Zaragoza. Arquitectura zagrí.

torre mudéjar en iglesia de la Magdalena

Desde que se formuló en el siglo XIX el arte mudéjar, la datación y consiguiente clasificación de la arquitectura medieval de ladrillo de Zaragoza y, por extensión, de la región central de Aragón (no menos de 300 edificios), se ha venido estableciendo entre los siglos XIII y XIV, pero en ningún caso antes, en el siglo XI o principios del siglo XII. Es decir, siempre se la adscribió por sistema a la época de dominio cristiano y nunca a la anterior, es decir, a la del Estado musulmán de Saraqusta.

Visto así, resulta paradójico que todos esos edificios, principalmente torres profusamente ornamentadas, se erigiesen bajo la tutela del Aragón cristiano, mientras que, por el contrario, los cien años de existencia del pujante Estado islámico de Saraqusta no se vieran reflejados en sus edificios conservados, con la aislada excepción de la Aljafería, a pesar del extraordinario crecimiento económico, cultural y demográfico que vivió la región, constatado en las últimas décadas gracias a las excavaciones arqueológicas del centro histórico de Zaragoza.

Según esta visión de la arquitectura medieval, Zaragoza, y más extensamente su territorio, no habría conservado ningún edificio de este floreciente período y, en cambio, sería acreedora de un extenso grupo de edificios medievales cristianos (englobados todos en la denominada arquitectura mudéjar) sin una explicación clara de su origen, muchos de los cuales vendrían a sustituir a otros supuestos de estilo románico, de los que no se tienen referencias documentales y que la arqueología ha revelado como inexistentes.

arte mudéjar con azulejos esmaltados en la Parroquieta de La Seo

Esta forma tradicional de entender la historia medieval de Aragón que podría tildarse, en términos actuales, de negacionista, se ha revisado a través del programa universitario Nuevos Territorios de la Arquitectura mediante la tesis que aborda el estudio documental y arquitectónico de cinco edificios medievales de Zaragoza como son la torre de la iglesia de San Pablo, la Torre Nueva, la Parroquieta de La Seo, la torre de la Magdalena y la capilla de San Martín del Palacio de La Aljafería.

De la Parroquieta de La Seo sólo existen fuentes documentales parciales del siglo XIV, siendo unos pagos al escultor Pere Moragues (entre los años 1376-1379), a dos azulejeros, Garcí Sánchez de Sevilla y Lop (1377-1379), al maestro de obras Miguel del Cillero (1380-1381), así como una inscripción árabe del siglo XI de su arquitecto, Saláma bn Gálib. El ábside románico inmediato (siglo XII) se estrella contra la Parroquieta, por lo que ésta es anterior y las 4 ventanas están ubicadas racionalmente respecto del espacio interior, mientras que en el exterior son ajenas a la composición decorativa de la fachada.

En cuanto a la Torre de la Magdalena, ni iglesia ni torre dispone de fuentes documentales. Se encuentra entre las mezquitas consagradas para iglesia en 1121 y la torre se cita en 1197 en un testamento. La nave de la iglesia alcanza la torre, visible por una grieta de asentamiento diferencial entre ambas. Por su parte, de la capilla de San Martín de La Aljafería sabemos que el alcázar fue construido por orden del sultán Ahmad I, Al-Muqtadir, en el siglo XI, y su arquitecto fue Al-Halifa Zuhayr, existiendo sólo fuentes documentales parciales para la capilla por una donación de La Aljafería para edificar allí una iglesia, en el año 1118.

torre zagrí en la iglesia de San Pablo

En definitiva, estos edificios tradicionalmente han sido adscritos al arte mudéjar aragonés mostrando claros indicios que delatan una mayor antigüedad a la considerada que los retrotraen hasta el siglo XI, cronología islámica acorde con su tipología, sistema estructural y constructivo, y en el contexto de un período muy floreciente de la ciudad. Tradicionalmente se ha identificado Al-Ándalus con Andalucía y, consecuentemente, el legado andalusí se ha limitado prácticamente a tres monumentos: la mezquita de Córdoba, la Giralda de Sevilla y la Alhambra de Granada, pero los geógrafos andalusíes no lo veían así y Saraqusta, en la frontera con Balád Ifranj, el País de los Francos, era una metrópoli.

En el año 1008 estalla la fitna en Al-Ándalus y Córdoba arde. La desgracia de la capital es la suerte de las ciudades más alejadas de ella, como Zaragoza, donde se refugian los exiliados, los estratos de población más influyentes y cualificados. El crecimiento de la ciudad es contundente, y el primer sultán de Saraqusta, independiente desde el año 1018, amplía la mezquita aljama. La parte cristiana, a partir de las primeras estribaciones del Pirineo, también resulta ser una zona convulsa, por la exitosa implantación del nuevo régimen feudal que sustituye al antiguo esclavista, lo que implica desarrollo económico y crecimiento de las ciudades.

En el año 1035, Aragón, frente al Estado de Saraqusta, se independiza de Pamplona y el comercio europeo, que se expande por el Camino de Santiago, desarrolla su capital, Jaca. Saraqusta canaliza el comercio de Oriente con Occidente, y según el historiador George T. Beech se trataba de "una gran ciudad de grandes palacios y altas torres". Según la describió un trovador occitano que la visitó a principios del siglo XII, era una "nueva capital intelectual gracias a la fama de sus investigadores, la abundancia y riqueza bibliográfica de sus numerosas bibliotecas, su ubicación en la frontera con Europa occidental y el ambiente propicio para la indagación, la experimentación y la actividad creativa".

torre mudéjar en la iglesia de San Gil de Zaragoza

La ciudad de Zaragoza, por tanto, que con 50.000 habitantes era una de las mayores de Europa, abandonó el modelo de arquitectura omeya de piedra e implantó un nuevo lenguaje de arquitectura, representativo del nuevo Estado que nacía, la arquitectura de ladrillo y yeso traída de Bagdad e Irán, dando lugar a la llamada Arquitectura zagrí (del topónimo Tzagr o Marca Superior), que pervivió tras la conquista aragonesa del año 1118, dando lugar después a la llamada Arquitectura mudéjar de Aragón.

En definitiva, sin fuentes documentales precisas en los cinco edificios zaragozanos citados, se puede concluir que fueron construidos a lo largo del siglo XI o principios del XII, dada su posición relativa, los elementos añadidos que están bien documentados y, en especial, por su estrecha relación estructural, constructiva y formal con edificios abasíes e iraníes anteriores al siglo XII. Por tanto, una parte significativa de la arquitectura conocida como mudéjar aragonesa es de cronología islámica del siglo XI.

Así, la singular arquitectura islámica de Saraqusta forma parte, como un eslabón más, de las nuevas ideas y conocimientos que se difundieron desde Bagdad, "metrópoli del gran imperio", por todo el Dar Al-Islam. Zaragoza, como cabeza de Tzagr o Marca Superior, tras su independencia en el año 1018, o incluso antes, estaba ubicada en un medio natural semejante al de la ciudad de Bagdad e Irán (antigua Persia), teniendo la oportunidad de implantar la misma arquitectura de ladrillo y yeso de éstas que, aunque hoy estén desaparecidas, se ven reflejadas en edificios de lugares como Samarra, Uxaydir e Irán.

torre mudéjar en iglesia de San Miguel, Zaragoza

El sistema constructivo consistente en ladrillo sentado con pasta de yeso, así como el uso de arcos ojivales y túmidos y su decoración de lacerías, tienen sus antecedentes (anteriores al siglo XII) en la arquitectura de ladrillo y yeso de Oriente Próximo, así como en La Aljafería. La abasí (Bagdad, Samarra o Uxaydir), siendo la más antigua, también emplea la bóveda de cañón apuntado, mientras que la jorasaní (Na'in, Isfahán) se distingue por torres de planta octogonal y el uso de lacerías. Por último, el estilo razí (Reyy, Bujara, Kavus) también incorpora alfices, miradores de arquetes, planta estrellada, etc.

En resumen, la arquitectura de ladrillo y de yeso, expresión artística del nuevo Estado nacido en 1018, con el arco o la bóveda ojivales como principales recursos estructurales y singular por el uso del yeso como material aglomerante, en lugar del mortero de cal, se fue desarrollando a lo largo del siglo de oro saraqustí (entre los años 1018-1118), aportando innovaciones estructurales como el sistema torre-contratorre (que heredarían las torres almohades), o innovaciones decorativas como los arcos mixtilíneos del Palacio de La Aljafería.

También hay que tener en cuenta que Zaragoza fue gobernada, en primer lugar, por la dinastía de los tujibíes y, posteriormente, por los hudíes, ambas de origen yemení. Y, al dar la espalda a Córdoba, se fijaron en Bagdad, sede del califato abasí, donde se encontraba entonces el mayor progreso del mundo conocido. Atraídos por la liberalidad de sus gobernantes llegarían a estas tierras no sólo gentes procedentes de la élite cultural cordobesa huyendo de la fitna, sino también personajes del mundo oriental, en una época en la que el Mediterráneo era un fabuloso medio de comunicación y el río Ebro era navegable desde Tortosa hasta Calahorrra.

santuario de la virgen en Herrera de los Navarros

Coincide también la circunstancia de que, tanto en aquellas tierras como en estas, el paisaje es muy similar con grandes desiertos con oasis donde florece la civilización, siendo en este caso los oasis lineales, a lo largo del Ebro y sus afluentes. También coincide la escasez de piedra para construir, pero la abundancia de arcilla con la que fabricar ladrillo y yeso para material aglomerante. Esta forma de arquitectura resultaría exótica en occidente y los sultanes saraqustíes supieron aprovechar para hacer ostentación de poder, jalonando las rutas comerciales de Zaragoza con esbeltos alminares de ladrillo y yeso que causaron admiración en los viajeros que se aproximaron hasta la capital del Ebro.

En cuanto a los edificios que se erigirían en Saraqusta, la torre de San Pablo es el más antiguo de los conservados. Era una torre mausoleo como las iraníes, reflejo de la implantación del chiísmo en Tzagr. Desde la capital se extendió el nuevo estilo por las regiones donde abunda el yeso, Tarasuna (Tarazona), Qalaçat-Ayyub (Calatayud), Daruqa (Daroca) o Tirwal (Teruel), y en la segunda mitad del siglo XI las nuevas tipologías de torre-contratorre, o alminares de planta mixta cuadrada-octogonal, también se extendieron por los distritos donde la piedra siguió siendo el principal medio de construcción como en Wasqa (Huesca), Barbashtur (Barbastro) o Lárida (Lérida).

De igual modo, lo mismo que ocurría en el imperio Selyuquí con la Ruta de la Seda, las rutas comerciales que partían de Saraqusta estaban jalonadas de imponentes torres zagríes, que no sólo les daban seguridad, sino que también mostraban a los viajeros el poder y la riqueza del Estado tagarino. La ruta a Tolosa por Barbastro, contaba con las torres de Villamayor, Perdiguera, Leciñena o Alcubierre. La ruta a Toledo por Calatayud, con las torres de Ricla, Terrer o Ateca. Y la ruta a Córdoba y Valencia por Daroca y Teruel, con las torres de Longares, Encinacorba, Aguilón, Herrera de los Navarros, Mainar, Olalla o Romanos.

alminar en Tauste

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