vista nocturna de torres almenadas del antiguo alcázar de Lisboa |
Lisboa, actual capital de Portugal, se sitúa en el oeste peninsular, en la margen derecha y desembocadura del río Tajo en el océano Atlántico. De hecho, su historia se encuentra ligada a su posición estratégica en la desembocadura del Tajo, siendo éste el río más largo de la península y, al situarse en el extremo suroccidental de Europa, siempre fue un punto estratégico para las rutas comerciales. Fue llamada لشبونة (al-ʾIšbūnah) o اليكسبونا (al-Lixbûnâ) por los musulmanes que se apoderaron de la ciudad aproximadamente en el año 714 y bajo cuyo gobierno la ciudad floreció.
Lisboa fue conquistada por Abd Al-Aziz Ibn Muza, uno de los hijos de Muza Ibn Nusair, así como el resto del occidente peninsular, dando inicio en esta zona a un dominio musulmán que duraría aproximadamente cuatro siglos. Los límites de la ciudad, al contrario de lo que suele ocurrir en las grandes ciudades, se encuentran bien delimitadas dentro de los límites del perímetro histórico. Lisboa se asienta sobre los restos de un antiguo campo volcánico que se extiende por todo el distrito; entre los volcanes más conocidos están el Monsanto y las siete colinas de Lisboa en su centro histórico.
Durante el siglo VIII se convirtió en un gran centro administrativo y comercial para las tierras de la ribera del Tajo, recogiendo sus productos y cambiándolos por otros productos del mediterráneo árabe, particularmente de los actuales Marruecos, Túnez, Egipto, Siria e Irak. Los musulmanes, procedentes del norte de África y Oriente Próximo, construyeron varias mezquitas, numerosas casas y los muros de la ciudad, que actualmente se llama Cerca Moura. Ejemplo de este crecimiento y auge urbano es que la ciudad fue dotada de una gran mezquita en el lugar donde actualmente se encuentra la Sé, actual catedral de Lisboa.
tramo de muralla del actual castillo de San Jorge |
La ciudad de Lisboa mantuvo entonces una población diversa entre la que se encontraban cristianos, bereberes, árabes, judíos y saqalibas (esclavos cristianos de origen eslavo). El árabe se impuso como idioma oficial y el mozárabe era la lengua materna que hablaba la población cristiana. El islam era ya la religión oficial, practicada por los árabes y los muladíes, mientras los cristianos y judíos podían mantener sus creencias, en calidad de dhimmis, y previo pago del yizia. Desde que fue conquistada, la ciudad perteneció políticamente al califato omeya de Damasco, Siria.
En las crónicas consta una rebelión de los bereberes frente a la élite formada por los árabes de Arabia en el año 740. La ciudad también fue objeto de los ataques cristianos del norte, que saquearon la ciudad por primera vez en el año 796 y en otras ocasiones más en los años siguientes, liderados los ataques por el rey Alfonso II de Asturias el Casto. La frontera, sin embargo, siguió manteniéndose al norte del río Duero. Poco antes, desde el mismo año 756, la ciudad de Lisboa había pasado a pertenecer al emirato de Córdoba tras la independencia de Abd Al-Rahmán I el Emigrado, superviviente de la dinastía omeya frente al nuevo califato abbasí en Damasco.
Sabemos que, en el año 809, un tal Tumlus intentó iniciar una revuelta con base en Lisboa y que abarcaba el extremo occidental de Al-Ándalus hasta Coímbra. Pero, en poco tiempo, la insurrección habría sido sometida y el líder rebelde acabaría siendo asesinado por sus propios compañeros, que rápidamente se pondrán al servicio del entonces emir cordobés Al-Hakén I. En el año 844 es incuestionable que la ciudad de la desembocadura del Tajo está gobernada directamente por autoridades islámicas. Una correspondencia conservada revela una ciudad frágil y asustada, con pocos o ningún medio del poder emiral así como incapacidad de hacerse con el control de la costa atlántica.
restos de la antigua alcazaba musulmana en Lisboa |
En ese mismo año 844, cerca de ochenta barcos vikingos aparecieron en el Mar de la Paja y los escandinavos establecieron un cerco, buscando la manera de acceder a la ciudad de Lisboa y los campos de alrededor, estableciéndose durante trece días. Aún así, los vikingos acabarían derrotados por la resistencia de la ciudad, liderada por el gobernador Wahb Allah Ibn Hazm. Éste, de hecho, enviaría un emisario al entonces emir cordobés Abd Al-Rahmán II avisando del peligro que representaban los vikingos cuando estos marcharon hacia Cádiz.
Wahb Allah Ibn Hazm le advertía que varias docenas de barcos pertenecientes a los Magus (vikingos) se preparaban para atacar la ciudad. En respuesta, el emir omeya, según el cronista Ibn Idari, dio instrucciones al gobernador para que se mantuviera alerta, sin hacer referencia a ningún tipo de apoyo. Esta información revela bien no sólo las limitaciones de la potencia emiral a la hora de proteger la costa atlántica de su vasto territorio ibérico, sino también las dificultades a las que se enfrentaba Lisboa al no contar con apoyo de la armada que le permitiera cierta seguridad marítima, fundamental aspecto para una ciudad situada en la desembocadura de uno de los mayores ríos europeos.
El emir omeya, en definitiva, hizo caso omiso a las advertencias del gobernador lisboeta y poco después pudo comprobar cómo los vikingos remontaban el río Guadalquivir y sometían la ciudad de Sevilla a un intenso saqueo que duraría tres días. Según las crónicas de la época y siguiendo estimaciones actuales, durante el posterior califato cordobés -a comienzos del siglo X- la ciudad de Lisboa contaría con más de cien mil habitantes y por detrás de Constantinopla, Salónica, Córdoba y Sevilla sería una de las mayores ciudades de Europa, mucho mayor entonces que París o Londres.
puente de acceso al actual castillo de San Jorge en Lisboa |
A principios del siglo X también surgen en Al-Lixbûnâ varias sectas islámicas de conversos entre la población hispana como formas de organización política con la que los autóctonos se revolvían contra los obstáculos para su ascenso social de un sistema jerarquizado en el que, en primer lugar, se encontraba una pequeña élite descendiente del profeta Muhammad, después los árabes de pura sangre, luego los bereberes o moros y al final los latinos arabizados y musulmanes. Varios líderes latinos surgirán en esta época como Ali Ibn Ashra, que se declaran profetas descendientes de Alí (chiítas). Junto con aliados en otras ciudades, estos chiítas iniciaron guerras civiles contra las tropas de los árabes suníes.
Mientras, en el año 966, otro ataque vikingo saqueó la ciudad y dos años después sufriría el mismo episodio Santiago de Compostela. La evidencia de una nueva mirada del poder central sobre Lisboa está en la implantación de un sistema de torres de vigilancia y fortificaciones en la costa atlántica y también en el propio río Tajo, pero para que Lisboa desarrollara su potencial era necesario que se dieran dos factores: la creación de una flota y la renovación en el sistema defensivo de la ciudad. La ciudad elegida para albergar la flota atlántica no sería, sin embargo, Lisboa sino Qsar Abí Danis, la actual Alcácer do Sal, donde Almanzor estableció una importante base naval que también defendería Lisboa y el río.
Se tienen noticias entonces por vez primera de un cadí o juez islámico en la ciudad. Se trataba de Humam ibn Ahmad ibn Abd Allah, un ulema de Córdoba enviado por el poder central y que, poco a poco, fue cogiendo relevancia. Se trató de una figura de cierta importancia en el panorama político del oeste de Al-Ándalus, ya que también fue cadí en Évora y Santarem, quizás operando como agente de Almanzor en el Garb. Por todo ello, podemos decir que la seguridad y estabilidad que proporcionó la estrategia de Almanzor dio buenos frutos, como demuestra la vitalidad de Lisboa tras su intervención.
Posteriormente, fueron surgiendo varios reinos independientes por todo el territorio califal, las conocidas como taifas. Entre los años 1013 y 1022 durante este período taifa, los notables de la ciudad de Lisboa oscilaron entre la obediencia a la taifa de Badajoz o a la taifa de Sevilla, llevando a cabo gestiones parar lograr una autonomía considerable pero quedando finalmente dentro de los dominios de la taifa de Badajoz mientras se mantuvo bajo el poder de Sabur Al-Amirí, un saqaliba o esclavo cristiano, antiguo súbdito del califa cordobés Al-Hakén II y que fue liberto de Almanzor.
Tras la muerte del citado Sabur Al-Amirí en el año 1022 y el ascenso al trono de Badajoz de su visir Adb Allah Ibn Maslama Ibn Al-Aftas de la dinastía aftasí, los dos hijos de Sabur se establecieron en esta ciudad de Lisboa desde donde siguieron proclamando sus derechos sobre el reino de su padre y durante algún tiempo constituyeron una pequeña taifa independiente hasta que su resistencia fue vencida por el ya citado Abd Allah. En el año 1093, las tropas del rey cristiano Alfonso VI de León el Bravo retuvieron Lisboa en su reino durante dos años, tras la conquista de la hoy ciudad portuguesa de Santarém.
Ante la amenaza representada por las fuerzas del emir almorávide Yusuf Ibn Tasufin que, oriundas del norte de África, habían pasado a la península con el objetivo de la conquista y reunificación de los territorios de Al-Ándalus, el entonces gobernante de Badajoz, Omar Al-Mutawákkil (que ya había perdido en el año 1079 la importante ciudad estratégica de Coria, pero que se anexionó la taifa de Toledo entre los años 1080 y 1081 para intentar hacer frente de forma organizada al rey cristiano), entregó el conocido hoy como castillo de San Jorge en Lisboa junto con el castillo de Santarém y el castillo de Sintra, en la primavera de 1093, al citado rey Alfonso VI de León el Bravo.
Dicha
entrega tenía como objetivo una alianza defensiva, que no se sustentó.
Implicado en la defensa de sus propios territorios, el soberano
cristiano no fue capaz de asistir al gobernante musulmán, cuyos
territorios volvieron a caer, al año siguiente, del lado musulmán. De
este modo, Lisboa, Santarém y Sintra volvieron al dominio islámico,
ahora bajo el llamado imperio almorávide. La ciudad de Lisboa, en
resumen, estaría en manos de las fuerzas del rey Alfonso VI de León para
volver al dominio musulmán en el año 1095.
La
fortificación en esta ciudad, conocida actualmente como castillo de San
Jorge, en aquel período estaba constituida por la alcazaba musulmana de
planta aproximadamente cuadrangular, con cerca de 60 m de lado, en
posición dominante en lo alto de la colina, defendida por murallas con
aproximadamente 200 m de anchura. En este núcleo, cuyo perímetro
corresponde sensiblemente a los límites actuales del castillo, al este y
al oeste los muros descienden hasta el río Tajo envolviendo a la población, reforzándose por torres en donde se abrían las puertas.
El actual castillo de San Jorge, en definitiva, defendía entonces a la
antigua ciudadela árabe o alcázar, abriéndose en sus muros con almenas
doce portones, siete de ellos por el lado de la actual iglesia de Santa
Cruz do Castelo que ocuparía lo que fue hasta el siglo XI la mezquita
aljama de la ciudad de Lisboa. Por el exterior, un paño de muralla da
acceso a una torre barbacana. Dieciocho torres de sustentación refuerzan
los muros del alcázar. Por el Portal Sur, a través de la Rua de Santa
Cruz do Castelo, se accede a la denominada Plaza de Armas.
Por su parte, el mencionado barrio de la Alfama es el barrio más
antiguo de la ciudad y a su vez uno de los más típicos, actualmente
abarcando las freguesias de São Miguel, Santo Estêvão y São Vicente de
Fora. Queda más elevado respecto a la baixa pombalina y frente al
llamado barrio alto. La etimología de Alfama deriva de la palabra árabe
al-hammam (الحمّة), que puede traducirse como baños o fuentes (alhama).
Subiendo y dominando este barrio de la Alfama se encuentra la colina del
castillo de San Jorge, cuya fortaleza continúa en un excelente estado
de conservación.
La influencia musulmana
todavía puede ser observada recorriendo el citado barrio de la Alfama. Este barrio creció al
lado del núcleo original de la ciudad, mientras que la ciudadela de
Al-Madam, la actual Almada, fue fundada en la margen sur del río Tajo
para protegerla. El origen árabe de estos barrios se puede apreciar por
sus angostas y estrechas calles, que a su vez dificultaban un posible
ataque a la ciudad. Durante el dominio musulmán, la ciudad se podía
dividir en tres áreas: la zona del castillo, la alcáçova o alcazaba y
los límites de la muralla.
El barrio de la Alfama se dividía en dos. Por una parte, la Alfama do
Alto, donde residían las clases más aristocráticas y cercanas al poder,
situada dentro de la llamada Cerca Moura que forma la muralla defensiva
en la parte oriental de lo que es actualmente la freguesía de la actual
catedral de Lisboa, que comunicaba con la Puerta de Alfama o la de São
Pedro localizada en la rua de São João da Praça. Y por la otra
encontramos la Alfama do Mar, el barrio popular donde vivía la gran
mayoría de la población de la ciudad. La Alfama do Alto contaba entonces
con casas de patio central con tamaño muy razonable.
Por
otra parte, los árabes y bereberes introdujeron en los alrededores de
Lisboa su agricultura de regadío, que era mucho más productiva que los
métodos de secano anteriores. Las aguas del río Tajo y
sus afluentes fueron usados para regar la tierra durante el verano,
produciendo varias cosechas por año y vegetales como la lechuga y frutos
como la naranja. De hecho, el término alfacinha (gentilicio popular de
Lisboa) viene del cultivo de lechugas (alface, en idioma portugués) que era típico de los musulmanes porque esta hortaliza se desconocía en el norte.
Entre
las mercancías que se intercambiaban en la ciudad de Lisboa durante la
época musulmana se tiene conocimiento de que principalmente se
encontraban las especias y la seda, aunque también podía encontrarse en
el mercado oro o marfil, así como arroz, carbón, almendras y azúcar que
eran compradas o importadas junto con aceite, sal, vino, corteza, miel y
cera que se producían en terrenos del actual Portugal y los variados
textiles de lana, lino, estaño, así como hierro, colorantes, ámbar,
armas, pieles y otros productos artesanales que provenían del norte.
La llegada de los almohades a principios del siglo XII no perturbó la
expansión urbana de Lisboa, aumentando su superficie y también su
densidad urbana. La arqueología reveló otro barrio residencial que
demuestra un trazado urbano planificado y regular, en la Praça da
Figueira, cerca de una importante vía que salía de la ciudad hacia el
noroeste. Este barrio, por el tamaño de sus pequeñas casas, parece haber
estado habitado por segmentos sociales muy diferentes a las élites que
vivían en la Alcaçova, donde las élites almohades pintaban y remodelaban
sus viviendas en lo alto del cerro del castillo.
Hacia
el año 1109, la ciudad de Lisboa tuvo un visitante inesperado. Se trataba de Sigurd
Magnusson, el rey de Noruega, quien trajo una vez más una flota procedente del
norte a las tranquilas aguas del Tajo,
con la diferencia de que el rey vikingo ahora era rey cristiano. En la
epopeya que narra el paso de este rey cruzado por la ciudad de Lisboa
hay un comentario en el que se afirma que entonces Lisboa era mitad
pagana y mitad cristiana, lo que lleva a pensar que la presencia
cristiana aún era notable a principios del siglo XII.
La
primera tentativa de conquistar Lisboa por parte del rey cristiano
Alfonso I de Portugal (de la casa Borgoña y primer rey de Portuga) tuvo
lugar en el año 1137, pero fracasó frente a las murallas de la ciudad.
Poco después, concretamente en el año 1140, aprovechando a los llamados
cruzados que se encontraban atravesando Portugal, se intentó llevar a
cabo un nuevo ataque que finalmente terminaría también fracasando. En el
verano del año 1147, asistido por un número mayor de caballeros
cruzados embarcados en 164 barcos de apoyo, el citado rey cristiano
Alfonso I de Portugal comenzó a conseguir su propósito.
En octubre de 1147, un clérigo inglés escribe una carta dirigida a un
tal Osberno, narrando con detalle la conquista de Lisboa por el rey
cristiano y los cruzados. La descripción revela una ciudad de tamaño
considerable, especialmente a los ojos de un hombre del norte de Europa,
notoriamente poco acostumbrado al tamaño de las ciudades mediterráneas.
Al-Lixbûnâ posiblemente fuese la ciudad más grande que había visto. La
Lisboa musulmana, en su fase final, alcanzaba unas 60 hectáreas de
superficie urbana, es decir, una ciudad de segunda en la escala urbana
de Al-Ándalus, en el mismo grupo que Almería, Murcia o Valencia y sin duda la mayor de Garb Al-Ándalus.
De
este modo, las tropas al mando del rey Alfonso I de Portugal -también
conocido como Afonso Henriques- terminaron por conquistar la ciudad de
Lisboa en noviembre de ese mismo año 1147. Mientras que las fuerzas
portuguesas atacaban por tierra, los cruzados -en su mayoría ingleses y
normandos-, auspiciados por las promesas del libre saqueo, preparaban
sus máquinas de asedio, entre las que se encontraban catapultas y torres
atacando desde el mar e impidiendo la llegada de refuerzos de las
taifas musulmanas del sur peninsular.
Tras
esta conquista cristiana, una epidemia de peste terminaría con la vida
de miles de personas, especialmente entre las poblaciones de mozárabes y
musulmanes. Al tomar oficialmente la ciudad de Lisboa, el rey Alfonso I
de Portugal en una ceremonia religiosa ordenó transformar la mezquita
aljama de siete cúpulas en la actual catedral de Lisboa. Al recién
nombrado obispo de la ciudad, un cruzado inglés, así como a muchos de
los cruzados más destacados se les fueron concediendo tierras en la
región así como títulos nobiliarios.
Con
la toma del castillo, las fuerzas cristianas pudieron mantener la
defensa de Lisboa hasta el final del siglo XII. Cuando se convirtió en
la capital del reino portugués, en el año 1255, el castillo sirvió como
alcáçova, una residencia fortificada para el entonces rey Alfonso III el Boloñés.
Fue ampliamente renovado alrededor del año 1300 por orden del rey Denis
I, quien ordenó la transformación de la alcáçova o alcazaba muslmana en
el Palacio Real de Alcáçova. Entre 1373 y 1375, el rey Fernando I
ordenó la construcción de la Cerca Nova o Cerca Fernandina, siendo éste
el recinto amurallado que rodeaba la totalidad del castillo.
Esta pared, que reemplazó parcialmente las antiguas murallas árabes, fue diseñada para rodear partes de la ciudad que anteriormente no estaban protegidas. El castillo y la ciudad de Lisboa resistieron varias veces a las fuerzas del reino de Castilla durante el siglo XIV, especialmente en el año 1373 y en el 1384. Fue entonces, a finales del siglo XIV, cuando el castillo fue dedicado a San Jorge por el rey Juan I ya que se había casado con la princesa inglesa Philippa de Lancaster y la leyenda del llamado guerrero santo era algo muy popular en ambos países. En el siglo XV se decidió convertir el castillo fortificado en una residencia real.
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