Sala templada en baños califales restaurados en Córdoba |
Entre todos los baños árabes de la ciudad de Córdoba destacan los llamados Baños califales, emplazados en la ubicación del antiguo alcázar omeya, siendo los únicos en los que aún se aprecian todas sus estancias completas. Están compuestos de un primer baño construido en el siglo X al que posteriormente se anexionó un segundo conjunto en época almohade.
Al-Maqqari, historiador y escritor argelino, indicaba en sus escritos que en la Córdoba del autoproclamado califa Abd Al-Rahmán III existieron alrededor de unos trescientos baños y que el número se duplicó bajo el gobierno de Almanzor. Otro texto conservado de época posterior, el manuscrito de Tamagrut, sitúa la cifra de baños cordobeses en setecientos once durante el siglo XII. No obstante, la arqueología apenas ha descubierto unos cuantos de estos establecimientos.
Los mejor conservados se encuentran dentro del perímetro amurallado de la ciudad, como son los Baños mudéjares en el actual Alcázar cristiano, habiendo hallado otros en los arrabales occidentales formando parte de viviendas de grandes dimensiones, como los Baños de Santa María en La Judería y los Baños de San Pedro en la Axerquía. En Córdoba, en definitiva, existieron distintos tipos de baños en función de su propiedad, distribución y tamaño.
columnas de mármol en los Baños califales del Alcázar omeya |
En cualquier caso, los autores islámicos de la época acostumbraban a citar el número de baños públicos con los que contaba una ciudad para valorar su importancia. Por tanto Córdoba, que fue durante largo tiempo la ciudad más importante y capital política de Al-Ándalus, seguramente contó con un mayor número de baños que otras ciudades andalusíes y el hammam quedó pronto constituido como un espacio higiénico, purificador, así como social y terapéutico donde todos podían gozar de los placeres del agua, realizar sus abluciones, conversar o simplemente relajarse.
Estos Baños califales fueron construidos en el siglo X por orden del califa Al-Hakén II, segundo califa de Córdoba al ser sucesor de Abd Al-Rahmán III. En un principio formaron parte del Alcázar omeya y se trataba de un conjunto de estancias con muros de sillería. Estos baños permanecieron en uso después del final del califato, sufriendo importantes alteraciones en su forma original en época almorávide y almohade y prueba de ello son las yeserías talladas con motivos de ataurique y franjas epigráficas de la época que se conservan en el Museo Arqueológico. Muy posiblemente eran los baños más importantes de la ciudad.
En estos baños podemos encontrar tres zonas bien diferenciadas, que corresponden a las reformas de diversas épocas. Así, cuenta con un baño califal al este del yacimiento, un salón de recepciones de época taifa y un baño de época almohade al oeste. En el baño califal encontramos un baño prototípico compuesto por un pórtico, el vestuario (bayt al-maslaj), la sala fría (bayt al-barid), sala templada (bayt al-wastany) y sala caliente (bayt al-sajum), así como un horno, el leñero y otros accesos del servicio. El recorrido se desarrollaba en recodo quedando las salas principales (templada y caliente) ocultas a la visión directa desde el exterior.
una de las salas abovedadas en los baños |
Como elemento de enlace entre el baño califal y el almohade encontramos un salón porticado. En su espacio delantero disponía de un jardín presidido por un surtidor y desde este pórtico se accedía al salón de recepciones, levantado en el siglo XI durante los llamados reinos de taifas. Seguramente este salón fue usado por el gobernador de Córdoba, ya que el entonces rey abbadí habitaba en Sevilla. El salón se hallaba flanqueado por dos pequeñas salitas laterales, una de las cuales servía de espacio de contacto con el baño califal y la otra de paso directo hacia el pasillo de la leñera.
En el siglo XII, como ya se ha dicho, bajo el gobierno almohade se realizó la última gran ampliación y reforma de estos baños y se construyó un nuevo baño privado que reutilizaría la salita lateral del salón como espacio de vestíbulo y que mantendría en uso el antiguo horno. A diferencia de los baños califales, los baños almohades incorporan un pequeño estanque o alberca para que los usuarios se laven los pies.
En la zona del vestíbulo se desnudaban los usuarios del baño, recibiendo a su vez posiblemente toallas, paños, alcorques (zapatos con suela de corcho para no quemarse ni resbalar) y otros accesorios para el cuidado y limpieza del cuerpo. Entre el vestíbulo y la sala fría se dispone, a la izquierda, de un pequeño espacio que haría la función de letrina y un pasillo a la derecha conducía a otras zonas del palacio. Desde este vestíbulo, a su vez, se accedía a la sala templada de los baños. Asimismo, desde el vestíbulo se puede ir hacia la leñera por el pasillo situado a la izquierda del recorrido.
posible vestíbulo en el interior de los baños |
En la sala fría se producía la renovación espiritual con el ritual de oración al contacto con el agua, existiendo pilas y letrina a disposición de los usuarios. Aquí se producía un ritual de purificación, en el que se mezclaba la oración y la ablución. Las letrinas, como aquí queda patente, se colocaban en pequeñas estancias dotadas de un banco y saneamiento subterráneo, conservando aún restos de la placa de piedra caliza que servía como asiento. Esta sala fría era cuadrangular, con andén de ladrillo y viga central decorada con azulejos.
Desde esta sala fría o bayt al-barid se pasaba a una pequeña sala que pudo utilizarse como espacio de descanso. Es frecuente encontrar pilas para el agua fría en estos espacios y aquí, en concreto, se hallaron durante excavaciones del año 1993 restos de sarcófagos romanos, que serían reutilizados como pilas de agua. Estaba pavimentado con losas de mármol y presentaba un zócalo del mismo material. Desde aquí, se accede por la izquierda a la sala templada y por la derecha a las letrinas.
La sala templada tiene planta cuadrangular con galerías perimetrales cubriéndose con bóvedas de medio cañón, en las que se abren lucernarios estrellados, sustentadas por arquerías semi-circulares sobre capiteles y columnas de mármol. Sus paredes estaban enlucidas y decoradas con pinturas murales a la almagra y sus zócalos eran de mármol. Destaca la decoración vegetal pintada en los arranques o salmeres de los arcos de herradura, siendo única en el arte andalusí.
detalles en columnas califales de los baños |
En esta sala, el califa recibía las atenciones higiénicas y estéticas diarias, tales como masaje, afeitado, peluquería y vestuario. Esta sala templada se convertía a veces, también, en lugar de recepción de visitantes ilustres y en lugar de reunión política de la corte cordobesa. Se trata, por tanto, del ámbito de mayor suntuosidad dentro de estos baños. Presentaba, en origen, zócalos de mármol, excepto en dos de sus ángulos, en los que se disponían espacios de ablución con zócalo enlucido e impermeabilizado a la almagra.
La sala caliente solía utilizarse mayormente en caso de enfermedad o como remedio terapéutico. Esta sala presenta planta rectangular tripartita, con atajos o saletas laterales, desde las que se accede a dos espacios anexos cuadrangulares que hacen la función de pilas de baño. Está cubierta también con bóveda de medio cañón y en sus salitas laterales se ubican dos pilas que flanquean la caldera. En la pila izquierda había una bañera, que presenta reforma cristiana del siglo XIII, y en la derecha un chorro de agua a media altura a modo de ducha. Toda la estancia se decora con figuras geométricas pintadas a la almagra y el pavimento y el zócalo eran de mármol blanco.
Bajo el suelo de la sala caliente discurren galerías por las que circulaba el calor del horno (hipocausto o sistema de calefacción) hasta ascender a través de chimeneas a las paredes, caldeando el ambiente. Esta sala aún conserva las tuberías cerámicas por las que se distribuía el agua caliente y, por otro lado, fue escenario de trágicos episodios durante la guerra que acabó con el califato cordobés, siendo testigo de los asesinatos de los califas Alí Ibn Hammud en el año 1018 y Abd Al-Rahmán V en el 1024, respectivamente.
tinaja en el interior de los baños |
La zona de servicio o mantenimiento del baño, como ya se ha dicho, se componía de leñera, horno y caldera. Se accedía a esta zona desde un patio, así como a través de un callejón. Junto al horno estaba la leñera, donde se almacenaba el combustible. El nivel del suelo era inferior para facilitar el tiro del horno por debajo del pavimento hacia las chimeneas que atravesaban verticalmente los muros. La circulación del aire caliente provocaba el calentamiento del pavimento y las paredes. Sobre el horno, construido con ladrillo refractario (algunos reutilizados de época visigoda) se colocaba una caldera de bronce en la que se calentaba el agua.
El horno se situaba entre las dos salitas laterales de la sala caliente, separado por una celosía de mármol, y de él se conserva el conducto de alimentación y el citado hipocausto bajo la sala caliente. El horno siempre estaba encendido y solo se apagaba en caso de obras o para reparar la propia caldera. Del horno se ocupaban los servidores del baño, que cuidaban de su mantenimiento, alimentación y limpieza. El espacio actual del servicio es el resultado de la evolución del inmueble a lo largo de los siglos, ya que en origen, muy posiblemente, era mucho más amplia la zona de trabajo.
Por otra parte, hay que recordar el gran desarrollo que lograron los andalusíes dentro de la ingeniería hidráulica así como en la agricultura de regadío. Por tanto, para llevar el agua hasta estos baños desde el Guadalquivir se utilizaba un acueducto que transcurría por encima de la muralla de Córdoba y por el cual el líquido elemento era transportado hasta llegar a las albercas situadas junto a los baños, donde además existía un depósito que se utilizaba para el riego.
interior de los baños del Alcázar omeya |
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