entrada a los baños mudéjares desde el patio |
En el año 1236 las tropas dirigidas por el rey castellano Fernando III, el Santo, tomaron Córdoba pasando la ciudad a manos cristianas. Casi un siglo más tarde, en 1328 y a pesar de que el rey Alfonso XI de Castilla, el Justiciero, había prohibido el uso del baño de herencia musulmana, ordenó reconstruir estos baños en el interior del Alcázar cristiano de la ciudad de Córdoba para disfrute de su amante, la sevillana Leonor de Guzmán.
Durante su reconstrucción se conservó la estructura árabe de los baños anteriores, integrados en las mismas dependencias de la antigua alcazaba islámica pero ahora adaptadas como Casas del Rey. El mismo rey Alfonso XI había ordenado enterrar los baños árabes del Alcázar califal omeya con una capa de más de 4 m de tierra, enterramiento que dio lugar a lo que se vino a llamar el Campillo del Rey. El rey cristiano, en definitiva, prohibió en público el disfrute de los baños mientras regalaba a su amante unos baños privados.
Estos baños, de hecho, son conocidos popularmente como los Baños de Leonor de Guzmán. Ella había sido una noble dama sevillana, emparentada con la más alta nobleza andaluza y contaba ya, antes de conocer al rey, con importante patrimonio rústico y urbano en las tierras de Sevilla y Córdoba. Conoció al rey de Castilla y tras el fallecimiento de su esposo (habiéndose convertido en una rica viuda antes de cumplir los 20 años), pasó a ser la manceba real, adquiriendo de forma rápida gran consideración y prestigio social, bajo la protección de su regio y joven amante.
patio de acceso a los baños mudéjares del Alcázar cordobés |
Según nos cuentan las crónicas de la época, "Leonor era, dueña muy rica y muy fija dalgo y era en fermosura la más apuefta muger que avia en el Reyno" y con ella tuvo diez hijos ilegítimos el citado rey Alfonso XI. Entre ellos, Leonor de Guzmán alumbraría al futuro rey Enrique II de Castilla, señor de Trastámara y fundador de la dinastía, de quien proceden las casas reales de Castilla y Aragón. La reina oficial y titular -mientras la vida transcurría- estaba en la ciudad de Sevilla con la corte, visiblemente humillada y es que Leonor de Guzmán realmente pasaba mucho tiempo en la ciudad de Córdoba, en espera de la vuelta de las incursiones emprendidas por el rey en territorio musulmán.
En el año 1339 tenemos constancia de que el rey Alfonso XI escribió un poema dedicado a su favorita a la manera que muchos señores feudales hacían siguiendo la costumbre de los trovadores. Leonor de Guzmán ejercía gran influencia en la corte y entre la nobleza castellana, además de en directrices internas y externas de la política del reino. La Gran Crónica manifiesta que "el rey fiava mucho della. Ca todas las cosas que se avien de faser en el Reyno, todas pasavan sabiendolo ella, e non de otra manera, por la fianla que el rey poníe en ella".
El poder alcanzado durante veinte años por la concubina real había permitido el aumento de un vasto patrimonio que incorporaba varios señoríos y gran influencia, uniéndose al reconocimiento social que habían tenido sus hijos bastardos, siendo recompensados con títulos y tierras. La posición e influencias de Leonor de Guzmán hizo que atrajera la animadversión de otros nobles que veían peligrar el ascenso del heredero legítimo al trono llegado el momento de la sucesión.
Dicha sucesión no tardó en llegar y poco más de una década pudo Leonor disfrutar de estos baños ya que en 1350 la peste negra dio muerte a Alfonso XI en el sitio de Gibraltar con 39 años. En Jerez de la frontera, el cuerpo del rey Alfonso XI fue embalsamado y el cuerpo fue llevado hasta la ciudad de Sevilla, siendo años después trasladado a Córdoba y depositado en la cripta real de la que antes había sido mezquita aljama. La muerte del rey significó la subida al trono de su hijo legítimo Pedro I y la detención y cárcel, primero en Carmona y después en Talavera, de Leonor.
Talavera, de hecho, se llama "de la reina" por ella y fue en esta ciudad toledana en la que un año después de morir el rey, en 1351, la reina viuda y madre María de Portugal la mandó asesinar. El entonces rey Pedro I el Cruel, quien habitó mayormente en su palacio en Sevilla y en el Alcázar de Carmona que lleva su nombre, siempre tuvo presentes las humillaciones a las que su madre, la reina, había sido sometida y tras su llegada al trono vengaría los continuados agravios a su madre además de procurar que Leonor y Alfonso XI no fuesen enterrados juntos.
Como sabemos, los baños árabes tienen su origen y similitud con las termas romanas. Para el mundo islámico el agua es un don divino, pero también significa la sabiduría profunda y la pureza por lo que el hammam o baño árabe se convierte en pasaje obligatorio para los grandes eventos de la vida como el nacimiento, la circuncisión y el matrimonio. Limpiar y cuidar el cuerpo, además de ser una práctica placentera, de esta forma se convierte en un acto de fe, en el que el agua se convierte en la manifestación generosa de lo creado y elemento purificador del cuerpo y del alma.
Mientras en Europa nadie se planteaba ningún tipo de higiene, Al-Maqqari, historiador y escritor argelino, indicaba en sus escritos que en Córdoba, durante el califato de Abd Al-Rahmán III (siglos IX y X), existieron unos trescientos baños públicos y que el número se duplicó bajo el gobierno de Almanzor. La arqueología apenas ha descubierto algunos y los mejor conservados se hallan dentro de las murallas de la ciudad, localizando otros en los arrabales formando parte de viviendas de grandes dimensiones, como los Baños de Santa María en La Judería y los Baños de San Pedro en la Axerquía. En la Córdoba andalusí, en definitiva, existieron distintos tipos de baños en función de su propiedad, distribución y tamaño.
A estos baños se accede por el noreste del llamado Patio Morisco, a través de otro pequeño patio. Están situados en la planta inferior y ambientados con una luz tenue que traslada al tiempo en el que fueron levantados, cuando Alfonso XI aprovechó los conocimientos de Maese Muhammad para su construcción. Se encuentran estructurados en cuatro salas presentando distribución tradicional: la sala de vestuario, sala fría, sala templada y sala caliente, construidas todas ellas al estilo mudéjar y presentando aún hoy sus tragaluces con forma de estrella de ocho puntas.
En primer lugar se accede al vestuario, el cual da paso a las otras tres salas consecutivas. En principio fueron de planta rectangular y se modificaron con posterioridad, aunque siguiendo los cánones. La sala fría se presenta como una sala alargada y con siete lucernas en forma de estrella distribuidas por el techo de forma uniforme para iluminar y ventilar la sala. Esta sala fría cuenta con bóveda de cañón y tiene en su pared norte una puerta y una ventana que acceden a la sala templada.
baños mudéjares en el Alcázar cristiano |
La sala templada disfruta de bóveda de arista, y cuenta también con tragaluces o lucernas así como un arco que nos permite acceder a la sala caliente. La sala caliente, que era la zona de vapor dentro del recinto, se nos presenta con bóveda de cañón y con tres lucernas en el techo como forma de ventilación e iluminación. La pared norte de esta sala tiene una pila a cada lado y en el centro un arco donde se encontraba el horno originalmente. La caldera y el horno, que suministraban de agua caliente a estos baños, se encontraban junto a un aljibe bajo la Torre del Homenaje.
La construcción del actualmente denominado Salón de los Mosaicos sobre estas estancias hizo que los baños carecieran de luz natural y por ello, con el paso de los años, fueron utilizados como salas de tortura ya que, tras la conquista de Granada en el año 1492 y la finalización de las campañas contra los musulmanes, los reyes católicos Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón cedieron el inmueble a las autoridades eclesiásticas, las cuales lo convirtieron en el Tribunal del Santo Oficio, perdiendo entonces su carácter palaciego.
Dicha institución realizó rápidamente diversas obras dentro del Alcázar cristiano para adaptar el edificio al nuevo uso, especialmente con la creación de las celdas para los prisioneros y con el mismo fin también fueron transformados estos baños mudéjares, al mismo tiempo que se llevó a cabo la construcción de la capilla de la Inquisición durante el siglo XVIII. Aún así, hoy una de las partes más significativas del actual Alcázar de Córdoba son estos baños reales situados bajo el cristiano y ya citado Salón de los Mosaicos.
sala caliente en los baños mudéjares del Alcázar cristiano de Córdoba |
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