La Jara

transcurso del río Uso en La Jara, actual provincia de Toledo

La comarca de La Jara, situada actualmente a caballo entre las provincias de Toledo y Cáceres, es un claro ejemplo de región poco estudiada y gran desconocida, pero que sin embargo posee un patrimonio histórico tan rico como original. Su principal jalón geográfico es el río Tajo, obstáculo natural que delimita la frontera septentrional de la comarca, habiendo constituido en la práctica un factor determinante en su desarrollo histórico. 

El resto de los límites de esta comarca resultan menos evidentes, pudiéndose citar los valles de los ríos Guadarranque y Gualija por el oeste y el sur, la línea entre Toledo y Ciudad Real al sureste y los términos municipales de las localidades toledanas de Malpica de Tajo y San Martín de Pusa hacia levante. Asimismo se debe destacar la presencia de una larga cadena de sierras erigidas a modo de cierre de la comarca por el sur.

Comarca muy poco atractiva en cuanto a producción agrícola, no ocuparía un papel relevante en las luchas que sucedieron a la conquista musulmana, a la postre libradas entre las diferentes facciones que componían el ejército vencedor de la Batalla de Guadalete en el año 711, incapaces de llegar a un acuerdo a la hora de repartirse el botín conquistado. Finalmente, tanto La Jara como en general todo el occidente de la provincia de Toledo y la mayoría de la de Cáceres serían ocupadas -a mediados del siglo VIII- por tribus bereberes, universales adjudicatarias de las regiones menos favorecidas del finado reino visigodo.

paisaje de la sierra de Altamira en La Jara, actual provincia de Cáceres

En esta comarca predomina el paisaje abrupto, salpicado de colinas coronadas de berrocales, sin otra utilidad económica que la práctica de la ganadería, al contrario de lo que sucede en la orilla septentrional del Tajo, abundante en terrenos llanos bien conocidos por su feracidad. El resultado de esta relativa penuria de medios productivos es una población concentrada en pequeños núcleos rurales, no muy numerosos, emplazados en su mayoría al pie de las sierras del sur aprovechando el declinar del relieve al aproximarse la corriente del río.

Según las crónicas andalusíes, los bereberes llegados a La Jara eran miembros de las tribus Nafza y Hawwara, de economía ganadero-pastoril. Oriundos del Rif marroquí, tendieron a asentarse en los centros poblacionales existentes, asimilando rápidamente a sus escasos habitantes hispanos. Tampoco faltarían los asentamientos de nueva fundación, a veces en detrimento del núcleo preislámico más cercano según cierta práctica poblacional ampliamente documentada en Al-Ándalus, aunque ninguno de estos nuevos asentamientos superaría la categoría de poblado, dispuesto según el orden propio del urbanismo musulmán tal y como puede apreciarse en los restos de las pueblas que se conservan anejos a las fortalezas.

El río Tajo actuaba como límite de los dominios musulmanes al menos en lo referente a comarcas con una población significativa. Elevada de esta manera La Jara a la condición de comarca fronteriza, los textos musulmanes la sitúan en el flanco occidental de Al-Tagr Al-Awsat, esto es la frontera o Marca Media erigida como baluarte frente al reino astur-leonés en la zona central de la península, en contraposición a la Marca Inferior, a poniente, y la Marca Superior, a levante.

plano de la línea fortificada en el río Tajo a su paso por La Jara

La autoridad cordobesa levantaría en esta comarca, en las primeras décadas del siglo X, una serie de asentamientos fortificados o husun (en singular, hisn) estratégicamente ubicados en los vados principales del Tajo, intercomunicados entre sí por una línea de atalayas siguiendo la corriente del río así como apoyados en la retaguardia por algunos husun más como garantes también del control de la población bereber. Cabe mencionar el castillo de Alija, el castillo del Espejel, Peñaflor, la fortaleza de Castros y la única considerada ciudad debido a sus grandes dimensiones, ciudad de Vascos, conocida por los árabes como Nafza.

Debe destacarse también la presencia de una serie de fortificaciones en La Jara alejadas del río si bien idénticas morfológicamente a las de la línea del Tajo; lo que nos permite conjeturar su carácter de centros del poder bereber/omeya en la comarca. Topónimos como la Canchera de la Atalaya, en Berrocalejo, o el Castillejo en Valdelacasa nos informan de su existencia, así como el castillo de El Marco en término de Villar del Pedroso. Todos ellos reúnen las condiciones de los antiguos emplazamientos bereberes: agrestes y elevados, tan incómodos, pues, como estratégicos.

El sistema defensivo articulado durante los últimos años del emirato de Córdoba funcionó razonablemente bien durante el período califal. Integrada La Jara en el reino taifa de Toledo a partir de 1031, su carácter fronterizo se vería agudizado al delimitar ahora no sólo con los cristianos, sino también con la taifa de Badajoz, enemiga de la toledana. En este contexto, al hilo de los enfrentamientos entre ambos reinos musulmanes, los castillos de La Jara cambiarían alternativamente de manos hasta la anexión de la taifa toledana por el rey Alfonso VI de León, el Bravo, en el año 1085 en que pasarían a dominio cristiano. 

sierra de Altamira, límite entre provincia de Toledo y Cáceres

Comenzaría así un inexorable proceso de decadencia para la línea de fortalezas emirales, inútiles ya al haber desaparecido el motivo que llevó a su construcción, hasta caer en el abandono y, en muchos casos, en el olvido. Aún hoy, a pesar del buen estado en que algunas se conservan, son muy poco conocidas; lo que por otra parte no es de extrañar dada su excéntrica ubicación en el interior de dehesas ganaderas, lejos de los pequeños pueblos en los que se concentra la escasa población de la comarca. 

No obstante, su estudio y visita resulta de todo punto recomendable al tratarse del único conjunto de fortalezas rurales musulmanas genuinamente altomedievales que se conservan en la península ibérica, indispensable por tanto para la comprensión del proceso evolutivo de la fortificación hispánica medieval. La Jara fue una comarca deshabitada durante la mayor parte del siglo XII y, de hecho, de esta época procede el actual nombre de la comarca Xara, traducido del árabe como “lugar desierto”, a la sazón concebido por los almohades a la vista de sus desolados páramos.

En el siglo XIII, el rey castellano Fernando III el Santo, aumentó la extensión de los territorios de la ciudad de Talavera con la cesión para su repoblación de las llamadas Siete Heredades del Pedroso que desembocan en el río Tajo formando parte de esta comarca de La Jara, y que actualmente se encuentran en la provincia de Cáceres, como también lo están las dehesas que más tarde serían de Guadalupe y del valle del río Ibor con sus respectivos núcleos de población.

vista de la sierra de Altamira en Mohedas de La Jara, actual provincia de Toledo

Más tarde, durante los reinados de Alfonso XI de Castilla y de su hijo el rey Enrique II en el siglo XIV, el ya santuario de Guadalupe creció en importancia especialmente por la devoción a la virgen muy extendida por todo el reino. Tras el inicio de la construcción del actual Monasterio de Santa María de Guadalupe en el año 1337 por orden del ya citado rey Alfonso XI de Castilla se creó una red de caminos que lo unían con los principales núcleos de población del centro peninsular, es decir Plasencia, Cáceres, Mérida, Ciudad Real, Toledo y Madrid. Uno de ellos, denominado Camino Real de Madrid y Toledo, atraviesa esta comarca por localidades hoy cacereñas.

Como su nombre indica, fue un camino utilizado y recorrido por distintos reyes de Castilla. Desde entonces y durante el siglo XV son varios los reyes castellanos de la casa Trastámara que atravesaron tierras de La Jara, de camino al citado monasterio. Así, aun no siendo el primero que escogió ese templo para su sepultura, el rey Enrique IV descansa entre sus muros como antes ya lo hiciera su madre, María de Aragón. Posteriormente, la hermana paterna de éste, Isabel I de Castilla la Católica recorrería también terreno jareño en visita a Guadalupe.

En el siglo XVI, la hija de Isabel y heredera de Castilla, Juana I la Loca también recorrería estos parajes, muy posiblemente pernoctando en la localidad jareña de Villar del Pedroso. Años después, su hijo mayor, quien pasaría a la historia como el emperador Carlos V, pasó y pernoctó en varias ocasiones en Talavera, también de camino al monasterio de Guadalupe, de donde una de las veces regresó atravesando La Jara de esquivada forma ya que consta que estuvo en el pueblo jareño de Garvín donde fue huésped de la familia Duque de Estrada en la torre que allí poseían.

desfiladero del Pedroso al río Tajo, en La Jara de actual provincia de Cáceres

Información mayormente extraída de http://aeternitas-numismatics.blogspot.com/2018/05/la-comarca-de-la-jara-situada-caballo.html

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