Madinat Al-Zahra

vista nocturna del interior de la Casa de los Visires

Medina Azahara, castellanización del nombre en árabe, مدينة الزهراء o Madīnat al-Zahrā' que se traduce al castellano como la Ciudad Brillante, fue una ciudad palatina o áulica que mandó edificar el primer califa de Córdoba, Abd Al-Rahmán III, en el año 936, situándose a unos 8 km en las afueras de la hasta entonces medina emiral de Córdoba. La encontramos en dirección oeste y a los pies de Sierra Morena, en el Chabdál Al-Arus o Monte de la Novia y los principales motivos de su construcción fueron de índole político-ideológica.

Por una parte, la dignidad de califa de algún modo exige la fundación de una nueva ciudad, símbolo de su poder, a imitación de otros califatos orientales y, sobre todo, mostraba su superioridad sobre su gran enemigo, el recién instaurado califato fatimí de Ifriqiya, en la zona norte del continente africano. Además de oponentes políticos, eran también enemigos en cuanto a lo religioso ya que los fatimíes, chiíes, eran enemigos de los omeyas, mayoritariamente de la rama islámica suní y, por tanto, descendientes del profeta Muhammad.

La ciudad palatina se convirtió en símbolo de la independencia del soberano omeya frente a los califatos islámicos orientales, el abbasí de Damasco y el fatimí de Egipto. Con la construcción de esta ciudad, Abd Al-Rahmán III afirmaba que asumía con todo merecimiento el título de califa y lo que con ello comportaba. En el año 929 se autoproclamaba máximo dirigente político y religioso del islam como sucesor del profeta Muhammad y príncipe de los creyentes y, como tal, le correspondía gobernar y habitar en una edificación monumental que correspondiera con la grandeza y simbolismo de su dignidad.

arco califal de acceso a Madinat Al-Zahra

Respecto al origen del nombre podría provenir del nombre de su esposa más querida, Zahara, el cual significa la Flor, quien le inspiró construir una hermosa ciudad extramuros de Córdoba, una ciudad que llevaría el nombre de la amada y se convertiría en la Ciudad de Zahara o de la flor (de azahar). Pero esto es más leyenda que realidad ya que Al-Zahra, como ya se dijo, también significa La Brillante, palabra que está emparentada a otras que, en esa lengua, significan “Venus” o la misma “flor”, por lo que simplemente puede hacer referencia a la nueva y brillante ciudad del califa.

El sitio de su ubicación sin duda fue elegido por los extraordinarios valores del paisaje, permitiendo desarrollar un programa de construcciones jerarquizadas y en terrazas, de tal manera que la Ciudad Brillante y la llanura extendida a sus pies quedaban física y visualmente dominadas por las edificaciones del alcázar. Su implantación en el territorio generó una red viaria e infraestructuras hidráulicas y de abastecimiento para su construcción, conservada en parte hasta la actualidad en forma de restos de caminos, canteras, acueductos, almunias y puentes.

Aprovechando perfectamente el desnivel del terreno en el que se encuentra situada, la ciudad palatina de Madinat Al-Zahra fue distribuida principalmente en tres terrazas. De este modo, el recinto de la ciudad adopta un trazado rectangular, frente a la idea laberíntica y caótica característica del urbanismo musulmán que encontramos en otros lugares. La topografía del terreno, en definitiva, jugó un papel determinante en la configuración de esta ciudad palaciega. 

vista aérea de las terrazas en el yacimiento de Madinat Al-Zahra

Su emplazamiento sobre la falda de Sierra Morena permitió diseñar un programa urbano, en el que la ubicación y la relación física entre las distintas construcciones resultaran expresivas del papel de cada una de ellas en el conjunto del que forman parte. De esta forma, el palacio califal o Casa Real de Abd Al-Rahmán III el Victorioso se ubica en la parte más alta de la ciudad, escalonando sus edificaciones por la ladera de la montaña, en una situación de clara preeminencia sobre el caserío urbano y la mezquita aljama, extendidos por la llanura.

Siguiendo la disposición en terrazas, por tanto, encontramos que la primera corresponde a la zona residencial del califa con la Casa Real o Dar Al-Mulk así como el llamado Patio de los Pilares, seguido por la zona oficial (casa del ejército, cuerpo de guardia, Salón Rico, dependencias administrativas, Jardín Alto y Bajo, etc.) para finalmente albergar a la ciudad propiamente dicha (viviendas, diversas artesanías, mercado, etc) y a la mezquita aljama, separadas de las dos terrazas anteriores por otra muralla específica para aislar el conjunto palatino.

El gran pórtico califal hoy visible era la entrada original en el lado oriental al recinto del alcázar, estando situada frente a la Plaza de Armas.​ Originalmente, este pórtico estaba constituido por quince arcos, siendo el arco central de herradura y los otros catorce arcos escarzanos.​ Posteriormente fue remodelado, eliminándose varios de los arcos más septentrionales del pórtico.​ El pórtico en su forma original tenía unas dimensiones aproximadas de 111 m de largo, casi 3 m de ancho y más de 9 m de alto.

vista general del pórtico de entrada a la ciudad palatina

La Madinat Al-Zahra estaba fortificada, con lo cual muchos soldados residirían también en este lugar. Esto atraería a su vez negocios como depósitos de armas y forja, comedores, clínicas y almacenes de víveres junto a todo aquello que acarrea un día a día. Los mercaderes no tardarían en llegar, por tanto, impulsados por la esperanza de lograr negocios lucrativos, dando lugar a la aparición posterior de tiendas y zocos en la ciudad. Las fuentes musulmanas señalan que en la construcción de esta ciudad llegaron a trabajar más de diez mil obreros.

También es sabido que a diario se colocaban seis mil sillares y se gastaban cerca de cuatrocientas cargas de yeso y cal, transportadas por mil quinientas acémilas. En el año 941 se inauguraba la mezquita aljama de la ciudad, mientras que el traslado del califa y los distintos órganos de gobierno se produjo en el año 945. Las comunicaciones con Córdoba se realizaron mediante una importante infraestructura viaria de la que conocemos, al menos, dos caminos. Uno de ellos, del que aún quedan restos visibles, daba acceso directo al alcázar por su lado norte y el otro penetraba en la ciudad por su frente meridional.

Se conserva el camino de Ronda Bajo, siendo en origen una vía de comunicación entre los niveles bajos de la medina y las terrazas superiores. Con la construcción del Salón de Abd Al-Rahmán III, a mediados de la década de 950, este camino perdió esa función, pero se acondicionó como acceso por el oeste a dicho edificio. Ocupa todo el frente norte del sector occidental del Jardín Alto, extendiéndose hacia el oeste y cerrando el lado norte del Jardín Bajo. Se trata de una calle cubierta con bóvedas de cañón, segmentada por varias puertas a lo largo de su recorrido y organizada en dos tramos de rampa que asciende hasta alcanzar el nivel de las construcciones de palacio.

inscripción en azulejos ante el acceso al yacimiento

Todos los paramentos internos de este camino de Ronda Bajo van enlucidos con mortero de cal y arena cuya superficie se decora con un despiece fingido de sillería aparejada a soga y tizón. En algunos puntos conserva también ornamentación de tema geométrico. Se trata de la única calle de comunicación interna del palacio que conserva íntegramente las bóvedas de algunos de sus tramos. Esta circunstancia la convierte en especialmente importante para el conocimiento de los sistemas constructivos empleados durante la época califal en las cubiertas de los edificios.

La llamada Casa Real o Dar al-Mulk se sitúa en la terraza más alta del alcázar, recibiendo este nombre debido a que se cree que en estas estancias era donde habitaba el califa Abd Al-Rahman III.​ El edificio se compone principalmente de tres crujías paralelas entre sí y de una parte delantera en su parte meridional, no conservada en la actualidad, que tenía una escalera situada en cada extremo para permitir bajar a la terraza inferior del alcázar.​ Pese a los saqueos sufridos, aún se conserva la abundante decoración en sus muros así como la solería de barro cocido.

Los textos literarios e históricos se hacen eco de las cuantiosas manos y sumas de dinero dedicadas a su construcción, de los enormes trabajos realizados al efecto, de su monumentalidad y esplendor artístico -hasta en el menor detalle- y del lujo y la ostentación que el califa cordobés desplegaba en las recepciones y ceremonias que se celebraban con frecuencia en Madinat Al-Zahra, pues de hecho la administración y la corte se trasladaron desde el alcázar de Córdoba hasta esta nueva sede. 

interior del llamado Salón Rico para recepciones

En su Salón Rico serían recibidos en protocolo, diversos reyes cristianos (entre ellos quizá García Sánchez I de Pamplona, primo del califa Abd Al-Rahmán III, aunque sólo consta su visita al campamento califal de Calahorra en el año 934), embajadores del emperador de Germania de la dinastía sajona, etc. Los salones de Embajadores siempre estuvieron integrados en la zona oficial destinada a la actividad política y a la recepción de personalidades. En este caso, encontramos dos salones en el alcázar omeya: el Salón Occidental y el Oriental, asociados ambos a sus correspondientes jardines. No en vano, el lujo y la belleza de esta ciudad causaron verdadera admiración y asombro ante cuantos la contemplaron en su época de esplendor. 

Este Salón Rico presenta en total cinco naves. Las naves extremas quizá tuvieran cúpulas y fueran lugares de honor, mientras que las tres centrales están comunicadas mediante columnas de mármol. Si en algo destaca el citado Salón Rico es por su fastuosa decoración y de ahí el nombre por el que hoy en día se conoce a este espacio. En primer lugar hay que destacar el constante uso del arco de herradura califal con policromía bicolor y con la tan característica alternación de dovelas en rojizo y en tonos carne provenientes de la piedra arenosa original, muy semejantes a las existentes en la mezquita aljama de Córdoba

Los arcos califales del Salón rico están sostenidos, a su vez, por columnas de mármol de primerísima calidad que alternan los tonos de color rosados con los azules claros, produciéndose de este modo un curioso juego de colores en gran armonía. Los fustes de las columnas aparecen rematados por los característicos capiteles de avispero desde los que arrancan los arcos de herradura, produciéndose un curioso y armónico juego de color. Las dovelas aparecen decoradas con ataurique y con pintura a la almagra.

vista aérea del llamado Patio de los Pilares en el palacio califal

Torres Balbás, uno de los padres de la restauración monumental en España, se refiere así a las ceremonias aquí celebradas: "Tras subir entre apretadas filas de soldados ricamente uniformados, provistos de brillantes armas y en perfecta formación, llegaban monarcas y embajadores al salón oriental de Madinat Al-Zahra, abierto a una terraza, cuyos muros cubrían ricas alfombras. Al fondo, sentado sobre almohadones y rodeado de todos los dignatarios de su brillante corte, aparecía el califa. Semejante a una divinidad casi inaccesible. Ante él se postraban en tierra y el soberano, con insigne fervor, les daba a besar su mano”.

Por otra parte, uno de los conjuntos más importantes ubicados en la ciudad palatina califal alberga al ahora llamado Patio de los Pilares. Aún no conocemos con precisión cuál pudo ser la función y el uso al que estuvo destinado este Patio de los Pilares, aunque su posición central en el sector privado del palacio del califa Abd Al-Rahmán III, próximo a las residencias califales, parece indicar un carácter también residencial. Esta apreciación también está motivada desde el punto de vista arquitectónico, ya que se trata de uno de los conjuntos más destacados entre las construcciones de la ciudad. 

Está rodeado por pilares cuadrados cuadrangulares y, excepto en su lado sur, a su alrededor aparecen salas rectangulares con alcobas en sus extremos. Frente a las dos salas situadas dentro de la crujía occidental existe, reutilizado como pila de agua, un antiguo sarcófago romano donde aparece el relato mitológico griego de la caza del jabalí por Meleadro y Atalanta. Estas dos salas presentan un suelo diferente al de las demás y al del patio. En aquellas son losas de mármol blanco, lo que quizá señala su mayor importancia, y en el resto son losas de caliza violácea. En el extremo norte de la anterior crujía, existe una importante escalera que comunicaba con la desaparecida planta superior. Y en el ángulo noreste, tras un pequeño patio, aparecen dos letrinas.

edificio basilical superior o Casa de los Visires

Por su parte, la llamada Casa del Ejército o Dar Al-Yund, Casa de los Visires o Dar al-Wuzara, así como -de forma más genérica- Edificio Basilical Superior, está situado en la parte oriental del alcázar de Madinat Al-Zahra. Este gran salón debió ser la sede de uno de los órganos de administración del Estado califal a finales del califato de Abd Al-Rahman III. Tiene, como su actual denominación lo indica, una planta basilical constituida por cinco naves, más una sexta nave perpendicular a las anteriores en su lado sur, siendo las dos extremas secundarias. 
 
De esta Casa de los Visires o Edificio Basilical Superior resulta también difícil definir con precisión su funcionalidad concreta (como también ocurre con el ya citado Patio de los Pilares). Aun siendo así, para algunos autores, este gran edificio -al estar situado en el sector oficial del alcázar palatino- pudo muy probablemente albergar la muy importante Casa del Ejército o Dar Al-Yund. El suelo original de este Edificio Basilical Superior o Casa de los Visires, que aún se conserva, era de ladrillo.​ 

Cabe señalar que los muros de esta Dar Al-Yund estaban pintados de blanco y el zócalo en almagra, siendo ambos colores utilizados también en la decoración de los arcos. Las columnas, por su parte, alternan fustes de colores rojo y gris, estando los de color azul coronados por capiteles de avispero y los de color rojo por capiteles compuestos. Las naves dan a un pórtico transversal, a medio camino entre la arquitectura interior cerrada y la arquitectura abierta al jardín semi-protegido. Este modelo no se repite en el arte islámico, obedeciendo al esquema de basílica romana o de mezquita perpendicular.

muralla occidental del Jardín Alto en Madinat Al-Zahra

Su patio es enorme y se decoró con mármoles brillantemente pulidos, acordes a un salón de recepción de muchedumbres, según las fuentes. A este gran espacio se lo llamó azotea, entendiendo como tal un lugar llano y luminoso, como posible recuerdo del Templo de Salomón también llamado Primer Templo en la narración bíblica. A la zona de recepción se accedía desde una gran estructura de arco con alfiz respaldado por otros más pequeños. Es posible que encima del que fue arco central hubiera una pequeña tribuna desde la que el califa omeya presidiera algún acto.

Por otra parte, el alcázar de Madinat Al-Zahra cuenta con dos recintos ajardinados con una planimetría axial y adyacentes entre sí, denominados Jardín Alto y Bajo.​ El Jardín Alto, más oriental, se encuentra justo delante y a la misma altura del Salón rico.​ En su centro se halla un edificio conocido como Pabellón Central, que se encuentra rodeado de cuatro albercas de uso tanto decorativo como funcional para el riego de los jardines. Este Jardín Alto está rodeado de murallas en su lateral oriental, meridional y occidental. Adyacente a dicha muralla occidental, pero a una altura varios metros inferior, se encuentra el Jardín Bajo, que aún no ha sido excavado en su totalidad. 

En cuanto a dicha muralla occidental se desconoce su función al igual que el resto del cerramiento, aunque no parece ser tanto defensiva como de sostén de la enorme terraza artificial sobre la que se dispone el jardín frontero al Salón de Abd Al-Rahmán III. Constituye, desde luego, el elemento principal de separación de los jardines Alto y Bajo. Dicho de otro modo, el Jardín Alto está rodeado de un sólido muro que eleva el conjunto formado por el Salón Rico y el propio jardín en forma de podio sobre los edificios de la terraza inferior, salvando una diferencia de más de doce metros.

detalle de columna califal con capitel de avispero

Por su parte, la Puerta norte se abre en el centro de la muralla septentrional y es el punto de llegada del denominado camino de los Nogales, la vía de comunicación directa con la ciudad de Córdoba en la época califal y a través de la cual se abastecía el alcázar de provisiones. La puerta presenta una disposición acodada siendo una estructura común en la arquitectura militar para facilitar la defensa de la misma, a lo que se añadía el habitáculo del cuerpo de guardia desde donde se controlaba el acceso. La torre anexa servía para acceder al adarve de la muralla, siendo éste el camino en el que se hacía la ronda. 

Esta Puerta norte así como el resto de la muralla está constituida de sillares de piedra bien formados colocados a soga y tizón. Con el paso de los siglos, el expolio hizo que se perdieran, entre otros, los sillares de esta Puerta norte, de tal modo que hoy lo que vemos es una reconstrucción parcial realizada en los años treinta del pasado siglo. Por su parte, la llamada Calle en Rampa está formada por dos tramos y se trataba de un espacio cubierto por una techumbre abovedada, con bancos de piedra adosados a ambos lados del camino a todo lo largo del recorrido y varias puertas que lo dividían en diferentes secciones. 

Esta Calle en Rampa, con un cambio de dirección de ciento ochenta grados, desciende desde el patio situado delante de la Casa de los Visires o Edificio Basilical Superior hasta el gran pórtico. El suelo original de esta calle, pensado para el paso de caballerías, estaba formado de cuadrados de piedra oscura de la sierra insertados entre sillares de piedra caliza. El ceremonial de recorrido movilizaba a casi todo el personal de palacio, que se situaba al paso de la comitiva cubriendo todo este trayecto comprendido en el protocolo para recibir a las nobles visitas.

espléndido ejemplo de arco de época califal en Madinat Al-Zahra

La mezquita aljama de esta Madinat Al-Zahra, saqueada y derruida, se encuentra fuera del recinto amurallado, al este del ya citado Jardín Alto. Se considera que la mezquita fue uno de los primeros edificios construidos en la ciudad palatina, entre los años 936 y 941. Se trataba de la mezquita principal de la ciudad y, por tanto, donde el califa omeya o la persona en quien delegara dirigía la oración comunitaria de los viernes. Puede decirse que esta mezquita aljama fue la primera de Al-Ándalus cuya orientación hacia La Meca es correcta, siguiendo el modelo de la mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén (también de construcción omeya, siglo VIII).

Existía un pasadizo o sabat cubierto desde el alcázar hasta la maqsura, para el acceso del califa. Sólo el espacio de la maqsura, reservado al califa, se pavimentó con losas de barro, cubriéndose con esteras el suelo terrizo del resto del oratorio. El alminar es de planta cuadrada vista desde el exterior y de planta octogonal en su interior, ubicándose junto a la puerta del acceso al patio, algo que también imita a la mezquita aljama de Córdoba aunque, como se ha dicho, esta mezquita se construyó bien orientada hacia La Meca.​ En cuanto a la decoración en esta mezquita, se usarían capiteles sin apenas relieves así como almenas como elemento ornamental. Su planta se divide en dos partes principales, la sala de oración y el patio de abluciones. 
 
La sala de oración consta de cinco naves longitudinales, separadas por arquerías formadas cada una por ocho arcos de herradura perpendiculares al muro de la qibla, lugar donde se sitúa el mihrab.​ El patio de abluciones se encuentra porticado en tres de sus lados.​ Cabe señalar que no sería ésta la única mezquita en esta ciudad. Mientras ésta estaba reservada principalmente a la oración de los viernes, coexistían tres templos más como mezquitas de barrio y de las cuales tan sólo se ha excavado hasta hoy una al lado de la muralla sur. También merece la atención los restos existentes entre la mezquita y el sabat, los cuales pertenecen a tres viviendas que, posiblemente, fuesen utilizadas por el personal de servicio del templo.

vista de la mezquita aljama en Madinat Al-Zahra
 
Lamentablemente, poco menos de cien años después de la fundación de la ciudad, todo este conjunto monumental y fastuoso quedó reducido a un inmenso campo de ruinas, pues fue destruido y saqueado por los bereberes en el año 1010 como consecuencia de la guerra civil o fitna que puso fin al califato de Córdoba y dio comienzo a los llamados reinos de taifas. También parece que sufrió el mismo expolio otra ciudad, esta vez al este de Córdoba, llamada Madinat Al-Zahira o La más Resplandeciente fundada por Almanzor. 
 
El coloquialmente conocido como Almanzor, quien fue hayib del joven califa Hisham II, habiendo mantenido en jaque a los ejércitos cristianos del norte y en el esplendor de su gobierno decidió fundar Madinat Al-Zahira que sería símbolo del poder del califato. Fue, por tanto, una ciudad que contó también con gran relevancia en su época y que, aunque aún no se ha localizado, aparece nombrada en las crónicas de la época califal. A la muerte de Almanzor en el año 1002, quien había sido el artífice del mantenimiento de la gloria del último califa, se sucedieron más de dos décadas de problemas sucesorios.

Estos problemas en la sucesión conllevaron al declive y finalmente a la desaparición del poder califal ya que los descendientes del califa Al-Hisham II, en definitiva, no consiguieron asegurar el orden ni el progreso que antes se había conseguido bajo los gobiernos anteriores. De hecho, el mismo Hisham II mantuvo el trono entre los años 976 y 1009, dominado por Almanzor y sus hijos y, entre los años 1010 y 1013, ya en plena fitna. No cabe duda que el esplendor de Córdoba transcurrió bajo el mando del primer califa Abd Al-Rahmán III así como de su hijo y sucesor Al-Hakén II, habiendo disfrutado ambos de la brillantez de Madinat Al-Zahra. 

vista de lienzo de muralla en Madinat Al-Zahra

En definitiva, los saqueos, los enfrentamientos y los incendios que llegaron tras la caída del califato destrozaron la que fue la ciudad más bella de Occidente. Según dejó escrito el famoso poeta cordobés Ibn Zaydun que participó en la llegada al trono del califa Abu Al-Hazm Ibn Al-Yahwar, dando paso del califato a la taifa de Córdoba, "¿Podrá un exiliado volver a Al-Zahra después de que el alejamiento haya agotado sus últimas lágrimas? Ese lugar de reposo recuerda al paraíso celeste, pues el joven que en él se encuentra no siente el sufrimiento de la sed ni tiene que exponerse al ardor del sol".

Después de la fitna o guerra que trajo la destrucción del califato cordobés, el saqueo y el desmantelamiento de la ciudad prosiguieron en años sucesivos, pues esta ciudad fue utilizada como cantera artificial para la construcción de otras edificaciones posteriores en las capitales almohades, como fue el caso de Sevilla y Marrakech, así como en las catedrales de ciudades cristianas como Braga, Gerona o Tarragona. Cuando el rey cristiano Fernando III l Santo conquista la ciudad de Córdoba, en el año 1236, sólo quedan en este lugar ruinas esquilmadas de la que había sido la lujosa ciudad palaciega y auténtico centro del poder califal.
 
Aún así, todavía sus ricos materiales formaron parte de la construcción del Palacio Mudéjar del rey cristiano Pedro I el Cruel (siglo XIV) en el Real Alcázar de Sevilla. Y, posteriormente, numerosas piedras de esta ciudad terminaron siendo utilizadas a comienzos del siglo XV en la construcción del Monasterio de San Jerónimo de Valparaíso, de estilo gótico y ubicado también en Sierra Morena, muy cerca de esta ciudad califal. A partir de entonces, Madinat Al-Zahra fue cayendo progresivamente en el olvido hasta que sus restos pasaron a ser conocidos con el nombre de Córdoba la Vieja.

detalle de columna de avispero

De esta ciudad también hay que entender que, aunque se trata en esencia de un yacimiento arqueológico, desde un punto de vista artístico se trata de uno de los complejos monumentales más originales dentro de la arquitectura hispano-musulmana y del arte islámico en general. Esto se debe a que ni su estructura ni su ornamentación han sido alteradas con modificaciones posteriores, de modo que los restos exhumados por las excavaciones nos permiten tener una idea muy aproximada a la forma que tuvo en su época.

Actualmente se ha excavado solo un diez por ciento del total de la superficie intramuros de la ciudad, correspondiendo gran parte al núcleo central del alcázar y a la mezquita, aunque los últimos trabajos de excavación se están centrando ahora en áreas no correspondientes al complejo palaciego. Concretamente, las nuevas campañas arqueológicas se han ido sucediendo con nuevos hallazgos que han hecho replantearse las dimensiones del conjunto, centrándose especialmente sobre el sector sur de las murallas, un punto donde están apareciendo los hallazgos más importantes. 

La Casa de Yafar, donde se cree que habitó Yafar Ibn Abd Al-Rahman, el primer ministro o hayib del califa Al-Hakén II entre los años 961 y 972, fue una de las restauraciones integrales más exitosas que se han hecho en el yacimiento arqueológico de Madinat Al-Zahra. Se llevó a cabo la delimitación de la vivienda después de hacer una exhaustiva investigación sobre el mármol, donde se recuperaron más de doscientas losas de pavimento, pinturas murales, una pila y sobre todo, la portada monumental que se eleva en el lado oriental del patio que precede al ámbito oficial o de trabajo de la vivienda. 

portada occidental de la Casa de la Alberca

También se intervino sobre la llamada Casa de la Alberca, al oeste de la Casa de Yafar, donde se cree que podrían haber estado las dependencias de Al-Hakén II cuando era aún heredero, y donde se ha estudiado con gran precisión el baño, de unos 80 m2, de cara a una futura restauración. Esta casa está situada frente al Salón Rico y una vez concluida su restauración, se le añadirá la tan característica lámina de agua andalusí, recuperando de este modo el primer complejo hidráulico de la ciudad. De hecho, en su jardín habría una división lineal de los parterres y una pila con escaleras de bajada de cierta profundidad, pudiendo emplearse para el baño o para la reserva de agua. 

Se conservan dos de las arquerías de esta Casa de la Alberca que cierran los lados más pequeños del que sería el jardín, formadas cada una por tres arcos de herradura que estaban profusamente decorados con ataurique, estando los del centro apoyados sobre columnas y los dos laterales sobre pilastras.​ Cabe mencionar que el modelo de esta construcción parece directamente importado de Oriente, dado que en el Palacio de Vjaydir, de la etapa abbasí en Jordania y datado a mediados del siglo VIII, se puede encontrar un patio central con doble pabellón afrontado y un pórtico que se abre al jardín. 

La portada occidental de esta Casa de la Alberca, por tanto, cierra los dos lados menores del jardín central. Esta portada está enteramente cubierta de ornamentación labrada y ocupa el lado oeste del jardín de la vivienda, constituyendo la fachada de las amplias estancias dobles dispuestas en este costado, repitiéndose esta organización de idéntica forma en el costado oriental. En la organización decorativa podemos apreciar que se distinguen dos partes. La zona inferior, a ambos lados de la arquería, estaba ocupada por tableros de tema vegetal, que aún no se han restituido en su oposición originaria. 

columnas con capitel de avispero y portada de la Casa de la Alberca

En la franja superior se desarrolla el guarnecido de los arcos, con la habitual distinción entre dovelas lisas y decoradas, arquivoltas y albanegas ocupadas por roleos u hojas de acantos y palmetas. La composición cierra con un amplio alfiz de tema geométrico. La particularidad de esta Casa de la Alberca estriba en ser la única edificación de carácter residencial conocida hasta ahora que organiza sus estancias en torno a un jardín central, en el cual había una alberca que le ha terminado dando nombre a los restos que hoy vemos de este edificio.

Por su parte, las caballerizas del alcázar fueron construidas para acoger alrededor de treinta caballos que estarían al servicio para la disponibilidad de altos cargos de la administración de la ciudad. Divididas en dos partes, la zona del este cumplía la función propia de guardar los animales, habiendo un espacio superior construido probablemente a modo de pajar o para su mantenimiento. Por su parte, la zona del oeste estaba al aire libre y contaba con suelo de piedra. Esto, junto a la existencia de los desagües, hace pensar que servía para llevar a cabo la limpieza de las cuadras.

Puede decirse que la morfología y concepción que se tenía sobre esta espléndida ciudad califal va cambiando poco a poco a lo largo de los años. En el año 2007 tuvo lugar el hallazgo excepcional de la ya mencionada mezquita aljama, situada a más de 1 km de la zona noble de la medina y más tarde se localizó una impresionante calzada de época islámica, única en su género en la península, así como las plantas de lo que se intuyen como barriadas de viviendas destinadas a lo que pudo ser la clase popular, junto a las que se encontraron innumerables fragmentos de restos cerámicos de uso cotidiano. 

vaso de vidrio encontrado en la red de saneamiento
 
Cabe destacar, entre estas piezas cerámicas, un recipiente zoomorfo de cerámica modelado a torno, con vidriado exterior blanco y decoración en verde y manganeso, de mediados del siglo X. Y, además de las piezas de cerámica, también en esta ciudad se han encontrado piezas de vidrio. En concreto, en la red de saneamiento de Madinat Al-Zahra, junto con otros objetos de vidrio apareció una vaso de vidrio tallado, datado también en el siglo X, con unas dimensiones de 7,4 x 7,4 cm. 

A día de hoy continúan llevándose a cabo trabajos en este yacimiento arqueológico y recientemente se ha excavado en la zona de la llamada Plaza de Armas. Esto ha supuesto un trabajo arqueológico importante, pero que finalmente ha dado sus frutos. Del mismo modo se está tratando de averiguar, con la mayor rigurosidad posible, la verdadera extensión de lo que fue esta ciudad palatina ya que se intuye, pero aún no se ha conseguido fijar de manera definitiva.

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