Mérida

vista de muralla sur y este en el atardecer de Mérida

Mérida, la Emérita Augusta romana elegida como retiro por el emperador Augusto, es una ciudad situada en la provincia de Badajoz y la actual capital de Extremadura. Según las crónicas, en el año 713 las tropas musulmanas de Musa Ibn Nusair conquistaron la ciudad tras catorce meses de resistencia de sus habitantes y ésta se convirtió en capital de la kura o provincia de Mérida, siendo una de las más extensas y poderosas de toda la península ibérica.

La kura coexistía con otra demarcación territorial denominada Thagr o Marca que se superponía a la kura en las zonas fronterizas con los reinos cristianos. Ambas, kura y thagr constituían la organización territorial del período andalusí. La kura de Mérida estaba integrada en la Marca Inferior o al-Tagr al-Adna y se extendía por la actual Extremadura y por el sur de Portugal, hasta el océano Atlántico.

Esta kura tenía como capital a la ciudad de Mérida o a Badajoz, según la época. Su demarcación procedía de la antigua división lusitana tardorromana, que se había conformado como kura en época emiral bajo el nombre de xenxir. De esta forma, la Marca Superior o al-Tagr al-Ala la conformaba como capital la ciudad de Zaragoza y la Marca Media o al-Tagr al Awsat, la ciudad de Toledo. Estas tres Marcas se mantuvieron hasta la aparición de los reinos de taifas.

lienzo norte de la muralla en la alcazaba de Mérida

Puede decirse que Mérida fue una gran ciudad en la que convivían mozárabes (cristianos descendientes de hispano-romanos, suevos y visigodos), muladíes (mozárabes que se habían convertido al islam), y los llamados moros baladíes (llamados también los antiguos, por ser los primeros bereberes y sirios que llegaron en el año 713 junto con Musa Ibn Nusair). Se creó así un ambiente cosmopolita en Märida que generó extraordinaria prosperidad en la zona, pero también siglo y medio de conspiraciones y rebeldías.

En el año 741 los llamados moros baladíes de Mérida se rebelaron frente a la autoridad del califa de Damasco, que envió tropas desde Siria. Estas tropas derrotaron a los rebeldes en la batalla de Aqua Portora, cerca de Córdoba. Pocos meses después, este mismo ejército se dirigió a Mérida y tomó la ciudad. Poco después, desde Siria se envió un nuevo gobernador de Al-Ándalus, que conseguiría poner paz entre baladíes y sirios y estos últimos fueron establecidos en otras zonas. En las siguientes décadas, numerosos baladíes se establecieron también en Mérida.

A comienzos del siglo IX, concretamente en el año 828, todos los grupos étnicos y religiosos, liderados por el moro de origen bereber Mahmud y el muladí Suleyman Martín, apoyados por el arzobispo de Mérida se rebelaron sucesivamente contra el poder central cordobés y su autoridad califal. Expulsaron al gobernador (también muladí y conocido como el Gallego). El califa cordobés en persona acudió con su ejército y necesitó sucesivas campañas militares para reducir la rebelión.

Torre barbacana saliente en el lienzo este de la muralla

Las citadas campañas se llevaron a cabo entre los años 805 y 835, hasta que en ese año 835 finalmente el califa Abd Al-Rahmán II ordenó construir la alcazaba y desmantelar las murallas romano-visigodas que defendían la ciudad, quedando su población y poder gravemente mermados. Aún así, solo un año después los emeritenses ya habían expulsado a su nuevo gobernador. La alcazaba de Mérida, por lo tanto, es la más antigua fortificación musulmana que sigue en pie dentro de la península ibérica, construida junto al célebre puente romano sobre el río Guadiana.

La fortificación consiste en un recinto cuadrado de 130 m de lado capaz de albergar un buen número de tropas. En el interior de esta alcazaba, como elemento más interesante, cabe destacar el antiguo aljibe que se presenta en muy buen estado, con agua filtrada desde el cercano río Guadiana y al que se accede por una doble escalera, desde el piso bajo de una torre. Este aljibe es la verdadera seña de identidad del monumento y probablemente el más importante equipamiento de esta naturaleza conservado en la península.

Se compone de una estructura arquitectónica externa de volumen cúbico, destacando las pilastras aprovechadas de algún edificio visigodo cuya decoración, en relieve, consta de columnas en sus laterales y motivos vegetales que forman círculos alrededor de racimos de uvas y palmetas en sus frentes. En su interior, tras un breve vestíbulo, se accede a una monumental escalera abovedada en medio cañón con potentes sillares graníticos y con la misma decoración visigoda antes descrita y que, en franco descenso, conducen hasta la gran cisterna, horadada en el subsuelo de la muralla y que a través de un dique romano permitía el acceso al agua del Guadiana.

vestíbulo de entrada al aljibe en la alcazaba de Mérida

El perímetro de la alcazaba es casi cuadrado de unos 550 m. Los muros están fabricados en su mayoría con sillares de granito de obras romanas y visigodas y con un relleno interior de tierra, piedras y argamasa. Originalmente, había una gran torre cuadrada en cada esquina del recinto (cuatro torres en el recinto principal macizas y dimensionadas como las torretas de la mezquita aljama de Córdoba en el siglo IX y dos más en el llamado alcazarejo), mientras que en los lienzos de la muralla, a intervalos regulares o flanqueando las puertas, se disponían otras muchas resultando en total veinticinco pequeñas torres.

Esas torres eran de base cuadrangular, siendo algunas de reforma posterior cristiana. Se hallan embutidas en los propios lienzos de la muralla, funcionando a la vez como contrafuertes estructurales y como barbacanas estratégicas comunicadas por paseos de ronda. Al propio carácter inexpugnable que le conferían sus muros de unos 10 m de altura, en algunos tramos, se le añadía el amplísimo foso que circundaba su perímetro por tres de sus lados, todos menos el encarado al Guadiana por el sur, donde el propio río actuaba como defensa natural.

A la alcazaba de Mérida se accedía desde el mismo puente romano a través de un pequeño recinto fortificado denominado tradicionalmente alcazarejo. Por esta gran barbacana se controlaba el paso de personas y mercancías a la ciudad o medina emeritense de forma que el recinto militar principal quedaba totalmente independiente de la población civil. Es decir, desde el llamado alcazarejo se podía acceder bien a la alcazaba propiamente dicha o bien a la ciudad.

unión del puente romano con el alcazarejo sobre el Guadiana

Al recinto militar principal de la alcazaba se accede por una puerta flanqueada por dos torres sobre cuyo arco de herradura de tipo emiral se conserva una de las inscripciones fundacionales de la alcazaba, en la cual se puede leer "En el nombre de Dios, el clemente, el misericordioso. Bendición de Dios y su protección para los que obedecen a Dios. Ordenó construir esta fortaleza y servirse de ella como refugio de los obedientes el emir Abd Al-Rahmán, hijo de al-Hakam - glorifíquele Dios -, por medio de su camil Abd Allah hijo de Kulayb Ibn Talaba, y de Hayqar Ibn Mukabbis, su sirviente y Sahib al-Bunyan, en la luna de postrer rabi del doscientos veinte". 

En el Muqtabis V de Ibn Hayyan, es mencionada esta entrada, especie de al-hizam con una sola puerta de control mirando al río, contando que Abd Al-Rahmán III, junto a su ejército y desde el puente, la contempló largamente admirando su perfecta contrucción e impresionante aspecto. El arco de la entrada de tipo emiral, tiene el peralte equivalente a la tercera parte del radio de la circunferencia. Dicho arco tiene, como los restantes de menos envergadura de la fortaleza, facturas irregulares como prueba de que la fortaleza se levantaría con relativa prontitud. Otra estructura significada es el arco o bóveda de medio punto interior añadida tras las dos mochetas del arco, ya vista en las puertas de las fortalezas de Toledo, Calatayud o Ágreda.

acceso a alcazaba con inscripción fundacional

A lo largo y ancho de los muros perimetrales de la alcazaba de Mérida son perfectamente visibles los restos romanos con sillares provenientes de la muralla de Augusto y de los acueductos de la campiña. También restos visigodos igualmente reaprovechados, habiendo aparecido incluso material de acarreo labrado funcionando como escombro o ripio para dotar de grosor a los lienzos de la muralla. El interior de la alcazaba se encuentra hoy notablemente transformado respecto a como sería en origen. A partir de diversas excavaciones practicadas han podido revelarse varias de sus estructuras, como las calles e incluso la ubicación de la mezquita.

La alcazaba fue construida como bastión para controlar la ciudad que, como se ha dicho anteriormente, desde el año 805 se había rebelado continuamente contra el dominio califal de Córdoba. La bien guarnecida alcazaba tampoco fue suficiente para mantener la paz en Mérida, pues en el año 868 estalló otra importante sublevación en tiempos de Muhammad I. Esta vez ocasionó, de parte de este emir, el desmantelamiento de las murallas antiguas exceptuando la alcazaba de su padre Abd Al-Rahmán III, desde entonces fortaleza oficial de la guarnición.

Las luchas continuaron hasta el año 875, cuando los muladíes y mozárabes comandados por Ibn Marwan (el Gallego también, al ser hijo del antiguo gobernador o vali de la ciudad) se instalaron en el inexpugnable castillo de la Culebra, en Alange junto al río Matachel. Al no poder derrotarles, desde Córdoba se pactó con ellos y de esa forma el llamado Gallego y sus seguidores refundaron la ciudad de Badajoz o Batalyaws en las inmediaciones de lo que había sido la ciudad visigoda arrasada por los árabes en el año 713.

lienzo sur de la muralla a lo largo del río Guadiana

La salida de ese grupo no fue suficiente para pacificar Mérida, pues poco después otro grupo de emeritenses marchó para establecerse en el norte. Por ello, el entonces gobernador de la ciudad debió de atraer población de Marruecos para repoblarla, aunque la Mérida islámica, a pesar de la ventaja de su estratégico puente, perdió para siempre la preeminencia que había tenido hasta entonces, debilitándose como plaza fuerte a favor de Badajoz aunque sin perder su identidad ciudadana pues la menciona como tal, junto a su alcazaba, Idrisi en el siglo XII.

Mérida, en definitiva, fue capital en la Marca Inferior o al-Tagr al-Adna la mayor parte del período musulmán en lo que comprende el territorio actual extremeño, concretamente hasta la caída del califato de Córdoba en el año 1031. Era una de las zonas más extensas y económicamente pujante, aunque su cercanía a la frontera cristiana le daba a la ciudad un carácter predominantemente militar para la defensa de la citada frontera. Tras la disolución del califato de Córdoba, se incluyó en la taifa de Badajoz.

vista interior del recinto militar de la alcazaba de Mérida

El declive de época califal continuó también durante el período de taifas. Integrada en la taifa de Batalyaws, su importancia estratégica de etapas anteriores, como centro de importantes rutas, se iría perdiendo debido a nuevos caminos que unían Córdoba con Trujillo, cruzando el Guadiana por Medellín, o bien el camino que unía Córdoba con Badajoz. A finales del siglo XI, el casco urbano de Mérida alcanza su menor extensión, protegido por nuevas defensas habilitadas ante los conflictos taifas compuestas por una muralla de tapial sobre zócalo de sillares, reforzada con torres, algunas albarranas situadas en los puntos más débiles.

A principios del siglo XIII, concretamente en el año 1230, las tropas del rey Alfonso IX de León conquistaron Mérida para la causa cristiana y la convirtieron en sede del priorato de San Marcos de León, perteneciente a la orden militar de Santiago, terminando así con un legado islámico de cinco siglos sobre territorio emeritense.

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