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escultura de bronce en homenaje a Ibn Al-Jatib
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Lisan al-Din ibn al-Jatib, en árabe لسان الدين بن الخطيب, nació, según el calendario islámico, el 25 del mes de rayab del año 713 de la hégira, es decir, el 16 de noviembre de 1313. También se le conoció con el nombre de Lisaneddín o "lengua de la religión", sin duda debido a su mucha elocuencia o elegancia de estilo. El linaje principal de su familia pertenecía a una estirpe de árabes sirios llamada los Banu Wazir, que después cambiaron su nombre en el de Banu Jatib o "descendientes del Predicador" y que, habiendo pasado a Al-Ándalus, se establecieron en la ciudad de Loja, donde nació Ibn Al-Jatib.
Desde Loja se trasladaron a Córdoba, después a Toledo, y por último su padre se instaló en la ciudad de Granada. La casa de los Banu Jatib alcanzó éxitos sociales, riquezas y grandes propiedades. Su abuelo Saíd fue caíd,
general de caballería, y su padre Abdallah, literato y gobernador en la ciudad de
Granada. Ibn Al-Jatib fue un joven aventajado y su educación fue dirigida por los
doctores más sabios de su tiempo en teología y derecho, filosofía,
matemáticas y medicina, sobresaliendo principalmente en los estudios
históricos y en los políticos.
Desde su primera juventud, probó graves contratiempos por haber caído su padre Abdallah en desgracia con el sultán de Granada, Muhammad IV, antecesor de su hermano menor, Yusuf I. En la batalla del Salado, en el año 1340, las tropas del ya sultán Yusuf I sufrieron una gran derrota y allí fallecieron el padre y el hermano mayor de Al-Jatib. Durante el gobierno de Yusuf I (años 1333-1354) pasó de aprendiz de la cancillería a secretario particular, acompañando al sultán en su viaje por territorios orientales como Almería, donde escribió la obra Aparición de la imagen soñada, viaje de invierno y de verano.
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pintura en recuerdo de Ibn Al-Jatib en Loja
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Como sabemos, el sultán nazarí era el
legítimo representante de la hacienda pública en aquella época. A título
privado, el sultán de Granada contaba con su propio patrimonio particular denominado mustajlas siendo las mujeres nazaríes las principales transmisoras de bienes al mustajlas. Cabe destacar que, aparte de las alquerías, existían también grandes propiedades, muchas de las cuales pertenecían también al mustajlas. Al-Jatib, en varias de sus obras, da cuenta de algunas de las propiedades pertenecientes al mustajlas del sultán y emite valoraciones de conjunto tan jugosas y excepcionales como las que siguen.
"Rodean la muralla de la ciudad vastos jardines y espesos bosques pertenecientes al mustajlas, de manera que, detrás de esa verde barrera, las blancas almenas brillan como las estrellas en medio de un cielo oscuro. No hay parte alguna de la muralla sin huertas, viñedos ni jardines. En la parte norte de la llanura hay unas almunias de majestuoso tamaño y extremado valor, que no pueden ser costeadas salvo por gente relacionada con el poder real, dado lo excesivo de su precio. Algunas de ellas producen unas cosechas al año por valor de quinientos dinares de oro, a pesar del bajo coste de las verduras en esta ciudad".
"Treinta de estas almunias pertenecen al mustajlas. Las ciñen y se unen con sus extremos unas magníficas fincas, nunca esquilmadas, siempre fecundas, cuyas rentas alcanzan en nuestro tiempo los veinticinco dinares de oro. La hacienda pública es incapaz de saber el valor que pueden alcanzar estas fincas, debido a su extensión, el lugar envidiable donde se encuentran y la disposición de la que gozan. Todas ellas tienen casas magníficas, torres elevadas, eras amplias, palomares y gallineros bien acondicionados".
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pintura dedicada a Ibn Al-Jatib en Loja |
"En los alrededores de la ciudad, bordeando la muralla, se encuentra más de una veintena de fincas del mustajlas. En estas fincas vive un gran número de hombres y sementales de buena raza que se emplean para arar la tierra, para la agricultura; en muchas de ellas hay fortificaciones, molinos y mezquitas. En esta fértil posesión, que es el alma del campo y lo más selecto de este buen país, se entremezclan alquerías y poblados que están en manos de propietarios particulares".
Por otra parte, durante
una epidemia de peste que azotó a la península en el año 1348, enunció
por primera vez la noción de contagio y recomendó aislar a los enfermos y
destruir sus sábanas. El fallecimiento de su maestro Ibn al-Yayyab, en
el año 1349, cuando esta epidemia de peste negra estaba en pleno apogeo y la
caída en desgracia del primer ministro Ridwan hicieron que ascendiera en
el escalafón político. Según el propio Al-Jatib, "cuando murió mi
maestro, Yusuf I me ciñó con el cargo de visir, me dobló el sueldo, y me
adjuntó también el desempeño de la jefatura general del ejército".
En
1354, Yusuf I fue asesinado y, aunque el poderoso Ridwan fue restaurado
como primer ministro, Al-Jatib se mantuvo en todos sus cargos tras la
proclamación de Muhammad V. En
la Alhambra se conservan
inscripciones de poemas de su autoría, realizados durante el mandato de ambos sultanes, algo que comparte con Ibn al-Zayab e Ibn Zamrak. A pesar de que amasó una gran fortuna por
todos sus cargos, en el año 1359 se produjo un golpe de Estado por parte
de Ismaíl II, tío del sultán, por lo que éste huyó a
Guadix, siendo Al-Jatib encarcelado, confiscándosele
todos sus bienes. Gracias a las gestiones de un amigo, secretario del
sultán meriní, fue liberado y, en vez de compartir destierro con el
depuesto sultán, se instaló en
Salé.
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pintura dedicada a la figura de Ibn Al-Jatib
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Muhammad
V consiguió recuperar el trono granadino en 1362 y, a pesar de los
recelos entre el sultán y Al-Jatib por su regreso del exilio, decidió
seguir confiando en él por sus grandes habilidades como político y
diplomático. Sin ir más lejos, cuando el rey castellano Pedro I
el Cruel triunfó de nuevo en la segunda batalla de Nájera, en el año 1367, y restableció su autoridad sobre la mayor parte del reino castellano, Ibn Al-Jatib tuvo el genio y la fortuna de lograr para Granada la benevolencia del vencedor y su alianza gracias a una embajada famosa en los anales de la diplomacia nazarí.
La amistad establecida entre el citado rey castellano, Pedro I el Cruel, y el sultán Muhammad V, quedó reflejado en la Crónica del rey cristiano incluso en la consideración de Ibn Al-Jatib como confidente de Pedro I e intérprete de profecías. "El rey don Pedro, después que la pelea de Nájera fue vencida por su parte, envió sus cartas a un moro de Granada de quien él fiaba, e era su amigo, e grand sabidor e grand filósofo, e consejero del rey de Granada, el qual avía por nombre Benahatín". En el año 1369, el mismo Ibn Al-Jatib interpretaba una profecía previendo la inmediata muerte del rey castellano.
Poco después, cansado de las intrigas palaciegas e incluso de las
acusaciones de traición hacia su persona, incluso por su propio alumno
Ibn Zamrak, Ibn Al-Jatib decidió abandonar el reino nazarí con la excusa de
vigilar la frontera occidental y cruzó hacia el Magreb. Al-Jatib mandó
una misiva al sultán Muhammad V explicándole los motivos por los que huía de
Granada, algo que enfureció al sultán. Finalmente, debido a las
cortes tanto granadina como meriní, Al-Jatib fue arrestado y encarcelado
en una prisión de la ciudad de Fez. Allí había invertido gran parte de su fortuna al tiempo que acentuaba su actitud política promeriní.
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tumba de Ibn Al-Jatib en la ciudad de Fez
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En esta ciudad Ibn Al-Jatib fue torturado y asesinado,
siendo finalmente estrangulado en otoño del año 1374 cuando tenía 61 años. Su fiel amigo
Ibn Jaldún relata que, tras su asesinato, fue enterrado en el
cementerio de la puerta del Quemado y, al día siguiente, había sido
exhumado y su cadáver quemado, donde se expuso durante dos días hasta
que volvió a ser inhumado. Por esta horrible muerte a Ibn Al-Jatib se le conoció también como
du al-mitatayn, "el de las dos muertes".
En resumen, Ibn Al-Jatib fue, sobre todo, un historiador, aunque trató igualmente sobre lexicografía y gramática, ciencias jurídico-religiosas, matemáticas, filosofía y medicina. De las más de 60 obras que se le suponen sólo una veintena ha llegado hasta hoy, y las 3 más importantes son tratados históricos y descriptivos, propios del género llamado adab, uno referente al Oriente islámico, al Magreb y a Al-Ándalus hasta el siglo XIV, y otros dos al emirato granadino hasta la época de Muhammad V: Lamha al-badriya fi l-dawla al-nasriyya y, especialmente, su obra capital Ihata fi ta`rih Garnata.