Legado musical de Al-Ándalus. La zambra.

zambra de María, la canastera, en cueva del Sacromonte

En la actualidad, se considera herencia directa de los hispano-musulmanes la música andalusí (tal y como se ha conservado en el norte de África) y las zambras del Sacromonte (a cargo de familias gitanas). Aunque por zambras se conozcan ciertas cuevas con una o varias dependencias, de paredes encaladas, decoradas con vasijas de cobre bruñido y cerámica local, donde se ofrece bebida, cante y baile acompañados con guitarras, para la RAE la palabra proviene del árabe samra que se traduce como fiesta nocturna, velada, sarao. El citado diccionario describe la zambra como "fiesta que usaban los moriscos con bulla, regocijo y baile (...) fiesta semejante de los gitanos de Andalucía"

Conocida la afición trashumante del pueblo gitano, desde que a mediados del siglo XV comenzaron a llegar al sur del país las extensas familias de los "Condes del pequeño Egipto", no resulta descabellado suponer que se les unieran luego muchos de los moriscos que se dedicaban a oficios tales como arrieros, trajineros, herreros y albañiles, que les permitían la movilidad conveniente para escapar al creciente control y a las órdenes de expulsión. De este modo, en las caravanas de gitanos y moriscos se habría perpetuado el arte musical hispano-musulmán en su vertiente popular, originando el flamenco al confluir con las tradiciones propias de los gitanos. 

Aunque hay diversas teorías acerca de los orígenes del flamenco, respecto a su filiación histórica no cabe duda de la conexión que se produjo entre los primeros gitanos (flamencos) que llegaron a Granada en el siglo XV y las minorías moriscas que enseguida se identificaron con esta etnia. Entre ambas comunidades se produjo una cohesión inmediata, una simbiosis favorecida por sus semejanzas culturales, que les llevó a convertirse en grupos marginales, separados del colectivo social mayoritario: el castellano y leonés. 

En el siglo IX, durante el emirato omeya de Córdoba, algunos juristas fanáticos arremetieron contra la música de los hispano-musulmanes, destruyendo sus instrumentos, pero lo habitual fue la tolerancia de los cadíes hacia las borracheras colectivas a las que los indígenas eran tan afectos y su fomento de la creación musical, fundándose en el año 822 un conservatorio en la ciudad de Córdoba que difundía las nubas o especie de sinfonías profanas, con predominio de la música sobre el canto.

placa del museo de música andalusí en Fez

Mientras, en los zocos o mercados, se congregaban los paseantes en torno a los rawi o narradores, recitadores gesticulantes de leyendas épicas y amorosas, en prosa y en verso, a veces en colaboración con músicos, semejantes a los que aún hoy día integran el decorado de los zocos de Marrakech, Fez y otras ciudades marroquíes. Esta especie de juglares fueron bien acogidos en varias cortes de reyes cristianos peninsulares, al igual que eran muy valoradas las esclavas cantoras y danzarinas.

A mediados del siglo XIV, el sultán nazarí de Granada, Yusuf I, firmó unas ordenanzas en las que se dictaba "las fiestas para celebrar las pascuas de la ruptura del ayuno y de las víctimas han sido causa de alborotos y escándalos. Cuadrillas de hombres y mujeres circulan por las calles arrojándose aguas de olor y persiguiéndose con tiros de naranjas, limones dulces y manojos de flores, mientras tropas de bailarines y juglares turban el reposo de la gente piadosa con zambras de guitarras y de dulzainas, canciones y gritos, por lo que se prohíben tales excesos".

Asimismo, el mismo sultán nazarí ordenaba que "en los regocijos de bodas, en los que se celebra poner a los recién nacidos bajo el auspicio de las buenas hadas y en reuniones familiares sea lícito divertirse con zambras y convites espléndidos, pero obsérvese el mayor decoro, reine la discreción y no incurra convidado alguno en el abuso de la embriaguez". El conocido poeta del mismo siglo XIV, Ibn Jaldún, refiere que por entonces la música andalusí ejercía gran influjo en todo el norte de África y destaca "las bailarinas vestidas de muchachos, montadas en caballitos de madera simulaban verdaderos combates singulares".

Desde la segunda mitad del siglo XVI, la participación de gitanos en fiestas religiosas, como la fiesta del Corpus, se convierte en tradición. Ésta se remontaba a tiempos anteriores, cuando a los moriscos se les permitía cantar y bailar en las fiestas del Corpus granadino, siendo los gitanos los que les tomaran el relevo cuando estos fueron expulsados de la península. Sin embargo, mantuvieron sus contenidos, ritmo e instrumentos.

cueva de flamenco Venta el gallo, en el Sacromonte

Resulta difícil de entender el odio que llegó a despertar la diversión de la zambra. En una carta fechada en el año 1566, el rey Felipe II se opone a los rasgos culturales diferenciales de sus vasallos moriscos, entre otras prohibiciones ordenando "Que en bodas, velaciones y fiestas semejantes siguieran las costumbres cristianas, abriendo ventanas y puertas, sin hacer zambras. ni leylas con instrumentos y cantares moriscos, aunque éstos no fueran contrarios al cristianismo". 

Y para que nadie se olvidase, durante muchos años se publicaba en las iglesias peninsulares, tras la misa del tercer domingo de cuaresma, el Edicto de las delaciones de la Santa Inquisición, conteniendo, entre otros motivos de denuncia, "que alguno se haya casado según rito o costumbre de moros, o que haya cantado cantares de moros o hecho zambras o leylas con instrumentos prohibidos". A pesar de todo, las zambras han persistido.

Según cuentan las crónicas, en el año 1640, los gitanos participaron en Málaga en la fiesta de la Inmaculada Concepción tocando el tamborilio y el adufe -un tipo de pandereta que después tocaban las gitanas, cuyo uso ya se conocía en la comunidad gitana granadina desde finales del siglo XVI- junto con otros instrumentos musicales. La música de los gitanos, sus saraos y zambras, gozaban de una gran demanda en las fiestas populares y fueron los favoritos de los organizadores, que los incluían en casi todas sus programaciones.

Los gitanos introdujeron en su propia tradición los bailes moriscos, de lo que ya se tiene constancia en una crónica del año 1605, cuando un grupo de gitanos recibió al embajador Conde de Nottingham con una "danza a la morisca usanza", lo que revela la profunda asimilación de la cultura de los moriscos por los gitanos, y el intercambio cultural que se produjo entre ambas comunidades.

zambra La Faraona frente a Alhambra

Por otra parte, aunque la música árabe se conoce poco en la península, en la actual región andaluza se tiene una percepción diferente al ser parte del acervo cultural de esta región, vecina del norte de África, donde está depositado el gran legado musical andalusí. En Andalucía, son numerosas las escuelas que preservan los distintos legados musicales andalusíes, cuyas diferencias atienden a sus distintas procedencias.

De este modo, la actual escuela de Túnez tiene una raíz sevillana, la de Argelia procede de la capital cordobesa y la de Fez de la valenciana, aunque todos ellos tienen influjos de la escuela granadina. Esto obedece a que desde principios del siglo XIII, y según conquistaban Córdoba, Sevilla y Valencia los ejércitos cristianos, comienza un éxodo masivo de andalusíes que se distribuyeron entre Tlemcén -en Argelia- los que procedían de Córdoba, Fez, adonde marcharon los andalusíes residentes en Valencia, y Túnez, destino de los sevillanos.

Tras la caída de Granada, la zona del Magreb se convierte en el gran receptor de los emigrantes granadinos, donde se crean dos importantes centros urbanos, Tetuán y Chauen. Hoy en día, los músicos clásicos originarios de estas ciudades se proclaman los herederos de la música granadina en su mayor grado de pureza, aunque sin olvidar la ciudad de Oujda, organizadora tradicional de festivales de la denominada música Garnatí.

Los artistas de música andalusí fueron también pioneros en colaborar con artistas flamencos como es el caso de las orquestas de Tánger y de Tetuán, ésta última bajo la dirección del maestro Chekara, y posteriormente hay que señalar también las aportaciones de los artistas El Lebrijano, José Heredia, Cheb Khaled, Enrique Morente y su hija Estrella Morente, Lole, Vicente Amigo y muchos otros.

pintura andalusí del siglo XIII

Existe un cancionero manuscrito en el siglo XVIII, que puede considerarse un verdadero tesoro. Su autor, Muhammad Al-Husayn Al-Ha'ik Al-Titwani Al-Andaloussi, logró recopilar las letras de canciones de origen andalusí que se oía en su tiempo. Este documento es considerado tanto por el ali, o músico profesional, como por el mulu, o amante de esta música, el repertorio más completo del patrimonio musical andalusí-magrebí.

Por ejemplo, el manuscrito trata de los orígenes de las once nubas así como los modos y ritmos en que deben interpretarse, las formas poético-musicales que viven en torno a la nuba o que ella misma genera: moaxaja y zéjel, o también formas orientales como la qasida. Del mismo modo, contiene referencias a instrumentos musicales y a los efectos terapéuticos de la nuba. Es decir, que el objeto primordial de Al-Ha'ik al escribir su Kunnas era transmitir todo lo aprendido acerca de la poesía y la música.

Aunque, para justificar el contenido ante determinadas escuelas, imprime cierto carácter sacro al aludir a la música a través de citas coránicas y los efectos curativos que su escucha producía en el alma humana. Gracias a este documento de valor incalculable, hemos recuperado este legado, que es ahora una realidad musical compartida con la otra orilla del mar Mediterráneo. De no haber sido por la recopilación que hizo Al-Ha'ik no se hubiese consolidado la música clásica de Al-Ándalus, ni tampoco se hubiesen conocido las posteriores aportaciones magrebíes.

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