Labores cotidianas y rezo diario en Al-Ándalus

patio de Córdoba en primavera

No se tiene mucha información acerca de la vida cotidiana en Al-Ándalus. Esto puede deberse a la reticencia de los andalusíes en revelar aspectos de su intimidad así como a la tradicional falta de interés de los historiadores por los aspectos demasiado cotidianos. Los hallazgos arqueológicos y algunos otros detalles escritos, junto al quehacer diario de los actuales residentes en el norte de África, arrojan un poco de luz acerca de la vida diaria de los habitantes en aquella época.

Podría decirse que el día comienza con el primer rezo del día (fayr), siendo el momento predeterminado o waqt de la salida del sol, continuando con el desayuno como primera comida siendo compartida por todos los miembros de la familia. Generalizando puede afirmarse que la familia andalusí estaba compuesta por el matrimonio y tres-cuatro hijos y la familia solía formarse cuando el hombre contaba con una relativa edad avanzada.

A pesar de que el marido ejercía de jefe de familia y él era quien disponía de todos los bienes, en Al-Ándalus como ahora en el Magreb, la casa constituía el dominio privilegiado de la mujer o esposa, estando las tareas repartidas y diferenciadas por sexos. Existía un espacio de dentro, que abarcaba el ámbito doméstico, de algún modo el mundo de lo privado e íntimo, y este espacio estaba bajo la custodia de la mujer. El resto era lo de fuera, el ámbito público o las relaciones públicas, que correspondían al hombre.

calle en Ronda

Esta división de funciones se reflejaba también en la propia estructura de la casa. Existía una parte, claramente diferenciada, donde la esposa ejercía las tareas domésticas, siendo un verdadero refugio y el ámbito donde surgían las confidencias. Cuando el marido salía a trabajar y los hijos marchaban a la escuela, la casa se movía al ritmo que marcaban las mujeres. Por otro lado, la parte baja de la casa solía ser el territorio masculino, al contrario de los pisos superiores.

En Al-Ándalus era costumbre que las casas tuvieran su propio telar con el que ella elaboraba las ropas de toda la familia, suponiendo un importante ahorro económico. En el medio rural del actual Magreb es difícil encontrar una vivienda que no contenga algún telar y todos ellos están basados en el mismo y simple concepto técnico; un marco en el que cuelgan unos hilos conocidos como urdimbre para pasar por ellos la trama e ir formando el tejido horizontalmente.

Telares similares, aunque más firmes y elaborados, es seguro que existieron en Córdoba durante el califato, siendo ejemplo el tiraz o telar real. Pero donde más se desarrolló la elaboración e industria textil andalusí fue en Almería y, a pesar de la desaparición de Al-Ándalus, esta tradición ha llegado hasta nuestros días existiendo en Níjar, en la provincia almeriense, técnicas artesanales actuales con telar de pedales que reciben aquel legado andalusí. En Al-Ándalus las prendas se elaboraban con todo tipo de tejidos como lana, algodón, cáñamo, lino o seda.

vista de productos en zoco de Tánger

Como parte de fuera cabe decir que, en los zocos o mercados andalusíes, todo trabajo artesanal estaba elaborado y expuesto por hombres o niños. Las mujeres en el zoco, como norma general, se encontraban realizando compras y no vendiendo. Una escena habitual era encontrar a algún artesano con un cliente debatiendo acerca del precio de un producto y, aunque el regateo es una práctica habitual, en ocasiones no ponerse de acuerdo daba lugar a acaloradas discusiones, acudiendo entonces el llamado almotacén -muy respetado socialmente- para mediar en estos conflictos.

Podría decirse que la actividad comercial se desarrollaba en el zoco o mercado, siendo un espacio esencial en la identidad propia de la ciudad islámica. Aunque en ocasiones contaban con dependencias de obra abiertas a la calle, y fácilmente identificables, su distinción arqueológica es a menudo compleja al conformarse con estructuras perecederas que se aglutinaban en torno a una plaza o calle amplias, frecuentemente  en las proximidades de la mezquita y baño público. 

En las 24h del día la zona del mercado era un ir y venir de transeúntes, unos occiosos y otros trabajando, un ambiente callejero bullicioso. Los barberos hacían su trabajo, otros ponían a la venta tapices, alfombras, vendedores de fritangas o frutas exóticas. Por allí pasaban también los bereberes que bajaban de los montes a vender hortalizas, los faquires, narradores de cuentos y astrólogos. Los zocos del polvo, dedicados a ganado o productos agrícolas, se solían situar en amplios espacios abiertos extramuros.

puerta en la sala de Dos Hermanas, Alhambra

Al mediodía, cuando el sol está en su zenit, llegaba el momento del segundo rezo diario (zuhr) y, los viernes, la mezquita se encontraba por lo general llena de fieles ya que se trata de la oración pública, siendo el único día semanal en que los musulmanes están obligados a orar en el interior de la mezquita, aunque esa prescripción sólo obliga a los hombres. La mezquita en Al-Ándalus, ya sabemos que no sólo era el lugar para acudir a rezar sino que también se trataba de un lugar donde recibir enseñanza, mayormente de contenido religioso, y un lugar donde el qadí o juez recibía a los hombres que, por algún motivo, esperaban justicia. 

Mientras el marido se encontraba en estos quehaceres, la esposa continuaba en casa con las tareas domésticas, como por ejemplo haciendo pan y es que en las ciudades andalusíes cada mujer amasaba su propio pan en la casa. Para cocerlo, lo habitual es que acudieran a un horno público, no así en el medio rural donde ellas mismas solían cocerlo. El pan más habitual era de trigo, aunque también se hacía pan con otros cereales, siendo como ahora el mayor complemento de las comidas. Y recordemos que, en gastronomía, muchas de las recetas de hoy son herederas de Al-Ándalus.

Ziryab, el tan conocido laudista del califa cordobés Al-Hakén II, fue -entre otras cosas- también importante en gastronomía y no sólo importó desde Bagdad las copas de cristal, retirando poco a poco las existentes de metal, sino que trajo a Al-Ándalus el hábito de comer tres platos en la mesa: una sopa, un plato más consistente y el postre, siendo aún hoy una costumbre de lo más habitual. Y cabe señalar, como curiosidad, que hoy son los conventos cristianos los que en mayor medida conservan la genuina repostería morisca, aunque con el paso del tiempo hayan incluido la manteca de cerdo o productos americanos.

vista de rezo musulmán en dirección a La Meca

A media tarde, tras el tercer rezo del día (asr), solía ser un buen momento en casa para consumir dulces junto a una taza de té a modo de merienda. La mujer de la casa solía recibir a esas horas a amigas o vecinas, siendo en este tipo de reuniones donde más largamente se relajaba la mujer. El hombre, por su parte, también solía recibir visitas de amigos y en estas visitas, aparte del té, podían servirse otras bebidas incluido el vino, tan arraigado en la península, aunque no estuviese consentido por el islam.

Las casas andalusíes apenas contaban con muebles y en las habitaciones se guardaban las prendas en baúles de madera o grandes cofres. Los muros de las paredes muy frecuentemente estaban adornados con telas de distintos colores y las mesas y los asientos siempre se situaban cerca del suelo, cubriéndose éste con alfombras. Solía ser habitual que las camas tuviesen sábanas bordadas, colchones de lana. En Al-Ándalus los bebés dormían en sus cunas con un pequeño colchón y un empapador de cuero. 

Con el ocaso, justo en el momento en que el sol se esconde, llega la hora de realizar el cuarto rezo del día (magrib). Además de cumplir el precepto religioso, este rezo marca el inicio oficial del día siguiente que el islam fija a la caída del sol. Esto se debe a que en ese momento la luna se convierte en el astro principal en el cielo, siendo justo la luna quien rige el calendario musulmán. 

Y para finalizar el día, siempre antes de la medianoche, se lleva a cabo el quinto rezo (ishá).

puesta de sol en Málaga

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