Alhambra de Granada. Palacio de Comares. La atmósfera.

arcos de acceso al Patio de los Arrayanes

Al entrar en el Palacio de Comares, en el interior del conjunto monumental de la Alhambra, uno se da cuenta de que algo está sucediendo. No es una sensación realmente tangible o explicable, pero se siente algo parecido a un peso interior. El aire, el ruido, la proporción, todo el palacio da pistas de que en su concepción hay algo más allá de lo visible. El arquitecto Peter Zumthor popularizó esta sensación primaria llamándola "atmósfera" y explicó su significado.

"La atmósfera habla a una sensibilidad emocional, una percepción que funciona a una increíble velocidad y que los seres humanos tenemos para sobrevivir. No en todas las situaciones queremos recapacitar durante mucho tiempo sobre si aquello nos gusta o no, sobre si debemos o no salir corriendo de ahí. Hay algo dentro de nosotros que nos dice enseguida un montón de cosas; un entendimiento inmediato, un contacto inmediato, un rechazo inmediato".

En el Palacio de Comares pasa algo entre las líneas, algo que enraíza con lo biológico presente en lo inevitablemente humano y que, a su vez, es realmente complicado de definir porque no se cuantifica a través de los parámetros comunes que solemos utilizar por deformación del método científico para explicar el mundo, como las cantidades. Pero la complejidad que posee este palacio tiene un prólogo clarísimo en el acceso desde la fachada de Comares, siendo un espacio comúnmente conocido como el cuarto Dorado y que pertenece al Palacio del Mexuar. Un recodo con dos giros que es capaz de explicar y contener no sólo el palacio sino también su atmósfera.

luces y sombras en el acceso al Salón de Embajadores

El acceso a Comares, pues, comienza en ese patio abierto y claro. Un patio con mármol en el suelo, cal en las paredes y lo que sería una explosión de colores contenida en la fachada sobre la que encontramos dos puertas, una de ellas la de acceso. Pero en la idea de atmósfera, los sentidos van más allá de lo percibido a través de la vista. El mismo Peter Zumthor, de hecho, propone varios puntos entre los cuales están el sonido o la temperatura del espacio, los grados de intimidad además de un punto muy sugerente que titula "entre el sosiego y la seducción" donde el espacio permite deambular o dirige al visitante en sintonía.

Este acceso descrito previamente no sería nada sin el sonido del agua condicionando el oído y aportando humedad, o sin el calor del sol reflejado en el mármol. La atracción al espacio a través de los sentidos es una invariante en la Alhambra, pero adquiere un peso singular aquí en el Palacio de Comares donde este juego no sólo existe, sino que tiene una dirección clara: impresionar. El lenguaje de la arquitectura queda supeditado a la intención de colmar de experiencias todos los sentidos.

umbral de acceso al Palacio de Comares

Tras cruzar el umbral, el espacio se comienza a comprimir, pasando de la claridad luminosa del patio a la oscuridad interior, topando con el primer giro a izquierda y los primeros peldaños. El espacio estático y libre de un patio pasa a ser espacio dirigido de unos umbrales, oscuros y ligeramente más fríos que el exterior. Pero, tras el primer giro, se ve un ligero incremento de la luminosidad, una indicación de la presencia de un exterior cercano. En ese punto, la cabeza comienza a construirse un más allá imaginario, un exterior todavía invisible pero indudablemente presente.

Y es que la frontera, entre exterior e interior, es increíblemente difusa en este palacio: hay interiores que representan el exterior, arcos con entidad de habitación, pórticos de transición, claroscuros que falsean la profundidad y veladuras. En dos escalones de distancia la cabeza es capaz de construir miles de escenarios posibles. Y el patio de los Arrayanes, el primer gran espacio del palacio, sólo se revela en un instante sutil y diagonal en el último umbral donde se visualiza el pórtico sur, cercano pero traicionero. Nuestro cerebro tiende a preconcebir los espacios hacia la simetría y, aunque podemos ver ese pórtico sur cerca, dicho pórtico se encuentra cuatro veces más lejos que el norte, lo cual inevitablemente sorprende.

juegos de luz en alcoba del Salón de Embajadores

Finalmente, tras el instante para visualizar el pórtico, el último arco aboca la salida hacia el este, donde el sol de la mañana provoca un fogonazo cegador que impide ver nada durante unos instantes a unos ojos adaptados a la oscuridad precedente. El Palacio de Comares deslumbra intencionadamente a todo el que llega. Con intención áulica, con intención sufí, pero sobre todo con intención de dejarnos claro que estamos en un espacio singular que va a desafiar la comprensión de los sentidos y el mundo que tenemos hasta el momento. Sin duda, la Alhambra es algo que va mucho más allá de los edificios construidos entre las tapias de tierra y cal.

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