios para disciplinas como la medicina o jurisprudencia y todo este trasiego hizo que fuese necesario realizar nuevas reformas y ampliaciones en su conjunto. En plena época de expansión de la ciudad, la mezquita también era un punto de encuentro de la vida diaria ya que, excepto en los momentos de oración, podía verse a vendedores ambulantes, gente que podía resguardarse de la lluvia, etc, siendo centro de cultura y del día a día de la sociedad.

Más adelante, concretamente entre los años 962 y 966, se llevó a cabo la ampliación más innovadora por orden del segundo califa, Al-Hakén II, siendo éste hijo y sucesor de Abd Al-Rahmán III. La dirección de estas obras de ampliación estuvo a cargo de su hayib, Yafar, y se realizaron en dirección sur hacia el río Guadalquivir. Existen inscripciones en la imposta del arco del mirhab que hacen mención a este proyecto y una de ellas reza "Mandó el imán, Al-Muntansir billah, siervo de Allah, Al-Hakén, príncipe de los creyentes a su liberto y hayib, Yafar Ibn Abd Al-Rahman, Allah se apiade de él, la erección de esta construcción".
 
Esta ampliación en la mezquita aljama cordobesa es, sin ninguna duda, testimonio material del esplendor del califato, introduciendo novedosos conceptos decorativos materializados en atauriques, mármoles y mosaicos. Su intervención no sólo se concreta en la ampliación de la sala de oración añadiendo doce crujías con el diseño original de doble arcada, sino además en la construcción de las nuevas maqsura y qibla, derribando el antiguo mihrab de Abd Al-Rahmán II, y todo ello bajo una estética de gran plasticidad y riqueza.

muro sur del Patio de Los Naranjos

Se sumarían entonces al oratorio cuarenta y cinco metros hacia el sur, dando como resultado un recinto alargado que potencia a la maqsura y al mihrab como puntos de especial atención. Asimismo, el espacio es realzado con la construcción de cuatro lucernarios, el primero de ellos en el acceso a esta ampliación y los otros tres precediendo al mihrab. Su función principal era la de otorgar una mayor iluminación al recinto. Años después, concretamente entre los años 991 y 994, se llevó a cabo la tercera y última ampliación de la mezquita por orden de Almanzor, el hayib del joven califa Hisham II.
 
Uno de los accesos a esta espléndida mezquita, el denominado Patio de los Naranjos, está situado en la parte norte del templo. Tiene su origen en el primitivo patio de abluciones de la mezquita fundacional que podía contemplarse en la época del emir Abd Al-Rahmán I, del siglo VIII, siendo posteriormente ampliado y reformado durante las siguientes etapas constructivas. El Patio de los Naranjos recibe su nombre de los muchos naranjos que alberga y su muro sur, que comunica al patio con el interior del templo, está formado por diecisiete arcos de herradura que se encontraban originariamente abiertos, haciendo de la sala de oración un espacio abierto. Hoy sólo uno de ellos, la Puerta de las Palmas, comunica el interior con el patio, como antes lo hiciesen todos ellos en época de Abd Al-Rahmán III.

Todos los arcos al este de esta puerta fueron tapiados hace tiempo para alojar en ellos múltiples capillas cristianas. Los lados occidental, septentrional y oriental del Patio de los Naranjos se hallan rodeados de galerías porticadas y cuentan con seis puertas que comunican al patio con el exterior: la Puerta de los Deanes y el Postigo de la Leche en su lado oeste; la Puerta del Perdón y la del Caño Gordo al norte; y la Puerta de la Grada Redonda y la de Santa Catalina al este. La techumbre original de la mezquita contenía tablas de madera y vigas talladas y pintadas con decoración, algunos de cuyos fragmentos originales se muestran en este Patio de los Naranjos y han permitido a restauradores modernos reconstruir la techumbre en algunas secciones occidentales según su estilo original.

galerías porticadas y alminar de la mezquita, Patio de los Naranjos

La mezquita, como ya se ha dicho, era frecuentada para descanso o meditación por los ciudadanos que podían transitar por sus naves o su patio a cualquier hora del día. Se trataba del espacio público más importante de la ciudad islámica y en ese sentido el jardín de la mezquita se puede considerar también un jardín público abierto a todo el mundo, un jardín de refugio como el que cita el Corán. Un jardín que quizá recordara aquél que recibirán los musulmanes en recompensa por su fe y sus buenas obras, el jardín del paraíso, tal y como se podía leer en las inscripciones que decoran la maqsura y el mihrab de la propia mezquita aljama cordobesa.
 
En la mezquita de Córdoba se sabe de la existencia de palmeras en el patio poco después de la ubicación musulmana en la ciudad. Hoy, gracias a plantaciones sucesivas a lo largo de los siglos, este patio cordobés posee gran cantidad de naranjos, cipreses, cinamomos y palmeras. Aunque no se tengan documentados lo más probable es que, al menos tras la ampliación del patio por el califa Abd Al-Rahmán III en el siglo X, también se plantasen naranjos o limoneros que eran los árboles citados con más frecuencia en los patios de las mezquitas andalusíes.

En todo caso el número de naranjos sería mucho menor que el número que encontramos en la actualidad. Ahora se encuentran organizados en tres cuadros, con sus alcorques circulares intercomunicados por acequias rectilíneas trazadas en el suelo empedrado, que en primavera inundan el patio con el desmesurado aroma del azahar. Entre los naranjos, esbeltos cipreses apuntan al cielo mientras los penachos de las escasas palmeras, suavemente mecidos por la brisa, acentúan la nota de exotismo oriental en el patio.

Puerta del Perdón, fachada norte

Bajo la zona correspondiente a la ampliación del patio por orden de Almanzor, es decir, bajo parte de los ahora naranjos, se halla un gran aljibe cuya construcción se remonta al siglo X. Cabe señalar que, en dicha ampliación de Almanzor, ante la imposibilidad de seguir construyendo en dirección sur por la proximidad del río Guadalquivir, se opta por ampliar el oratorio hacia el lado oriental, para crear así un espacio rectangular y proporcionado. Por ello, también se amplía el patio de la mezquita, dotándolo del citado aljibe y de un pabellón de abluciones.
 
También desde la zona norte de la mezquita se puede acceder al Patio de los Naranjos atravesando la Puerta del Perdón, de estilo mudéjar ya que su reconstrucción data del siglo XIV al final del reinado de Enrique II de Castilla, primer monarca de la casa Trastámara al ser hijo de Leonor de Guzmán. Esta Puerta del Perdón está formada por un arco ojival de herradura doble, pues en el interior existe otro con la separación justa para albergar los batientes, de unos 10 x 2 m, de madera de pino forrada de hojas de bronce. 

Los batientes están formados por múltiples hexágonos de bronce, horizontales y verticales. En los centros llevan un hexágono vertical que se abre en las puntas con flor de lis y algunos de los hexágonos horizontales llevan una inscripción en árabe que dice "el dominio (de todas las cosas) corresponde a Allah su custodio". Los batientes están orlados con un texto en caracteres góticos que dice "bendito sea el nombre de Dios". Esta puerta forma un amplio espacio o zaguán con una cúpula barroca antes de bajar los escalones hacia el Patio de los Naranjos.

detalles en la aldaba de la Puerta del Perdón

Junto a la Puerta del Perdón encontramos, alzando la vista, el ya mencionado alminar de la mezquita. Alminar o minarete son los nombres con que se traducen en las lenguas romances la palabra árabe minar o manâr, que designa  a las torres de las mezquitas musulmanas. Tiene una altura actual de 40 m y en su fachada se abrían por primera vez en construcciones occidentales unas bellísimas ventanas de doble arquería, sostenidas por una columna central con capitel y basa. En el primer cuerpo del alminar había una cristería o adorno calado y cerca de ella una serie de columnas y arcos de color turquesa. 
 
En el segundo cuerpo, el yamur estaba coronándolo, tratándose de un tallo que ensartaba tres manzanas, plateadas y doradas y lo remataba una azucena de plata o quizá fuese una flor de lis en lugar de la media luna que era lo habitual. El primitivo alminar de esta mezquita aljama fue levantado tras la aprobación del emir Hixén I y bajo su gobierno también se terminaron las obras en el patio. Este alminar primitivo era de planta cuadrada, que fue más tarde derribado y reconstruido en gran parte por orden del califa Abd Al-Rahmán III, como ya se dijo. 

La intervención del primer califa de Córdoba no afectó al interior, pero consolidó la fachada del oratorio que se proyecta al patio ampliando éste hacia el norte, razón por la cual el antiguo alminar fue derribado. El lugar donde se levantó dicho alminar está marcado mediante sillares de granito embutidos en el pavimento del Patio de los Naranjos, los cuales marcan la planta del mismo. Su nuevo alminar, el más alto de la ciudad, sería modelo para los minaretes almohades, como ya se ha dicho, y también para campanarios mudéjares. Este alminar se conserva actualmente desmochado y embutido en el actual campanario cristiano, aunque se conoce su alzado aproximado gracias a documentación existente.

alminar y Puerta del Perdón desde el patio

Hace unos años el alminar se reparó nuevamente y se ha dejado al descubierto la fachada este haciendo accesible un tramo de escaleras originales, de los dos que poseía. En estas escaleras se puede ver parte de la decoración interior y alguna cabecera de las vigas de madera pertenecientes al siglo X. El alminar cordobés que, como se ha dicho, fue mandado construir por el califa Abd Al-Rahmán III, era (y es, aunque no se vea) de tal belleza y envergadura que se convirtió en una maravilla de su tiempo y sería éste la aportación más importante del citado califa, marcando el devenir constructivo del edificio en mayor medida.
 
Cabe mencionar que esta mezquita aljama de Córdoba fue la segunda más grande del mundo en superficie, con 23.400 m2, sólo por detrás de la mezquita de La Meca, y siendo sólo alcanzada posteriormente por la llamada mezquita azul ubicada en la actual ciudad de Estambul, Turquía, que fue construida en el año 1588. La mezquita aljama cordobesa alberga un bosque de 1.300 columnas de mármol, jaspe y granito sobre las que se apoyan trescientos sesenta y cinco arcos de herradura bicolores asemejándose a un palmeral. Las célebres dovelas rojas y blancas estuvieron inspiradas en la cúpula de la Roca del siglo VII y también recuerdan a la catedral de Aquisgrán, del siglo VIII.

Conforma once naves longitudinales orientadas hacia el río Guadalquivir, cuya anchura es idéntica a excepción de la nave central que conduce al mihrab y las dos naves de los extremos. La central es ligeramente más ancha que el resto y las laterales son ligeramente más estrechas, aunque estas leves diferencias solo son apreciables en un plano. Estas naves constan de doce intercolunios que corren en dirección al muro de la qibla. Originariamente todo el interior del edificio era una gran sala hipóstila de 19 naves, utilizada como sala de oración, con la única excepción de los habitáculos existentes en el doble muro de la qibla.

interior de la mezquita aljama de Córdoba

El edificio resultante, como ya se ha comentado, fue objeto de ampliaciones durante el emirato de Córdoba y durante el califato, a lo largo de los siglos IX y X, siendo finalmente concluida bajo mandato de Almanzor. En resumen, la más importante de las ampliaciones fue la que se realizó bajo orden del califa Al-Hakén II a la que también pertenecen los arcos del mihrab. Y es que el mihrab de la mezquita que hoy contemplamos es fruto de la gran reforma llevada a cabo durante la segunda mitad del siglo X mientras transcurría el mandato de este califa, entre los años 961-976.
 
Las columnas visigodas con sus arcos de herradura les resultaron demasiado bajas y decidieron añadir pilares sobre las columnas y disponer arcos más altos sin derribar los anteriores, policromando todos en rojo y blanco conformando la célebre y más conocida imagen de esta mezquita, la cual llegó a albergar hasta veinte mil fieles en su interior. Por otra parte, una de sus características es que el muro de la qibla no fue orientado hacia La Meca, como cabe esperar de estos templos, sino 51º grados más hacia el sur, algo habitual en las mezquitas de Al-Ándalus ya que posiblemente fuese una práctica heredada de Siria por el primer emir cordobés Abd Al-Rahmán I,  ya que la gran mezquita de Damasco también está orientada en esa dirección. 

Cabe señalar también que el profeta Muhammad declaró que "entre el este y el oeste se encuentra la qibla", lo que legitimó las alineaciones hacia el sur y esta práctica también emulaba la orientación de los muros de la Kaaba de la Gran Mezquita de La Meca cuya tradición considera que los muros de la Kaaba se asocian con las diversas localizaciones del mundo islámico, por lo que Córdoba se orientaba al sur mirando a la cara norte de la Kaaba. Mezquitas posteriores, como la mezquita de Madinat Al-Zahra del siglo X, se orientaron a La Meca, pero las expansiones posteriores en esta mezquita de Córdoba no modificaron su orientación original.

arcos polilobulados en la maqsura

Por su parte, la construcción del actual mihrab formó parte de un amplio programa que incluía la creación de una nueva maqsura, siendo todas ellas dirigidas y ordenadas por Chafar, el chambelán de palacio de Al-Hakén II, y en ellas colaboraron los más destacados artesanos de Córdoba hasta la conclusión final de las obras en el año 966. Siendo la zona reservada para el califa próxima al mihrab, la maqsura forma una zona rectangular adosada al muro de la qibla. Se encuentra rodeada y dividida en tres por espléndidas columnatas de arcos poli-lobulados entrecruzados y en el muro del espacio oriental se encuentra la puerta de la desaparecida ala del Tesoro o Bayt Al-Mal. En las columnas de la maqsura se alternan fustes rosas, de jaspe rojo de Cabra, y azules oscuros de Sierra Morena.
 
El mihrab de esta mezquita es un excelente ejemplo no tanto de las soluciones constructivas califales, ya que se trata de una pieza de reducidas dimensiones, 3x3 m, sino de las concepciones entonces existentes sobre la decoración de las partes más destacadas de edificios religiosos y, lo que es más importante, acerca de la simbología aplicable a esos elementos ornamentales ya que la religión islámica es poco amiga de representaciones figuradas y, menos aún, en las mezquitas. Además, este mihrab en la aljama es también demostrativo de cómo concepciones decorativas de muy diversa procedencia oriental como eran Bizancio, Arabia o Persia, acabaron triunfando en la arquitectura andalusí durante la época omeya. 

Pese a su reducido tamaño, el mihrab cordobés posee una gran originalidad, ya que con anterioridad a esta construcción los modelos existentes se reducían a pequeñas hornacinas abiertas en el muro de la qibla. Este mihrab ya no es una simple hornacina sino que, situado entre las portadas de la ala o cámara del Tesoro y del Sabat, se dispone como punto focal de la aportación realizada por el califa Al-Hakén II en la aljama. Y no es sólo el lugar hacia el que se orienta el rezo, sino también el enclave en el que converge el desarrollo constructivo de su ampliación y el espacio hacia el que el espectador, asombrado por la riqueza y plasticidad, dirige su mirada.

portada general del mihrab en la mezquita de Córdoba

Quizá lo más destacado del conjunto de la maqsura sea la decoración de la portada del mihrab que lo comunica con el resto de la mezquita. En sus laterales se ha dispuesto zócalo de mármol decorado con ataurique y que es recorrido por una sura coránica y una inscripción alusiva a los artífices de la obra, mientras que en el centro encontramos un gran arco de herradura sostenido en jambas del mismo material y en las cuales, hacia el intradós, se han integrado las cuatro columnas de mármol que ya estaban presentes en el anterior mihrab, levantado por orden del emir Abd Al-Rahmán II a mediados del siglo IX.
 
El arco central de esta fachada muestra todas sus dovelas decoradas y se remata con un amplio alfiz. Las albanegas van adornadas con roleos vegetales y por encima de ellas corre un friso con inscripciones cúficas que alaban a Allah. Aún más al exterior, otro friso que también corre por los laterales del arco, como si se tratase de un segundo alfiz, mantiene los mismos repertorios, esta vez en un brillante color azul. Finalmente, en su parte superior, el conjunto se remata con los siete arcos poli-lobulados ciegos en cuyos interiores podemos apreciar estilizados árboles de la vida policromados junto a una abundante decoración de ataurique. 

Sin duda, este mihrab es una obra maestra arquitectónica adornado con mosaicos azules debido a la buena relación entre el califa cordobés y el emperador bizantino. El califa Al-Hakén II redactó una carta al emperador bizantino, Nicéforo II de Constantinopla, en la cual le requería expertos en mosaicos para la tarea. El emperador aceptó y envió un maestro de obras con alrededor de 1.600 kilos de teselas musivarias multicolores y mosaicos de vidrio como regalo. De esta manera, el omeya cordobés imitó a su antepasado sirio, cuando éste realizó la misma petición al emperador para decorar la mezquita omeya de Damasco. Los mosaicos bizantinos se extienden a lo largo de las dovelas con una ornamentación geométrica y vegetal, pero también en las inscripciones que recogen los versículos del Corán. 

cúpula nervada en la maqsura en la mezquita de Córdoba  
 
Los mosaiquistas bizantinos instruyeron a algunos artesanos del propio califa cordobés, quienes adquirieron la habilidad para realizar el mismo trabajo, que fue finalizado a finales del año 970. En toda esta fachada del mihrab podemos comprobar cómo se combinan distintas técnicas artesanales como la talla del mármol, las yeserías, la cerámica, la pintura o decoración musivaria. Todo este repertorio decorativo se extendió también a las tres imponentes cúpulas nervadas situadas inmediatamente alrededor de la fachada del mihrab, cubriendo el espacio de la maqsura. En estas cúpulas la estrella de ocho está presente, haciendo del todo unidad. Un tesoro espléndido junto a un juego de luz maravilloso. 
 
Del mihrab cabe recordar que, vedado a los fieles, es el más íntimo y sagrado espacio de todo templo islámico ya que simboliza la presencia de Allah en la mezquita y, por otra parte, es el lugar junto al que se coloca el imán cuando debe dirigir la oración a los fieles. En la aljama de Córdoba nos hallamos ante una habitación de planta poligonal con siete lados y que verticalmente podemos dividir en tres zonas: un zócalo de mármol en la parte baja, un friso intermedio en el que encontramos siete arquillos ciegos poli-lobulados y, por último, una cubierta absolutamente embriagadora.

En esta cubierta sobre el mihrab encontramos una bóveda octogonal hecha en yeso y que adopta la forma de una concha, siendo conocida como bóveda avenerada. Cabe señalar que la geometría presente en las bóvedas de la mezquita cordobesa va directa a los sentidos de aquellos que las contemplan y sólo los despiertos serán capaces de observar la cantidad de estrellas de ocho como mensaje sufí que van implícitas en su mensaje. Sin duda se trata de un lugar tremendamente inspirador, sublime, que no en vano fue respetado desde que el califa omeya Al-Hakén II ordenase su construcción.

bóveda avenerada sobre el mihrab de la mezquita aljama cordobesa

El mihrab de la mezquita de Córdoba conforma, a modo de resumen, un auténtico joyel de mármol, estuco y mosaicos brillantemente coloreados sobre un fondo envuelto en agua de oro y bronce, además de cobre y plata. En el lucernario de este mihrab se conservan los arcos lobulados de los muros y la cúpula avenerada. En la cabecera destacan los arcos, los mosaicos del muro y la estructura y decoración de las cúpulas a base de arcos cruzados. Las cúpulas y el mihrab actual fueron concluidas en el año 965 y una inscripción muestra los nombres de cuatro artesanos que también colaboraron en el Salón rico de Madinat Al-Zahra.
 
Una vez llevada a cabo la última y definitiva ampliación de esta mezquita por orden de Almanzor y tras el posterior colapso del califato cordobés a comienzos del siglo XI, no re realizaron más ampliaciones. La ausencia de autoridad tuvo consecuencias negativas en el templo, como el saqueo y daño durante la fitna de Al-Ándalus. La ciudad de Córdoba también sufrió un declive, aunque se mantuvo como un centro cultural relevante. Bajo el imperio almorávide, los talleres artesanales cordobeses fueron contratados para crear mimbares ricamente decorados para importantes mezquitas del actual Marruecos, siendo el más célebre el mimbar de Ali Ibn Yusuf en el año 1137, que fue inspirado por el mimbar de Al-Hakén II.

El ejército cristiano accedió y ocupó brevemente la ciudad en el año 1146. En esta mezquita aljama, el arzobispo de Toledo acompañado del rey Alfonso VII de León el Emperador celebró la santa misa para consagrar el edificio. Según fuentes islámicas, antes de que los cristianos abandonaran la ciudad saquearon esta mezquita, llevándose sus lámparas de techo, el yamur de oro y plata del minarete y partes ricas del mimbar. Parece ser que, como resultado de este pillaje y el anterior durante la fitna, la mezquita perdió prácticamente todo su mobiliario valioso. En el año 1162, tras un período de declive y continuos asedios, el califa almohade Abd Al-Mumin ordenó que Córdoba se instaurara de nuevo como capital de Al-Ándalus.

arco y nicho del mihrab de la mezquita aljama

Para preparar dicho evento, sus dos hijos y gobernadores Abu Yacub Yusuf y Abu Said mandaron que la ciudad y sus monumentos se restaurasen. Se desconoce qué edificios se recuperaron, aunque es casi seguro que la mezquita se encontraba entre ellos. También es posible que se restaurase el mimbar ya que se conservó hasta el siglo XVI. Dicho mimbar, construido en el año 965 en época del califa Al-Hakén II, fue destacado por varios autores debido a su gran artesanía, estaba realizado con maderas preciosas como el ébano, el boj y maderas perfumadas, tuvo incrustaciones de marfil y otras maderas coloridas como sándalo rojo y amarillo.
 
En el siglo XIII, concretamente en el año 1236, las tropas dirigidas por el rey castellano Fernando III de Castilla el Santo tomaron definitivamente la ciudad de Córdoba y se apoderaron del alcázar omeya, ubicado en el actual Palacio Episcopal y del que sólo quedaron en pie los baños califales. En ese mismo año se efectuó la dedicación de esta mezquita como templo católico a la virgen María, produciéndose su conversión a catedral. En el gran lucernario levantado por orden del califa Al-Hakén II se dispuso la primitiva Capilla Mayor, que en junio de ese mismo año 1236 acogería la misa de dedicación a la catedral de la ciudad. A pesar de la conversión, esta primera etapa como catedral apenas modificó su arquitectura, con la creación de pequeñas capillas y mobiliario cristiano. 

Más de un siglo después, en el año 1371, bajo orden del rey Enrique II de Castilla, se concluyeron las obras en la llamada Capilla Real. El rey castellano decidió construir esta capilla con la finalidad de acoger en ella panteones familiares. De este modo, el espacio de esta Capilla Real, de estética mudéjar, albergó la sepultura del abuelo del rey Enrique II, es decir, el monarca Fernando IV de Castilla el Emplazado -cuya tutoría y regencia del reino estuvo en manos del hijo del citado rey Fernando III de Castilla-. Asimismo, esta capilla acogió la sepultura del padre del rey Enrique II, el también rey Alfonso XI de Castilla el Justiciero, en el mismo siglo XIV. Ya en el siglo XVIII, ambos restos mortales serían trasladados a la colegiata de San Hipólito.

detalles de la Capilla Real mudéjar en la mezquita de Córdoba, siglo XIV

Esta Capilla Real se configura como un recinto de planta cuadrangular y en su interior destaca, sin duda, el extenso y rico programa ornamental que se desarrolla en sus muros a base de yeserías, atauriques, paños de rombos o motivos epigráficos. En este sentido, esta capilla, erigida y decorada durante el reinado del ya citado Enrique II, por su fecha tardía y decoración puede considerarse una síntesis o resumen de las yeserías islámicas y mudéjares. La solución formulada en su cubierta también resulta interesante, al optar por una bóveda que cruza cuatro arcos con otros cuatro de disposición diagonal.
 
La totalidad de estos elementos aparecen decorados mediante mocárabes de yeso que contribuyen a la densidad decorativa del espacio. Tampoco podemos olvidar que la repercusión de esta construcción mudéjar trasciende los propios límites del edificio y es que, en su concepción, llega a ejercer una clara influencia en la arquitectura de la nobleza cordobesa de la época, convirtiéndose así en el nuevo referente estilístico de los palacios y capillas de las élites locales. El antiguo alminar quedó convertido en campanario y su aprovechamiento se sucedió hasta el año 1589, cuando un terremoto afectó a su estructura y se decide la edificación de una nueva torre que envuelve parte de los vestigios califales.

La mayor quiebra del templo islámico se produciría a lo largo del siglo XVI, pues en medio de la antigua mezquita se levantó una gran nave cristiana, conformando la nueva Capilla Mayor bajo los auspicios artísticos y arquitectónicos del Renacimiento y esto sí que supuso una ruptura grave con los postulados espaciales islámicos. Finalmente, intercedió el emperador Carlos V para que se realizase la obra, aunque más tarde se lamentase diciendo "habéis destruido lo que era único en el mundo y habéis puesto en su lugar lo que se puede ver en todas partes". La obra comenzó en el año 1523 por iniciativa del obispo, hijo del gran comendador de la Orden de Santiago.
 
vista de la mezquita aljama de Córdoba

La mezquita de Córdoba es, en definitiva, un edificio fascinante por su antigüedad, su consistencia, su belleza y la forma en que fue construida. Desde el siglo XIX, viajeros y arquitectos se vienen preguntando qué patrón siguieron sus constructores para alcanzar un equilibrio que sigue asombrando a centenares de miles de viajeros todos los años y cómo es posible que sea una especie de proporción única y singular, la famosa "cordobesa", diferente a la proporción áurea, un patrón que además se repite y se imita en muchos edificios de la ciudad.

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