Rabat

murallas de la fortaleza de los Udaya a orillas del mar

Rabat es la actual capital de Marruecos y de la región Rabat-Salé-Kenitra. La ciudad está situada en la costa del océano Atlántico, en la orilla sur y en la desembocadura del río Bu Regreg, que la separa de la vecina ciudad de Salé. A día de hoy es la segunda ciudad que cuenta con más habitantes en el país tras la ciudad de Casablanca.

El núcleo original de la ciudad ya musulmana fue el campamento fortificado o ribat construido por el sultán almohade Abd Al-Mumin en el año 1146, aprovechando una alta pared rocosa que domina la desembocadura del río. En aquella época, la capital del imperio almohade era Marrakech. Este lugar fue base para las incursiones almohades en la península ibérica y fue bautizado como Ribat Al-Fath, traducido como Campamento de la Victoria o bien Fortaleza de la Victoria.​

En el año 1195, el nieto del citado sultán, llamado Yaqub Al-Mansur y residente en Sevilla como capital del imperio, proyectó la construcción aquí de una gran ciudad que se extendía sobre más de cuatrocientas hectáreas, rodeada de imponentes murallas y fortificaciones con cinco grandes puertas. En ella debía erigirse una gran mezquita con cuatrocientas lumnas en su afán de continuar y engrandecer la estela tras La Giralda de Sevilla y la Qutubiya de Marrakech, pero las obras fueron detenidas tras su muerte en el año 1199. De ella sólo ha sobrevivido la Torre Hasan de 44 m, con veinte menos que el proyecto original.​

vista oblicua de la Torre Hasan en Rabat

Tras la muerte del citado almohade Yaqub Al-Mansur la ciudad que él proyectase fue prácticamente abandonada y en el año 1260 el rey castellano Alfonso X el Sabio conquistó e incendió lo que quedaba en pie de la ciudad. Ribat al-Fath no llegó a albergar el número de habitantes para la que fue construida y, desde el fin del imperio almohade a finales del siglo XIII hasta el siglo XVII, su importancia decreció considerablemente. 

Contribuyó a esta decadencia la conquista de los benimerines de toda esta zona, quienes eligieron a la ciudad de Fez como su capital. De este periodo data la llamada necrópolis de Chellah, situada extramuros de la ciudad. No sería hasta el año 1610, más de tres siglos más tarde, cuando la ciudad de Rabat y su vecina Salé se revitalizaron tras la instalación de numerosos refugiados moriscos de la península ya que, en una forma de acallar las voces críticas a la corona castellana, se había emitido un bando de expulsión de moriscos dictado por el entonces rey de España y Portugal y nieto del emperador, Felipe III el Piadoso.

En la llamada Fortaleza o Qasba de los Udaya, en árabe قصبة الأوداية o Qasba al-Uday, siendo la parte más antigua de la ciudad, se instalaron la mayor parte de los tres mil habitantes del pueblo extremeño de Hornachos, que se mantuvieron unidos tras la expulsión y acabaron obteniendo del entonces sultán magrebí, Mulay Zaydan, el encargo de reconstruir y custodiar la vieja alcazaba. Otros moriscos de Hornachos, en menor número, se terminaron instalando también en las poblaciones marroquíes de Tetuán, Tánger, Fez y Chauen. 

puerta principal de la necrópolis de Chellah

Estos moriscos, principalmente de Hornachos, se asentaron en la margen izquierda del río Bou Regreg, que pasa por Rabat, entonces llamada Salé la Nueva, para diferenciarla de la otra ribera del río llamada Salé la Vieja que ocupaba la margen derecha del río que es sinuoso de orillas arenosas y aguas peligrosas que hacían difícil su navegación, y que estaba formada por antiguos musulmanes autóctonos del antiguo Marruecos, entonces llamado Berbería, y gran parte de ellos no eran árabes, sino bereberes o berberiscos.

Los hornacheros fortificaron y mejoraron la estructura de la arruinada alcazaba o Qasba y poco después llegarían otros quince mil moriscos andaluces y extremeños atraídos por la rápida bonanza económica del lugar. "Los hombres llegaron a Rabat vestidos con sus trajes caballerescos de trusa, capa y tizona al cinto; mientras las señoras lucían los vestidos a la moda de la corte de Madrid. Por ser más numerosos o estar mejor organizados, los de Hornachos se pusieron a la cabeza de los demás emigrados" nos dicen las crónicas.

Los moriscos procedentes de Hornachos constituían sin duda una comunidad compacta, bien organizada y firme mantenedora de sus tradiciones y costumbres. Los antiguos habitantes de la zona no vieron con buenos ojos la llegada en masa de los moriscos procedentes de la península ibérica, sobre todo, porque estos últimos tenían ya distintas costumbres y tradiciones, las mujeres vivían de forma más liberal, tenían una cultura más moderna y avanzada y una forma distinta de vida. Del mismo modo, hablaban una especie de dialecto que ni era árabe ni español, sino una mezcla en muchos casos de ambos idiomas. 

vista de una de las puertas de la Fortaleza de los Udaia

Los anteriores moradores de estas tierras eran bastante más conservadores y apegados a sus viejas y ancestrales costumbres y, aun cuando ambas poblaciones practicaban la misma religión, la de los moriscos de Hornachos era menos ortodoxa, no tan rígida y más abierta, de manera que los llegados no tardaron en entrar en colisión en sus relaciones sociales con los antiguos habitantes de Rabat. Por otra parte, se produjeron fricciones entre los moriscos de Hornachos y el resto de moriscos emigrados al ocupar los descendientes de Hornachos todos los cargos de responsabilidad.

En los años siguientes desarrollaron una nutrida y eficaz flota de barcos y en el año 1627, aprovechando las luchas internas de los poderes marroquíes y con el apoyo de Sidi Ayachi, el gobernador de Salé, proclamaron su independencia política fundando la República de las Dos Orillas en Rabat, conocida en Europa como Salé la Nueva, dedicada fundamentalmente a la actividad corsaria. Con esta actividad de piratería, además de obtener lucrativos botines que financiaban la vida de la comunidad, se causaba gran daño a Castilla con los barcos llegados de América.

Los moriscos de Hornachos, en definitiva, trajeron en jaque a la corona de Castilla y también a la corona de Francia ya que atacaron sus barcos durante más de cuarenta años. Desde su ubicación privilegiada les era fácil controlar el tráfico marítimo con las colonias americanas y el Estrecho de Gibraltar, hostigando costas de Ceuta y de Andalucía, con frecuencia en connivencia con el imperio otomano. También atacaban la costa berberisca, las Islas Canarias e incluso hacían incursiones en el Atlántico. 

torres y tramo de muralla en la Fortaleza de los Udaia

El quebranto para las arcas peninsulares fue grande ya que, además del refugio de Salé, su flota hacía uso de puertos del Mediterráneo como Tetuán y Argel, y del Atlántico, como Larache entre muchos otros. Sus acciones llegaron hasta las costas de Islandia y en ellas lograron apresar gran número de barcos, cuyos tripulantes y viajeros eran convertidos en cautivos y cuyas mercancías dieron lugar a un intenso tráfico comercial. Más que la fortificación, lo que hacía casi inexpugnable al puerto de Salé era la poca profundidad de las aguas del río, por lo que sólo los muy conocedores podían entrar en él.

También estos moriscos de Salé la Nueva desarrollaron su propia nave, el jabeque, modificando un tipo de barco pesquero que tenía gran maniobrabilidad y, al poseer remos, podía sortear los bancos de arena de la desembocadura del río. Desde Salé, los hornacheros seguían solicitando diversas compensaciones a la corona y, a cambio, estaban dispuestos a cesar sus actuaciones corsarias y entregar la plaza al reino aunque, tras distintas conversaciones con el rey Felipe IV el rey planeta, no llegaron a alcanzar acuerdo alguno. 

El poder de los moriscos de Hornachos terminó en el año 1666, al ser tomado el estuario por la misma dinastía que gobernaría Marruecos en lo sucesivo hasta la actualidad. Los moriscos tuvieron que declararse nominalmente vasallos del nuevo sultán, bajo la recién llegada dinastía alauí, procedente del reino de Hedjaz (actual Arabia Saudí). En todo caso, desde estas costas, mantuvieron su actividad corsaria hasta la primera mitad del siglo XIX.

puerta construida por los moriscos expulsados de la península

Desde el siglo XV hasta el XX no se concebía en buena parte de Marruecos ninguna fiesta en la que no tomaran parte músicos andalusíes, algunas de cuyas orquestas estaban subvencionadas por los propios sultanes, porque se trataba de canciones tiernas y apasionadas así como cantos que encierran toda la poesía y la emoción de los jardines de Al-Ándalus. Es creencia tradicional que cada “nuba” tiene relación con una pasión o estado de ánimo, destacando la canción llamada Ya Assafi, que encierra la melancolía de las puestas del sol vista desde la torre granadina de la Vela, y que comienza diciendo Granada, Granada, de tu poderío ya no queda nada...”. 

Puede decirse sin albergar duda que la huella del pasado morisco de la actual ciudad de Rabat es todavía hoy visible, sobre todo en la larga muralla rojiza que cierra el lado sur de la medina de Rabat. Se la conoce hasta hoy como la Muralla de los Andaluces, aunque realmente -como se ha venido diciendo- fue edificada por los miles de moriscos extremeños llegados desde la localidad de Hornachos.

Hasta bien entrado el siglo XX, cuando Rabat comienza a extenderse y absorber población de otras zonas debido a su capitalidad, fue muy importante la comunidad genéricamente llamada andalusí, y dentro de ella específicamente morisca, reconocible por sus apellidos de procedencia castellana. En el año 2004, los ayuntamientos de Hornachos y Rabat firmaron un hermanamiento debido a los citados vínculos históricos en su deseo de profundizar en lazos de amistad, respeto y conocimiento mutuos.

fortificación de la Qasba de los Udayas en Rabat

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