Las fiestas organizadas por los soberanos omeyas debieron estar marcadas por unos códigos de conducta, que invitaban siempre a la moderación y evitaban dar que hablar a propios y extraños. Así, el emir Abd Al-Rahmán II, en el siglo IX "sentía inclinación por el solaz de los convites, comiendo festivamente y bebiendo entre las mejores bromas", mientras su hijo, Muhammad, seguía en sus reuniones un cierto protocolo en lo relativo a quién ejercía como escanciador, "a quién se le llenaban las copas y cuál era el orden en que se servían las rondas".
En general, las fuentes de época omeya evidencian un poco disimulado interés por dar a estas ocasiones una imagen de contención, no sabemos si ficticia o real. De hecho, y aunque es común comparar la ciudad palatina abbasí de Samarra con la omeya de Madinat Al-Zahra, la cultura que se desarrolló en ambas cortes apenas tuvo nada que ver. En la ciudad omeya, todo cuanto transpiran los textos es oficial, solemne y con una dimensión política con un punto de rigidez del que ni siquiera escapan las elaboraciones poéticas.
En la ciudad omeya hubiera sido impensable, por ejemplo, el célebre concurso de cantoras que tuvo lugar en Samarra en tiempos del califa Al-Mutawakkil en el siglo IX y que dividió a sus habitantes hasta el punto de que los miembros de un bando y otro no se visitaban entre sí e incluso carecían de cualquier vínculo de amistad. Esto no significa que en época omeya no existieran fiestas algo más animadas que las que nos muestran las recepciones oficiales que tenían lugar en la ciudad palatina.
En el siglo X, durante la Córdoba califal de Abd Al-Rahmán III que marcó el apogeo de Al-Ándalus, gozaba de esplendor la Pascua de Ansara o fiesta del solsticio de verano, el día 24 de junio, que conmemoraba tanto la natividad de Juan el Bautista como la hazaña de Josué al detener el curso del sol para conseguir el exterminio del ejército de los Amorreos llevando el arca hasta Jericó en su conquista. Este día en Al-Ándalus destacaban las carreras de caballos, los ejercicios de destreza, disfraces carnavalescos, certámenes poéticos y las hogueras, preferentemente encendidas junto a higueras. Otras costumbres típicas de esta fecha como regar las casas y sacar los vestidos al rocío eran criticadas como propias de incrédulos.
Se conocen datos de la fiesta celebrada en la almunia de Al-Na'ura, en las inmediaciones de Córdoba, por el califa Abd Al-Rahmán III en otoño del año 940. En dicha ocasión se festejaba la finalización de la traída de aguas a la ciudad de Córdoba, siendo recompensados en ella los ingenieros que habían dirigido la obra. Otra fiesta de postín tuvo lugar en el verano de 973 en la almunia de Al-Buntilí para celebrar la circuncisión de los hijos de varios príncipes idrisíes que se habían acogido a la soberanía de Al-Hakén II. Aunque no parece que el califa asistiera, a la celebración concurrió toda Córdoba y no sólo se dio de comer a los invitados, sino que también fueron incensados y sus cabezas cubiertas con algalia.
El rey Ismail Al-Mamun, quien fue rey de la taifa de Toledo entre los años 1043 y 1075, fue el organizador de una de las más famosas fiestas de su época con motivo de la circuncisión de su hijo y heredero en el año 1063. Esta especie de presentación en sociedad de los varones a los ocho días de nacidos era esplendorosamente celebrada, con bailes y banquetes, sacrificando animales según las posibilidades económicas del padre. Posteriormente, se trasladó esta fiesta de la circuncisión a cuando el niño cumplía los ocho años.
Ibn Hazm, el célebre autor de El collar de la paloma en el siglo XI, respecto a una reunión o maylis a la que fue invitado, cuenta que encontró entre los presentes "un asunto que me resultó desagradable, guiños de complicidad que encontré repugnantes, y sospechosos apartes que se repetían una y otra vez". Aunque Ibn Hazm quiso llamar la atención del anfitrión haciendo algunas insinuaciones, éste no puso freno a la situación. Ibn Hazm no tuvo mejor idea que ponerse a recitar un poema que tildaba de asno y memo al anfitrión por no darse cuenta de que los amigos no estaban allí por la música o giná, sino por la fornicación o ziná.
Existen pruebas de las dificultades para rastrear datos sobre la evolución de las fiestas en Al-Ándalus y una de ellas la ofrece el último rey zirí de Granada, Abd Allah, contemporáneo del citado rey toledano Al-Mamun, y que fue destronado por los almorávides y exiliado en el Magreb. Allí, a finales del siglo XI, entretuvo su exilio con la redacción de unas Memorias de su linaje y reinado, inéditas en castellano hasta el año 1980. Entre sus recuerdos son escasísimas las pinceladas descriptivas de cómo eran las fiestas de la corte granadina.
Según cuenta, en las fiestas de Granada en la época zirí se practicaban carreras de caballos en la rambla y "eran mis secretarios los que solían recitar poemas en las sesiones de aparato organizadas cuando había vagar para ello, con objeto de pasar el tiempo si no había otra ocupación (...) y a ello añadía yo, tomados de obras literarias o de vidas de personajes, algunos trozos escogidos de los que se quedan en la memoria".
Por otro lado, Abd Allah cuenta en esas Memorias acerca de sus fiestas privadas "Un rey no utiliza el dinero más que para librarse de los fardos que sobre él pesan y en cuanto a que yo invitaba efebos a mis fiestas, dado que era fuerza hacer un uso moderado del vino -cosa de la que ya Allah me habrá perdonado-¿por qué tienen que ocuparse de mis libaciones y de mis convidados? no se trataba de reuniones de Estado".
En aquel tiempo, las mayores fiestas del calendario religioso de los hispano-musulmanes eran la ruptura del ayuno tras el Ramadán, en la luna nueva del décimo mes del año y la Pascua del Sacrificio, que conmemoraba el sacrificio que aceptó hacer Abraham con su hijo Isaac, celebrándolo con la muerte de carneros en grandes banquetes.
Como los habitantes de Al-Ándalus, tras la conquista musulmana, tenían ya arraigadas sus tradiciones festivas cristianas, había varias fiestas del calendario que se celebraban conjuntamente entre las cuales cabe destacar la circuncisión del profeta Jesús el hijo de María, al séptimo día de su nacimiento, así como el Jueves Santo, llamado por los sirios jueves del arroz o de los huevos, porque se comían en esta fecha tales manjares.
aljibes de Jairán en Almería, hoy Peña Flamenca El Taranto |
Del mismo modo, de la mencionada natividad de Juan el Bautista o Pascua de Ansara cabe señalar que en Granada gozaba de un fenómeno particular. Según documentos anteriores al siglo XIII, en el cerro que domina el barrio del Albayzín había una ermita cristiana, una fuente y un olivo. Al despuntar el sol el 24 de junio aumentaba el caudal de la fuente y florecía el olivo y la muchedumbre que subía en romería "toman cuanto pueden de aquellas aceitunas y de aquel agua, guardando lo uno y lo otro para sus remedios y así se consiguen entre ellos grandes beneficios". Actualmente se sigue celebrando la romería al cerro del Albaycín, en honor al arcángel Miguel y un rito imprescindible es beber de la fuente.
Entre las fiestas conjuntas entre ambas religiones (islámica y cristiana) destaca también la natividad de Jesús, profeta para la primera e hijo de Dios para la segunda. Tan arraigada estaba esta fiesta entre la población andalusí que provocó el asombro de Abu Al-Qasim Al-Azafí, rey independiente de Ceuta a finales del siglo XIII. Instauró este rey la fiesta del nacimiento del profeta Muhammad en sustitución de la Jesús, arrinconando así la navidad al interior de los hogares cristianos en el occidente musulmán. En esta nueva fiesta, llamada Mawlud, competían los poetas con versos y casidas elogiosas para el profeta y el monarca reinante, en el precedente de lo que serían los villancicos.
Cuando sólo permanecía musulmán el reino nazarí de Granada en la península, a mediados del siglo XIV, el sultán Yusuf I firmó una tregua con los cristianos y se volcó en reglamentar la vida de sus súbditos. Así, para uniformar el culto proclamó unas ordenanzas en las que se incluía "las fiestas para celebrar las Pascuas de la ruptura del ayuno y de las víctimas han sido causa de alborotos y escándalos. Cuadrillas de hombres y mujeres circulan por las calles arrojándose aguas de olor y persiguiéndose con tiros de naranjas, limones dulces y manojos de flores, mientras tropas de bailarines y juglares turban el reposo de la gente piadosa con zambras de guitarras y de dulzainas, canciones y gritos, por lo que se prohíben tales excesos".
Del mismo modo, Yusuf I ordenaba "Siendo las calles y plazas lugares impropios para rogar a Allah, se prohíbe hacer en ellas procesiones ni rogativas, en tiempos de sequía (deberán salir al campo)". Durante el reinado de este sultán, ocupó el cargo de visir el historiador y poeta Ibn Al-Jatib, quien refleja las costumbres populares dejando escrito "Los días festivos son hermosos de ver en esta ciudad, dando ocasión para la composición de versos y poesías, resonando el canto por todas partes, y hasta en los bazares, donde concurre gran muchedumbre de jóvenes", añadiendo que en tales días se comía pan de trigo, frutas, uvas y frutos secos.
presentación de dátiles en comida andalusí |
También según Ibn Al-Jatib "Es costumbre trasladar al campo su domicilio, para pasar la Pascua del otoño en vendimia, así como también el salir a regocijarse a las campiñas con los hijos y familiares, si bien yendo prevenidos y confiados en su valor y en sus armas", se supone por miedo a incursiones de los cristianos fronterizos. En otra ocasión habla del Valle de la Plata, cerca del Generalife, donde "destinado a lugar de recreo y esparcimiento estaba el palenque abierto en el que los caballeros, así moros como cristianos, solían ventilar sus recíprocos agravios y querellas, la plaza de torneos, corridas de toros con perros alanos y otras fiestas".
Estos toros o vacas salvajes eran atacados primero con fuertes perros alanos, que se colgaban de las orejas como si fueran pendientes, restándoles vigor (en función parecida a la de los actuales picadores), para entrar luego en la lidia los hombres, que solían montar a caballo y emplear el rejón. También menciona Ibn Al-Jatib el juego Al-Tabla, consistente en un blanco de madera colgado en el aire, contra el que los caballeros tiraban sus lanzas.
En el siglo XIV, ingredientes imprescindibles de las fiestas eran el vino y el hashish. Respecto al vino de Málaga, diría el poeta granadino Ibn Sadra "En esta tierra puede ser lícito beber vino a pesar de estar prohibido. Y si el fuego del infierno será nuestro castigo, en un día frío como éste el infierno parece delicioso", mientras que, para el también poeta Ibn Jamis, el hashish era preferible. Aunque hay escasez de datos sobre las fiestas en Al-Ándalus, ya que no fueron recogidas por cronistas cristianos y se perdieron las fuentes de información directas, es destacable el reciente hallazgo de un calendario manuscrito granadino que ilumina ciertos aspectos de la vida popular en la Granada nazarí.
Son escasos los tratados populares donde los astrónomos musulmanes asociaron un sistema de combinaciones astrológicas de la India con otro propio, para previsiones meteorológicas y agrícolas, en almanaques anuales. En occidente tan sólo se conserva uno en Córdoba, escrito en el siglo X y otro marroquí, del siglo XIV, basado en él. El citado escrito granadino se escribió en el siglo XV y para el cómputo del tiempo se emplea el calendario romano juliano, mientras que para las fiestas se sigue otro calendario lunar.
toro de lidia en los actuales campos de Andalucía |
En dicho manuscrito, se añaden consejos prácticos y creencias populares, constituyendo un complejo religioso-técnico-moral para cubrir las necesidades de los agricultores islámicos. Así, sabemos que se conmemoraba entre los nazaríes de Granada el 1 de enero como Noche del destino y el día 6 de enero como Día bendito. El día 10 de enero se recordaba la muerte de Abu Bakr, quien fue suegro del profeta Muhammad y sucesor suyo, y el día 12 la muerte del señor Umar, califa conquistador de Siria, Palestina, Persia y Egipto. El día 14 de enero estaba dedicado al profeta Jesús -para los cristianos Jesucristo- y el día 15 "salen los caballos".
El día 3 de febrero está marcado como Día bendito y Allah es más sabio y, por su parte, el día 8 del mismo mes aparece como Día nefasto y también Allah es más sabio. El día 8 de marzo conmemora el nacimiento de Moisés y se hace constar que la paz sea sobre él y el día 18 se vendió a José. El día 23 de marzo es la Fiesta de la Ruptura del ayuno, siendo un día variable y el día 30 marca el final de la fiesta. El día 11 de abril muere Adán, marcando también la paz sobre él y el día 17 de abril se reveló el evangelio. Por desgracia, a partir del mes de mayo el manuscrito granadino aparece incompleto, sin apenas detalles.
Por las fiestas anteriores se pueden establecer curiosas relaciones, como la permanencia festiva del 1 y 6 de enero, el cambio del José del antiguo testamento por el José esposo de María un día después y es posible que San Marcos, el evangelista de la liturgia católica, tenga que ver con la fiesta nazarí ocho días anterior. También destaca el recuerdo de la muerte de Adán, el primer hombre, ya desde hace tiempo olvidada.
Por otra parte, para el romancero morisco, un elemento esencial de toda fiesta nazarí era el Juego de Cañas, asimilado en los reinos cristianos de tal modo que fue luego, junto con las corridas de toros y las comedias, la diversión más extendida entre la población. Se sabe que aún subsistió en Andalucía hasta principios del siglo XIX, aunque hoy día tan sólo quede su recuerdo en la frase "las cañas se tornaron lanzas" y en algunas representaciones actuales de moros y cristianos.
caballo en las Caballerizas Reales de Córdoba |
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