Alhambra de Granada. Palacio de Comares. Salón de Embajadores.

Salón de Embajadores en el Palacio de Comares

Bajo mandato del sultán Yusuf I a partir del año 1333 se impulsó un ambicioso programa constructivo que tuvo su culminación en la creación de un nuevo palacio proyectado en los terrenos anexos al Palacio del Mexuar. Estructurado en torno a un patio rectangular y presidido por una torre que contenía el salón del trono, el espacio conocido como Palacio de Comares -que después sería completado por el hijo y sucesor del sultán, Muhammad V- incorporó los elementos más característicos de las residencias andalusíes, al mismo tiempo que se convirtió en testimonio del poder real a través de su ornamentación simbólica.

En el lado norte de este Palacio de Comares, tras dejar atrás el doble arco de la Sala de la Barca, encontramos la sala más espaciosa de toda la Alhambra, siendo mayormente conocido como Salón de Embajadores, tratándose del antiguo salón del trono nazarí y estando envuelto en una relajante penumbra. Este salón, por tanto, era el centro simbólico del poder nazarí que se pone de manifiesto en el refinamiento y esplendor de la decoración siendo, sin duda, la sala más majestuosa de todo el Palacio de Comares. Presenta planta cuadrangular y se abre en el interior de la llamada Torre de Comares, que con sus 45m de altura es la mayor de toda la fortaleza granadina.

En este Salón de Embajadores se celebraba el gran consejo presidido por el sultán y en presencia de todos los grandes de la corte nazarí como visires, ulemas, alcaldes, capitanes, etc. También era usado para las recepciones oficiales de enviados de otros reinos y otras personas de alto rango. Sus laterales se hallan abiertos con nueve alcobas y ventanas que, en época andalusí, estaban cerradas al exterior por vidrieras de colores llamadas qamriyya, de donde se cree que deriva el actual nombre de Comares. Una de esas nueve alcobas estaba reservada para el sultán. 

ventanas de la planta superior y detalle de la cornisa de mocárabes

La iluminación más intensa en este salón llega a través de las ventanas presentes en los camarines que se abren en las paredes, tres por cada muro, con balcones gemelos y ventanas encima. Las ventanas son bajas por reclinarse el andalusí en el suelo, sobre cojines y divanes. En la cámara central, frente a la puerta, era donde se situaba el trono siendo la estancia más ricamente decorada. Puede decirse que la distribución e iluminación de este salón no sólo proporcionaban una atmósfera fresca al estar la mayor parte del espacio en penumbra sino que, además, la luz que llegaba del exterior producía efectos de dominante iluminación que se concentraban en el trono.

En las alcobas laterales se sentarían los visires u otros a petición del sultán, dejando la alcoba del centro a éste, de manera que el trono dominase el espacio íntegro de la sala. Al mismo tiempo, el visitante o embajador que se entrevistaba con el sultán venía del exterior del patio, iluminado plenamente por la luz del día, mientras el sultán y los suyos estarían en el interior envueltos en la tenue luz que dejaban pasar las vidrieras de colores en las ventanas. Así, el visitante se encontraría en inferioridad de condiciones al quedar totalmente iluminado por el resplandor exterior, mientras que su interlocutor permanecería en penumbra, generando así un halo de misterio y misticismo.

En la citada alcoba o cámara central, donde se disponía el trono del sultán Yusuf I, se recoge un poema siendo a su vez la prueba fundamental de que esta era la distribución. La arquitectura habla en primera persona para brindar un saludo perpetuo al soberano nazarí y para complacerlo con bellas palabras. El poema alude metafóricamente a los elementos arquitectónicos elevándolos a elementos cósmicos, al tiempo que se remarca el favor y la dignidad otorgadas a este nicho central, siendo el corazón del salón y el lugar de asiento del poder nazarí.

vista en penumbra del trono del sultán en Salón de Embajadores

Este poema, que acompaña al asiento del trono de Yusuf I, según una de sus traducciones reza «Ayúdeme Dios apedreador del demonio. En el nombre de Allah que es misericordioso y tiene misericordia. Ser, Allah, con nuestro señor Muhammad y su generación, compañía y salvación. Y di: Mi ayuda de la ira de Dios y de todo el demonio que permite rompimiento del infierno; y me libre del mal del envidioso cuando se dispone a envidiar. Y no es viva otra divinidad que la de Allah a quien alabar eternamente. La loa al Dios de los siglos»

A mayor altura, una serie de ventanas pequeñas y caladas iluminan el bello techo de madera formando una bóveda esquifada de 18m de altura, con siete coronas de estrellas concéntricas que representan los siete cielos del cosmos o el paraíso islámico que recorre el alma del creyente hasta encontrar a Allah, con el trono de Dios situado en el octavo cielo, representado por el cubo central de mocárabes y los cuatro árboles de la vida o árboles del universo situados en las diagonales. Puede decirse que este salón fue construido en forma de cubo perfecto representando al mundo y su cúpula, al cielo.

La cúpula del salón es una obra maestra de la carpintería, realizada bajo mandato del propio sultán Yusuf I, estando compuesta por paños de madera de cedro cubiertos de lacería, con el gran cubo de mocárabes en el centro, salpicado de trozos incrustados de diferentes colores para formar multitud de estrellas, pintado de tal manera que parecen estar hechas de nácar, plata y marfil. En general, las composiciones que decoran los muros y la cubierta de este Salón de Embajadores causan un efecto de caleidoscopio, acentuando la profundidad del espacio.

cúpula de los siete cielos en el Salón de Embajadores

En la magnífica cúpula, las estrellas ubicadas en los flancos sufren notorias desviaciones rítmicas, como si intentaran todas ellas estirarse en un titánico esfuerzo por perfilar el árbol místico. Los colores utilizados en el artesonado para ello fueron el blanco, naranja, amarillo, gris irisado, rojo, índigo y azul representando a la Luna, el Sol, Venus, Mercurio, Marte, Júpiter y Saturno. El techo de este salón lo cierra el ya citado cubo central de mocárabes que simboliza el sitial de Allah.

En este Salón de Embajadores todo es refinamiento, esplendor y belleza, desde el pan de oro que todavía se aprecia en el arco de entrada al Salón hasta la portentosa cubierta que corona el mismo. Sobre la cornisa de mocárabes que precede a la bóveda podemos leer, casi completa, la surah 67 del Corán o sura de la Soberanía, que nos habla de los siete cielos del paraíso islámico. Por lo tanto, no se trataba de un texto elegido al azar ni mucho menos ya que la cúpula se apoya literalmente sobre los versos sagrados de esta sura coránica. 

En esta surah podemos leer "Bendito y Supremo es aquel en cuya mano está la Soberanía; y posee pleno poder sobre todas las cosas. Aquel quien ha creado la muerte y la vida, para poder poneros a prueba (y demostraros) quién de entre vosotros es mejor en los actos. Y Él es el Glorioso poseedor de irresistible poder, el Indulgente, aquel quien ha creado los siete Cielos en armonía. Tú no ves error o incongruencia alguna en la creación del Misericordioso. Mira de nuevo, ¿puedes ver algún fallo?"

distinta iluminación en cúpula del Salón de Embajadores

Si continuamos leyendo, nos encontramos con "Luego mira una y otra vez, tu vista retrocederá a ti deslumbrada, y quedarás atemorizado y debilitado. Y, en verdad, hemos adornado el Cielo más cercano con lámparas (estrellas) e hicimos de ellas proyectiles para ahuyentar a los diablos; y para ellos hemos preparado el castigo del Fuego. Y también para aquellos que no creen en su Señor se da el castigo del Infierno (...) Tanto si mantenéis oculto lo que intentáis decir o lo expresáis en voz alta, Él seguramente posee pleno conocimiento de todo lo que se halla en vuestros pechos".

Podría decirse que este Salón de Embajadores se convierte en un improvisado mihrab celestial que lo preside todo, dejando constancia de que allí moraba Allah, el único Dios del universo, siendo el principio y fin de todas las cosas y, abajo, el sultán era su representante en la tierra. Este magnífico Salón se halla repleto de otras inscripciones decorativas tales como tacas, nichos, arcos, paredes, camarines, etc y repleto de poemas con alabanzas a Dios, al sultán, con el lema principal de los nazaríes o con textos del Corán como el que ya citamos epigrafiado en la cámara central (del trono) situado en el alfiz de su arco.

fachada de entrada en el Salón de Embajadores

Otras inscripciones que pueden admirarse en este salón se traducen como "La eternidad es atributo de Dios" o bien «Sólo a Dios pertenecen la grandeza, la gloria, la eternidad, el imperio y el poder». El escudo nazarí y su lema "Sólo Allah es vencedor" aparece también, como se ha dicho, repetidamente en las paredes. Encontramos aquí escritura de dos tipos: cúfica y cursiva. Recordemos que la escritura cúfica es una escritura culta y rectilínea que conocían pocas personas y podemos observarla en la parte baja del muro, sobre los azulejos. 

Algunos de estos letreros cúficos dicen "¡Oh Dios, para ti la alabanza sin interrupción! ¡Oh Dios, para ti la acción de gracias perpetuamente" y, entre arco y arco, paños decorativos. Remata, por tanto, una faja de letra cursiva el primer cuerpo visto desde abajo y encima vemos otro paño de decoración, con caracteres también cúficos combinando pequeñas arquerías cruzadas, sobre el cual corren cartelas igualmente cúficas con círculos encerrando el lema principal nazarí ya descrito "Sólo Allah es vencedor" y, más arriba, otra zona de entrelazados poligonales. 

La escritura cursiva es la forma habitual o más típica, siendo en escritura cursiva la mayoría de las inscripciones en todo el conjunto monumental de la Alhambra. Otra faja de inscripción que nos dice "Gloria a nuestro Señor el Sultán, monarca y guerrero Abu Al-Hayyay; gloria por sus victorias", sirve de apoyo a las quince ventanas que, a través de sus celosías de yeso, iluminan este Salón de Embajadores mientras los ángulos los ocupan nuevos paños decorativos con labor de rombos.

detalles geométricos, letras cursivas y mocárabes

Este Salón de Embajadores también está rodeado por un zócalo de piezas vidriadas originales formando figuras geométricas, sobre el que podemos admirar una bellísima y rica decoración de yesería, alternando con gran armonía los vegetales y la geometría con el ataurique y la epigrafía. Sin ninguna duda, los elementos geométricos y vegetales aquí se combinan en un perfecto sentido de la oposición de sus formas y con el ritmo más sobrio y elegante.

Las figuras geométricas generalmente aparecen siempre en orden simétrico que, tomando como punto de partida el círculo y dividido mediante polígonos regulares y como unidad su radio, crea figuras muy variadas. Dicho de otro modo, los motivos vegetales o atauriques de formas estilizadas consiguen desnaturalizar las formas originales y están formados por un tallo vegetal que se divide regularmente originando otros tallos secundarios que pueden a su vez multiplicarse o reintegrarse en el vástago central.

paños decorativos entre los arcos del salón

Originalmente esta decoración estaba policromada de color oro en la parte del relieve y de diversos colores en la parte profunda (siempre en colores claros), dando una imagen general como si de tapices de estuco se tratara y todo ello rematado por una cornisa de mocárabes pintados aportando la visión del sentido naturalista en la arquitectura árabe. La decoración en estuco cubre todas las paredes de este Salón de Embajadores, desde el zócalo hasta el friso decorativo de madera en la parte alta del muro. 

El estuco -recordemos- es una mezcla de polvo de mármol, cal y yeso que se moldea fácilmente a mano y con moldes. Por otro lado, los alicatados que son visibles desde el centro de este Salón de Embajadores se basan en composiciones de lacería que, con su intrincado diseño, figuran entre las obras más admiradas de la historia del arte musulmán, mientras que los que decoran el interior de las alcobas o los nichos habilitados en los muros fueron elaborados a partir de patrones geométricos más sencillos.

A partir de una estrella de ocho puntas se desarrolla una trama de lacería en la que aparecen diversas formas poligonales. Este Salón de Embajadores presenta en tres de sus muros alcobas con yeserías y alicatados destinadas a alojar a los gobernantes nazaríes y la mayoría de paneles cerámicos que decoran este salón quedan enmarcados por alicatados de cintas entrelazadas. Los paneles cerámicos que flanquean la alcoba central del salón, que como ya se dijo estaba reservada al sultán, presentan también un diseño geométrico basado en una trama de bandas entrelazadas organizada en torno a la citada estrella de ocho puntas. 

alicatado de lacería en el Salón de Embajadores

Deteniéndonos en este alicatado de lacería, como puede verse en la imagen anterior y como diseño base, tras la trama de lacería se ocultan formas simples como las cruces superpuestas que constituyen el motivo central y los cuadrados que generan estrellas. En este alicatado las estrellas de ocho se combinan con una gran variedad de piezas poligonales y si observamos el mosaico completo, la rueda central se inscribe en dos cuadrados amarillos, cuyos lados se prolongan hasta enlazar con otro cuadrado amarillo que enmarca la composición. 

Mediante el uso del color, los tracistas nazaríes podían conseguir efectos visuales muy diversos a partir de un mismo patrón. En ese sentido, la aplicación de un determinado esquema cromático permitía resaltar figuras que de otra forma permanecerían ocultas o establecer un recorrido concreto para la trama de lacería. Los colores que más abundan en los zócalos son amarillo, azul, verde y negro. En general, los colores de los mosaicos de los zócalos son siempre vivos, que no chillones, perfectamente equilibrados aunque carezcan del rojo que sí lucían las vidrieras. 

alcoba en el Salón de Embajadores

Por su parte, los arcos de herradura que preceden los camarines visten los tres elementos propios del arte andalusí: rosca (festoneada en este caso), albanegas (con motivos vegetales) y alfices (con poemas tallados). Por su parte, el suelo que hoy pisamos de losetas de barro vidriadas de diferentes colores alternadas con delicadas cenefas no se trata del suelo original, ya que aquél se deterioró y se restauró a comienzos del siglo XIX. El original estaba hecho de cerámica vidriada y en colores blanco y azul con adornos morados, aunque a día de hoy solo queda de ese suelo un pequeño resto de mosaicos en el centro del salón con el escudo nazarí. 

Fue en este salón donde sabemos que, en el siglo XV, el sultán Muhammad IX el Zurdo (bisnieto del sultán Yusuf I, quien recordemos que ordenó levantar este Salón de Embajadores), estando rodeado de su corte, recibió aquí a los embajadores enviados por el rey Juan II de Castilla (padre de la posterior reina Isabel I de Castilla), jurando sobre el sagrado Corán respetar las treguas firmadas. Posteriormente, Boabdil el Desdichado, el último sultán de Granada a finales del mismo siglo XV, se reunió con sus nobles acordando la rendición de la ciudad de Granada

ejemplo de escritura cúfica en muro del Salón de Embajadores

Aquí también resonaron las crueles palabras que la madre de Boabdil, Aixa, dedicó a su hijo "Mira qué entregas y acuérdate que todos tus antepasados murieron reyes de Granada y que el reino acaba en ti". En este histórico Salón fue donde se firmó la entrega de la ciudad y aquí fue también donde el rey Carlos V el Emperador (nieto de la citada reina Isabel I de Castilla), sorprendiéndose del esplendor de la estancia tras haber recorrido distintas salas de la Alhambra, exclamó "Desgraciado el que ha perdido tantas bellezas".

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