Sevilla. Murallas de la ciudad.

tramo de muralla en el barrio de la Macarena

Sevilla estuvo rodeada por una muralla defensiva desde tiempos anteriores a los romanos hasta el siglo XIX, en el cual, para favorecer un mayor desarrollo urbano, la mayoría de ella fue derruida. Durante la época visigoda y hasta la época andalusí, la muralla no es modificada sustancialmente, excepto en su parte sudeste, donde se construye la Basílica de San Vicente, permaneciendo la ciudad protegida en su inmensa mayoría con muralla proveniente del imperio romano. 

Se realizaron ampliaciones de la muralla a partir de la época de César Augusto, debido al crecimiento de la ciudad de Italica, en la actual localidad de Santiponce. No olvidemos que Sevilla, además, se encuentra a tan sólo 175 km de distancia con la metrópoli romana de Mérida o Emérita Augusta. Los restos materiales de esa etapa sólo son reconocibles en el material reutilizado durante los reinos de taifas del siglo XI en la construcción de la nueva muralla del Real Alcázar, en la zona actual de la Plaza del Triunfo.

Sería en el siglo IX, durante el emirato omeya de Córdoba y tras la gran destrucción que el ataque normando del año 844 ocasionó en la misma, cuando se tuvo que reconstruir la muralla, tanto la parte destruida en los combates como seguramente gran parte de la vieja muralla. Estas obras, bajo la dirección de Abd Allah Ibn Sinan cuyo nombre se dejó inscrito, se sucedieron en época de Abd  Al-Rahman II, emir omeya cordobés desde el año 822.

tramo de muralla en los Jardines del Valle

Las siguientes noticias sobre esta fortificación proceden del siglo X, en concreto del año 913, cuando Abd al-Rahman III, tataranieto del anterior, aún era el VII emir independiente de Córdoba (antes de autoproclamarse califa). Pues bien, tras la entrada del todavía emir en la ciudad, después de una revuelta de su hayib Badr, el nuevo gobernador sevillano, Ibn Al-Salim, decide la destrucción de las murallas y demás fortificaciones con el fin de evitar una nueva sublevación contra Córdoba, construyéndose la Dar al-Imara, origen del actual Real Alcázar, como palacio residencia del gobernador y fortaleza desde la que dominar la ciudad en caso de nuevos disturbios. 

Aunque los cronistas andalusíes Ibn Hayyan, Muhammad Al-Bakri y Al-Himyari afirman que los muros fueron derribados "juntando almenas con base", algunos historiadores actuales dudan de la literalidad de tal afirmación al sopesar que, un siglo después, Sevilla volvía a estar amurallada y no han quedado suficientes evidencias de que la población haya contado con tres amurallamientos diferentes correspondientes a las etapas romana, emiral y taifal. Hablaríamos, por tanto, de un derribo parcial, limitado a las puertas y a la apertura de nuevos vanos de entrada en algunos paños de la muralla, utilizando los materiales desechados en la construcción de nuevos edificios.

En la segunda mitad del siglo XI se llevó a cabo una importante reforma e incluso posible ampliación durante el imperio almorávide. Sevilla entonces era una ciudad bien defendida en el momento de su llegada, año 1091, demostrándolo el hecho de que la entrada almorávide en Sevilla sólo fue posible con la connivencia de algunos de los caballeros que custodiaban las puertas de la ciudad.

restos de muralla junto a Torre de la Plata

Aún así, alrededor del año 1125 bajo el gobierno del segundo almorávide Ali Ibn Yusuf, ante los nuevos peligros bélicos que pudieran presentarse, ya que Toledo había sido conquistado por los cristianos en el año 1085. y siendo qadi de la población Al-Arabi Al-Maafiri se reconstruyeron las murallas, obras que finalizaron en la parte del Guadalquivir entre los años 1133 y 1134 y que englobaron las nuevas zonas habitadas situadas en el exterior del recinto anterior.

Las siguientes obras en la muralla se realizaron durante el imperio almohade, sobre todo porque los frecuentes desperfectos que el Guadalquivir causa en las murallas obligan, durante los años 1168 y 1169, a nuevas intervenciones en las mismas, siendo de especial gravedad los daños sufridos en el año 1200, cuando, a pesar de haberse construido unos arrecifes escalonados en el año 1171, una riada se llevó consigo dos paños del recinto. Destacaron por encima del resto la construcción, en el año 1220, de la Torre del Oro y de las murallas que prolongaban la coracha hasta el recinto fortificado. 

Fue esta ampliación de la muralla, junto a la posterior del recinto palaciego por su lado sur, la última de las realizadas durante la época islámica de Sevilla. Tras la conquista cristiana, las murallas dejaron de tener sentido defensivo desde el punto de vista bélico, pero no como protección frente a las sucesivas riadas. Durante el siglo XVI, algunas de sus torres se ocuparon como vivienda, permaneciendo en esta situación, en algún caso, hasta el mismo siglo XX. En el siglo XVII, nuevas construcciones se van adhiriendo a la vieja fortificación, utilizando sus paños como muros, una de las causas de que se hayan conservado varios de ellos. 

torreón rectangular en murallas de la Macarena

Situado entre las puertas de la Macarena y de Córdoba, y delimitado por las mismas, el tramo conocido como Murallas de la Macarena es, con una longitud de unos 500 m, el que se ha conservado en mejores condiciones entre los pocos que se han salvado del derribo. Conserva la barbacana en la mayor parte de su recorrido y cuenta con siete torreones rectangulares y una gran torre, la llamada Torre Blanca. La barbacana corre paralela a la muralla y a las torres, respetando e igualando los ángulos que aquellas van presentando.

Los torreones, separados entre sí por una distancia aproximada de unos cuarenta metros, son de planta rectangular y tienen una anchura de alrededor de 4 m, sobresaliendo a su vez del paramento de la muralla, hacia el exterior, otros 4,5 m. Son de construcción maciza hasta el camino de ronda, pasando éste a través suyo. En su nivel superior tienen una dependencia abovedada por la que, mediante una escalera, se subía hasta la azotea, beneficiándose allí de la protección que les otorgaban las almenas del antepecho.

Durante unas excavaciones arqueológicas realizadas en el año 1985, se encontró, junto a uno de los torreones, el lienzo original almorávide del siglo XII, confirmándose la idea de que los torreones y la torre eran originariamente exentos. Los almohades aumentaron la altura de las murallas y construyeron las barbacanas, todo ello con una argamasa de menor calidad y peor compactación. En su interior, se han encontrado materiales de relleno fechados en la segunda mitad del siglo XIII, lo cual puede indicar una construcción apresurada ante un inminente enfrentamiento bélico.

La Torre Blanca en las murallas de la Macarena

Este trozo de muralla, al igual que los restantes que se han conservado, presenta características propias del arte militar del medievo, con entrantes y salientes que dificultan el asedio y facilitan a los defensores una mayor efectividad de sus acciones sobre un enemigo exterior. El material de construcción fue tapial formado por cal, arena y guijarros, un tipo de construcción característico durante los siglos XII y XIII usado por los alarifes andalusíes y magrebíes y que con el tiempo se va endureciendo de manera notable. Los almohades introdujeron los ladrillos que se pueden observar colocados, en dos filas separadas entre sí, por debajo del adarve de las torres.

En las murallas de la Macarena sobresale, por sus mayores dimensiones, la anteriormente citada Torre Blanca. Se trata de una torre de planta irregularmente hexagonal y dos pisos de altura, ambos abovedados. Construida en su mayor parte de tapial, el cuerpo superior de su lateral sur es de ladrillo y se encuentra abierto por cuatro vanos rectangulares rematados con arcos de medio punto, dos en cada planta. Igualmente, en sus laterales este y oeste, tiene otros dos vanos, también con idéntico arco, uno en cada piso, siendo los inferiores la única vía de acceso a la torre, a la que se llegaba desde el adarve. La torre fue restaurada y dotada de iluminación recientemente. 

Por otra parte, la llamada Muralla de los Jardines del Valle constituye, con una longitud de unos 250 m, el otro gran lienzo de muralla conservado en Sevilla. Se construyó durante las obras de mejora y ampliación del cerco defensivo realizado, como ya se dijo, por los almorávides entre los años 1133 y 1134. De construcción similar a las Murallas de la Macarena mediante cajones de tapial, tienen un ancho de 1,90 m y pueden parecer más bajas de lo que en realidad eran debido a que el nivel del terreno ha subido bastante a lo largo de los siglos, encontrándose parte del paramento enterrado y habiendo desaparecido la barbacana. 

muralla en los Jardines del Valle

Este tramo de muralla -con forma de L- ha conservado, en diferente estado, varios torreones, destacando los dos situados en el tramo más largo de la L (noroeste). Presentan una separación entre sí de unos 50 m y tienen características casi idénticas a los de la Muralla de la Macarena: son rectangulares, tienen un ancho de unos 4 m, sobresalen de la muralla otros 4,5 m y tienen la típica doble faja de ladrillos de los torreones almohades. Hasta la altura del adarve, eran macizos, y a partir de ahí, tenían un segundo cuerpo abovedado por el que se accedía, a través de una escalera, hasta la azotea protegida con almenas. 

Su recorrido comienza cerca de la entrada a los Jardines del Valle y continúa en paralelo a la calle Sol unos 80 m para girar entonces al norte y perderse, tras otros 180 m de trayecto, entre los muros de las casas. El muro se ha mantenido a lo largo de los siglos al actuar, primero, como cerca del huerto existente en el convento del Valle, desaparecido en el año 1757, cuando en su lugar se construyó la conocida como fábrica del salitre. Posteriormente en el siglo XIX, el que había sido huerto del convento de los franciscanos pasó a ser jardín de colegio, siendo después vendido a una inmobiliaria. En el año 2010, el espacio fue recuperado para uso público con el nombre de Jardines del Valle. Las murallas han sido restauradas y presentan un excelente estado de conservación.

En los Jardines de Murillo, en su lateral noroeste, quedan en pie, aunque en diferentes estados de conservación, varios lienzos de muralla y dos torreones que formaban parte, junto a los existentes en el callejón del Agua, de la muralla que se extendía entre la Puerta de la Carne y el Postigo del Alcázar. Si entramos desde la plaza de los Refinadores hasta este antiguo huerto del Real Alcázar, veremos junto a la puerta de entrada el comienzo de un trozo de la muralla en el que se pueden observar las conducciones cerámicas de agua que transcurrían por su interior.

torreones de la muralla desde los Jardines de Murillo

Una vez dentro de los jardines, junto al anterior muro, aparece la primera torre, de la que ha desaparecido todo el cuerpo superior abovedado que se levantaba desde el nivel del adarve de la muralla y por el que se llegaba a la ya inexistente azotea. Lo que había sido el cuerpo inferior, macizo y construido exclusivamente de tapial en los cercanos torreones de la muralla de los Jardines del Valle, aquí está encintado, en cada una de sus tres caras, con sendos paramentos de ladrillo, de los que ha perdido importantes cantidades. 

A unos 40 m, tras atravesar la calle Nicolás Antonio, aparece el otro torreón, desprovisto de almenas y con lo que parecen dos nuevas plantas añadidas a partir de la altura de la antigua azotea. En su fachada principal presenta, sobre un mismo eje vertical central, diferentes elementos a la altura de cada uno de los cuatro cuerpos con que ahora cuenta; un escudo en el inferior y tres vanos, uno pequeño y cuadrado a la altura del antiguo adarve y otros dos rematados con arcos de medio punto, correspondientes, quizás, a las nuevas alturas.

Continuando el camino hacia el sur, dejando atrás los Jardines de Murillo, y tras llegar a la plaza Alfaro, veremos el inicio de la muralla del Callejón del Agua, el trozo mejor conservado de este tramo de muralla, donde también son visibles las antiguas tuberías cerámicas de agua. En una placa allí existente puede leerse "Muralla de la ciudad de época islámica (s.XI-XII), que contiene las conducciones que en período cristiano suministraban agua al Real Alcázar y a la ciudad".

tuberías de cerámica en muralla del Callejón del Agua

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