pabellón de acceso a Sala de los Reyes, Patio de los Leones |
La Sala de los Reyes se encuentra situada al este o lado oriental del Patio de los Leones, dentro del gran espacio áulico y emblemático del palacio del mismo nombre. Esta sala es llamada así por la pintura que ocupa la bóveda del cuarto central, aunque también se la conocía como Sala de la Justicia y del Tribunal en el siglo XVIII, nombrándose también como Sala de la Capilla, Sala del Consejo, Sala de los Retratos y Sala de los Divanes, en alusión a las funciones que en cada tiempo se le aplicó.
Fue construida de forma rectangular con más de treinta metros de longitud y, como el resto del complejo palaciego, en la segunda mitad del siglo XIV bajo orden del sultán Mohammad V cuando se cree que se destinaba a celebrar recepciones, fiestas y grandes banquetes. Se accede a ella desde el Patio de los Leones a través de tres pórticos con arcos triples de mocárabes y decorados con rombos calados sostenidos por finas columnas.
detalle del zócalo alicatado y columnas |
Se trata de la sala más larga del Palacio de Los Leones y está dividida en tres cuartos iguales y dos más pequeños que pudieran ser armarios, por su emplazamiento y falta de iluminación. Por su disposición, esta Sala de los Reyes en general queda dividida en siete partes o tramos, con tres habitaciones cuadradas, separadas por dos tramos rectangulares y alcobas con decoración de mocárabes en los extremos.
La misma distribución transversal que fue utilizada en el edificio califal de Medinat al-Zahra en Córdoba, denominado Salón rico, fue usada en el diseño de esta Sala de los Reyes. Dividida, pues, en siete tramos por arcos de mocárabe, el espacio presenta una rica ornamentación a base de yeserías y de zócalos de diseño geométrico, la mayoría de los cuales son en realidad réplicas en escayola de los alicatados originales.
vista de intrados y cúpulas de mocárabes |
En las habitaciones cuadradas se observan cúpulas de mocárabes y se accede a los tramos rectangulares que las separan a través de arcos dobles. Estos arcos de atajo, ya que cortan la estancia perpendicularmente, muestran su intrados repletos de mocárabes mientras que sus paramentos están cubiertos enteramente por yeserías, en los que aparecen símbolos nazaríes y también cristianos que para algunos estudiosos muestran una clara influencia toledana por sus formas más carnosas y naturalistas.
La apariencia conjunta de la sala con sus arcos decorados también puede recordarnos algún modelo de mezquita de época almohade. Las bóvedas de mocárabes están realizadas en siete módulos diferentes de adarajas, que forman racimos en torno a un pie de mocárabe, en sus múltiples combinaciones y según unas reglas de trazado. Una de estas reglas indica que dos piezas que se juntan tienen que tener sus líneas de unión orientadas en el mismo sentido.
cúpula de mocárabes en la Sala de los Reyes |
Estas bóvedas están realizadas en yeso negro, cubiertas con una capa blanca de terminación y capas de policromía en tonos negro, azul, rojo, verde y dorado. El propio sistema constructivo de combinación de múltiples módulos ha garantizado su conservación hasta nuestros días, a pesar de haber sufrido movimientos sísmicos y la explosión de un polvorín junto al río Darro. Toda la distribución y decoración realza la luz que penetra en esta sala, en la que se contrasta la pesadez de los arcos con la delicada ornamentación de sus muros.
Estos muros están repletos de inscripciones así como compuestos por un zócalo de alicatados del que solo quedan dos fragmentos originales y que fue sustituido en el año 1880 con una solución de yesos pintados y con los mismos motivos geométricos del original. Dicho de otro modo, las tres salas centrales reciben luz directamente de los pórticos abiertos al Patio de los Leones, permaneciendo en penumbra los dos de los extremos, permitiendo de este modo la alternancia de luces y sombras que hace que la cargada decoración resulte agradable a la vista sin producir fatiga.
vista longitudinal del vestíbulo de la sala de los Reyes |
Probablemente esta Sala de los Reyes estaba destinada a fiestas familiares ya que se estructura en torno a un gran vestíbulo, que servía de escenario para las más variadas recepciones y representaciones festivas. También se cree que pudo haber sido sala de consejo o reunión del sultán con sus visires o ministros para tratar asuntos de estado o de justicia, a los que introducía por una puerta aislada que se halla cerca del vestíbulo de la tercera salita. Tampoco tendría nada de extraño que en algún momento hubiera sido utilizada como sala de verano, por su amplitud y habitaciones abiertas, sin puertas, que dan mayor frescura.
Por su situación privilegiada, se trataba sin duda del palco central del patio destinado al monarca y a sus allegados, siendo la estancia central o qubba donde presumiblemente se sentaría el monarca nazarí con sus allegados durante las fiestas y banquetes de tal modo que los comensales se dispondrían en las tres bóvedas principales mientras que las mesas de alimentos se ubicarían en los pequeños pasillos que separan estas tres salas y donde pequeñas alcobas y alacenas servirían para guardar útiles y comidas, necesarios para los servicios festivos. Desde este lugar, la perspectiva del patio se presenta como un oasis entrevisto a través de un bosque de palmeras con la fuente de los Leones en el centro.
Columnas de acceso al patio desde el interior de la Sala de los Reyes |
Las pinturas que presenta la sala se encuentran en tres cúpulas de madera en forma de elipse o casco de barco y forradas de cuero. En la bóveda del centro, las pinturas representan a los diez primeros reyes de Granada desde la fundación del reino nazarí. De hecho, uno de ellos con barba roja puede ser Mohammad ben Nazar llamado popularmente al-Hamar, el Rojo o el Bermejo, fundador de la dinastía, siendo décimo el reinado de Mohammad V.
Todo ello permite fechar las pinturas entre los años 1396 y 1408 y la forma de sus ojos almendrados, sus vestidos, así como sus tahalíes y espadas no nos dejan duda de la mano de un pintor morisco. A primera vista la más atrayente puede ser esta pintura de los reyes aunque no debemos olvidar la importancia que poseen las dos bóvedas laterales, pues en ellas se representan escenas de caballería y amor probablemente inspiradas en algún texto literario novelesco de la época.
bóveda central representando a reyes de la dinastía nazarí |
En las bóvedas laterales, las pinturas que representan caballeros y damas, además de escenas de caza principalmente, fueron realizadas a fines del siglo XIV cuando hubo un intenso intercambio artístico en tiempos del rey Pedro I de Castilla quien solicitó ayuda al sultán de Granada para restaurar el Real Alcázar de Sevilla, de cuyo Salón de Embajadores el sultán nazarí Muhammad V había quedado prendado durante su breve exilio forzoso.
La historia que comienza en la bóveda izquierda, puede tener su desenlace en la bóveda derecha, sucediéndose distintos episodios como la cacería de animales salvajes, el juego del ajedrez o la justa entre caballeros. Todas las escenas se desarrollan una extraordinaria representación de la naturaleza con aves y animales silvestres en movimiento entre una profusa vegetación y arboleda. El conjunto de pinturas se debe sin duda a artistas cristianos conocedores del mundo musulmán, en donde se mezclan la estética italiana con la islámica.
decoración de una de las bóvedas laterales |
Lo dicho anteriormente pone de manifiesto la influencia del taller toledano como base de la amistad existente entre el citado rey castellano y el sultán nazarí. Conllevan una técnica muy laboriosa con planchas de madera de peralejo bien cepillada y formando una elipse. Las pinturas se realizaron sobre piel de cordero, aplicada al soporte de madera por la técnica del engrudo y unos clavos de bambú. Este sistema de fijación evitaba el daño que pudiera producir en la oxidación de unos clavos normales de hierro.
No es cierto que tuviera lugar en esta sala la primera misa con los llamados reyes católicos como asistentes. Aquí sí que se dispuso una capilla entre los años 1576 y 1618 para servir como sede parroquial mientras finalizaba la construcción de la iglesia de Santa María de la Alhambra y en el año 1624 volvió a ser utilizada para la celebración de los oficios de Semana Santa con motivo de la estancia en la Alhambra del rey Felipe IV. Durante este tiempo los muros estuvieron cubiertos de colgaduras fijadas con clavos que estropearon las yeserías.
En el siglo XIX las cubiertas de la Sala de los Reyes se reformaron dándoles una forma individualizada no apropiada para la conservación de las pinturas, lo que provocó su deterioro subsanado en la actualidad con la vuelta a la configuración original de las cubiertas. Las pinturas entonces se consolidaron, para luego acometer la restauración en sí empezando con la intervención en los reversos, cuero de las pinturas, luego estas en sí mismas y por último, las bóvedas de mocárabes y los zócalos.
Decoración de mocárabes en arco con policromía dominante azul |
En el año 1924 fue cerrada una puerta que existía en el extremo sur de esta Sala de los Reyes y que desembocaba en el pequeño patio que precede a la Rawda Real de la Alhambra, posiblemente cuando este espacio sirvió para exhibir en los huecos de las alcobas las lápidas sepulcrales de Yusuf III y Mohammad II, descubiertas en la Rawda en el año 1574 junto con otras de menor interés o el jarrón de las Gacelas que también llegó a estar expuesto aquí.
En el revestimiento de los fustes de las columnas de esta sala se alternan dos tipos de mosaico distintos basados en una trama de octógonos, mientras que el resto de los muros está decorado con una composición de ruedas con estrellas negras de doce puntas que parte de una red de triángulos equiláteros. Y las columnas adosadas del muro oriental de la Sala exhiben un alicatado compuesto por estrellas lisas de cuatro puntas y rombos que generan octógonos regulares, en cuyo centro aparecen otros octógonos más pequeños y crucetas.
En la imagen que mostramos a continuación, en la parte superior del zócalo, se puede apreciar una figura geométrica en colores blanco y negro, conocida como vela alta o también hombre meditando. Recordemos que el complejo método de codificación numérico Abjad, nos permite transformar palabras o textos en valores matemáticos, siendo durante siglos una práctica tradicional sufí para la obtención de significados cosmogónicos de contenido filosófico contemplativo. El Abjad nos ayuda, por tanto, a la interpretación de una nueva dimensión simbólica de lo que parecen solo fascinantes juegos geométricos.
Fragmento original del zócalo alicatado de la sala |
Con ayuda del Abjad, en esta fila de mosaico con la vela alta o el hombre meditando, es posible descodificar el verdadero simbolismo o mensaje de texto que guarda la figura, a partir de los Wáfiq o cuadrados mágicos según los valores de su método. Según el Wáfiq 9x9, si se suman los valores de sus vértices, en la posición vertical se obtiene 47 y en posición lateral obtenemos 53. El número 47, en valores Abjad, nos dice Mayada, es decir, ser ilustre o exaltado.
También está relacionado con la surah 47, siendo la surah de Muhammad, es decir, que representa al "ilustre Muhammad". El valor 53, por su parte, corresponde a uno de los nombres del profeta, Ahmad o El más alabado, según el valor de las letras en el método Abjad. Por lo tanto, este diseño geométrico del hombre meditando que nos encontramos en esta Sala de los Reyes no se trata de una figura al azar, sino que nos transmite de forma consciente la idea de "El ilustre Muhammad, el más alabado".
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