Cáceres. El Baluarte de Los Pozos.

visión frontal del Baluarte de los Pozos en Cáceres

El denominado Baluarte de los Pozos es un conjunto formado por varias construcciones del siglo XII durante la vigencia del imperio almohade en la ciudad de Cáceres. Se trataba de una prolongación de la muralla de la alcazaba y estaba defendido por dos torres principales: la Torre de los Aljibes, de la que prácticamente sólo se conserva una parte, y la Torre de los Pozos, también conocida popularmente como Torre del Gitano.

Al conjunto de las dos torres se añaden una casa típica y un jardín-mirador. La casa, de dos plantas, acoge actualmente una exposición de maquetas de los edificios más llamativos de la ciudad y reproducen la arquitectura civil, religiosa y militar del casco antiguo, con obras del famoso artista cacereño Eusebio Salgado, entre otros. En cuanto al mirador, se trata de un espacio rehabilitado de unos 550 m2 con césped y ubicado en la parte superior con acceso desde la Torre de los Pozos.

Desde la azotea o jardín-mirador, a seis metros de la barbacana (estructura defensiva situada sobre la muralla) se obtienen las mejores vistas de la ribera del Marco, la Fuente Concejo, el barrio de San Marquino, parte de la muralla o el santuario de la Virgen de la Montaña. Lateralmente son visibles la Torre Albarrana o de Hernando Pizarro y el olivar de la Judería, a sus pies. Durante las noches de verano, este jardín del Baluarte se convierte en escenario de exposiciones y eventos culturales, desarrollando actividades de diverso tipo con el objetivo de revitalizar el entorno de la Judería.

Baluarte de los Pozos, mirador y olivar de la Judería

Cuenta la leyenda que durante el dominio almohade vivía en el alcázar de Cáceres un cadí con su hija Jasmina. Esta joven, en uno de los asedios cristianos a la ciudad, se enamoró de uno de los guerreros enemigos que vio desde una de las ventanas del palacio. Contactó con él y con ayuda de su sirvienta escapaba del palacio a través de un pasadizo. Una vez fuera de la muralla, Jasmina se dirigía desde el aljibe -hoy Cisterna de San Roque- hasta el arroyo para allí reunirse con el joven. 

Sin embargo, el soldado cristiano aprovechó una de estas salidas para seguirla hasta la entrada del pasadizo y, una vez dentro, los cristianos no tardaron en tomar la ciudad. Cuando el cadí pidió el nombre del traidor Jasmina no tardó en confesar su culpa y, acto seguido, se lanzó por un balcón del palacio. Dicen que antes de caer se convirtió en una gallina de oro y que, en las noches de San Juan, se aparece en Fuente Fría. Otra teoría sugiere que la joven Jasmina bajó al aljibe y se durmió para siempre en la profundidad de sus aguas.

El pasadizo, que supuestamente comunicaba el alcázar almohade con el flanco oriental del cinturón amurallado de Cáceres, recibía el nombre de Mansaborá o Mansa Alborada, tapiado según la propia leyenda tras la caída de la ciudad, con Jasmina convertida en gallina de áureo plumaje, y cuya existencia nunca se ha podido demostrar, a pesar de descubrirse en el subsuelo del Palacio de las Veletas, surgido donde se erigía el antiguo alcázar, la entrada cegada a un desaparecido túnel, y de poderse vislumbrar una entrada a la muralla igualmente cegada cuya portada aparece abierta a los pies de la Torre de los Pozos.

Cisterna de San Roque a los pies del Baluarte de los Pozos

Es decir, a camino entre la crónica histórica y la leyenda se ubica el capítulo que narra la reconquista definitiva de la ciudad por parte de las tropas cristianas, capitaneadas por el rey Alfonso IX de León, llevada a cabo en abril del año 1229 siguiendo sus planes militares decididos a desplazar la frontera político-religiosa hacia el sur, hasta alcanzar las vegas del río Guadiana y así incorporar a su reino las tierras ubicadas al norte de este río.

La Torre de los Pozos está situada en el ala oriental de la muralla y la torre se eleva 14 m desde su base y sobre un espolón rocoso con antiguos sillares de época romana. Dicen que era la más bella de las torres de la espléndida fortaleza y estaba conectada con la torre vecina y con la muralla por diversos muros con los que formaba un espacio trapezoidal que se extendía en dirección al arroyo del Marco, fuente principal de abastecimiento de agua. Esta torre, en definitiva, da nombre a la torre de base más grande y alta de la parte antigua de la ciudad de Cáceres, asentándose sobre enormes crestones de cuarcita. 

Esta torre está adelantada con respecto a la muralla y, por sus características, bien la podemos definir con rigor como una torre albarrana. Su espigón comunicaba con un pequeño rellano desde el que se podía acceder tanto a la estancia cubierta con cuatro bóvedas de arista y arcos fajones, como a la escalera de subida al terrado. Se encontraba unida a la muralla por un paso albarrano de 26 m de longitud, desaparecido en su mayor parte al ser engullido por las posteriores viviendas y su planta trapezoidal está cercana al rectángulo. 

lienzo este de la muralla con su principal Torre de los Pozos

Desaparecido el acceso a esta Torre de los Pozos por el mencionado paso albarrano, la entrada actual se lleva a cabo por el portillo del flanco sur, dando acceso al interior de la torre y a su terraza superior o jardín-mirador. La cámara del interior de la torre está cubierta, como se ha dicho, por bóvedas de aristas apoyadas en una columna formada por tres tambores graníticos de 1,84 m de altura. 

Esta Torre de los Pozos fue decorada con complejos elementos ornamentales poco comunes en la arquitectura militar peninsular de Al-Ándalus y aún pueden verse estos diseños en forma de estrellas de ocho puntas o inscripciones con caracteres cúficos, creyéndose que podían tener un objetivo propagandístico. De hecho, la singularidad de la Torre de los Pozos estriba en que conserva esos esgrafiados tan valiosos en sus caras norte y este, al tratarse de uno de los escasos elementos artísticos de fábrica hispano-musulmana que conserva la ciudad y por constituir un legado histórico incomparable.

En el epígrafe de caligrafía cúfica andalusí los expertos intuyen la alabanza religiosa "Allah es nuestro señor", apareciendo también -como se ha dicho- dos estrellas de ocho puntas en su cara oriental y frontal así como falsos sillares y lágrimas. Varios metros debajo del esgrafiado también puede verse una cinta anudada, encasillando el falso sillarejo, procedente muy posiblemente de la decoración a base de cintas de mortero de cal que, en su momento, pudo cubrir la casi totalidad de los lados de la torre, haciéndola brillar al sol.

espolón rocoso bajo el Baluarte de los Pozos en Cáceres

Las únicas inscripciones de carácter oficial que se han identificado en arquitectura castrense andalusí son de carácter fundacional, nunca religioso. Precisamente, en la Torre de los Pozos se documenta uno de los primeros ejemplos conocidos de epigrafía religiosa en una obra militar. Si consideramos en su conjunto todos estos motivos de exorno, la torre en cuestión se nos revela como un muestrario de representaciones propagandísticas de una dinastía que ha de buscar su razón de ser y legitimidad en la yihad o guerra santa. 

El paralelo más claro de este programa ornamental se constata en las torres de flanqueo de Bab Rwah, una de las más espectaculares y significativas portadas monumentales erigidas en lo que se proyectó en Rabat, como nueva capital del imperio. Pues, al igual que en el caso cacereño, los encintados dignifican el aparejo constructivo enriqueciéndolo con diversos motivos de exorno, algunos muy parecidos a la estrella de la Torre de los Pozos, y varias inscripciones de carácter coránico. Así, pueden leerse frases como "La felicidad pertenece a Allah" y también "Bendición", en términos de protección divina. El contenido de tales inscripciones, incluida la de Cáceres, tendría además un marcado carácter profiláctico.

Por otra parte, bajo este Baluarte de los Pozos se encuentra la llamada Cisterna de San Roque, donde se almacenaba el agua para abastecer a la población de Cáceres. Por esta razón, la Torre de los Pozos y la Torre de los Aljibes fueron levantadas para proteger a la ciudad, su acceso a la ribera del Marco y a la cisterna que estaba justo debajo del Baluarte. Los cristianos oprimidos habían intentado, en distintas ocasiones, envenenar el agua almacenada en ella, en rebelión contra los gobernantes musulmanes. 

vista nocturna de Cisterna y Baluarte

La Cisterna de San Roque podía albergar hasta 130 m3 de agua y, desde la parte baja del frontal del Baluarte, sobresalía el pasadizo fortificado que llegaba hasta la misma cisterna y permitía así recoger agua de una forma segura sin tener que abandonar para ello la fortaleza. Se trataría del final del supuesto trayecto que la joven musulmana Jasmina recorría en sus salidas hacia el arroyo para encontrarse con su amante.

La Cisterna se trataba, por tanto, de un gran aljibe que se encuentra conservado en buen estado y cuyo almacenaje acuífero habría dictaminado el propio diseño del entramado hidráulico y defensivo del Baluarte. Posiblemente esta Cisterna se nutre de aguas subterráneas que afloran en esta zona de la ciudad, como sucede en otros múltiples lugares del casco urbano gracias a la profusión de zonas calizas, tomándose las mismas a través de dos brocales que, en la parte baja de las torres, afloraban en una terraza fortificada. Aún hoy siempre tiene agua, aun en períodos de estiaje.

En cuanto a la otra torre principal, la Torre de los Aljibes, se trata de una torre albarrana situada a unos metros junto a la esquina sur del lienzo de muralla y cierra el lado oriental del Baluarte. Un recorrido por el adarve del mismo, coronado con seis merlones, conduce hasta el paso albarrano que unía la Torre de los Aljibes al baluarte, manteniéndose hoy en día tan solo este pasillo, cerrado como si de una menuda torre de flanqueo se tratara, así como la base de la atalaya.

restos del Baluarte de los Pozos entre las torres y la Cisterna

En la actualidad, por desgracia, sólo se conserva una pequeña parte de la Torre de los Aljibes al encontrarse en estado de ruina. Hoy en día vemos el muro con que los cristianos forraron el lienzo almohade previo, con diez merlones coronados en albardillas piramidales. Fuera de la muralla, en la parte baja del terreno, junto a la Cisterna de San Roque, se cree que hubo otra torre más pequeña, de la que sólo quedan restos de sus cimientos y es conocida como Torre Coracha. 

La demolición de varias viviendas construidas a los pies del Baluarte de los Pozos permitió descubrir no sólo los cimientos de la casi desaparecida Torre Coracha de la que se intuía su existencia, sino además recuperar la cisterna olvidada y averiguar el uso del portillo que aún se conserva, así como trazar los planos del entramado hidráulico que forma el Baluarte, diseñado por los mismos arquitectos de época almohade que habían rediseñado y reforzado el sistema amurallado cacereño.

Cabe recordar que la ciudad de Cáceres en época almohade se encontraba rodeada por una enorme muralla en la que se podían contar hasta veinte torres albarranas, siendo la mayor estructura con la que hoy cuenta la ciudad medieval, un bastión con los elementos defensivos más avanzados de la época. Este conjunto fortificado estaba dividido, a su vez, en tres zonas: la alcazaba o residencia del gobernador, el albacar que era el recinto para reunir a las tropas y refugiar a la población y la medina, que se correspondía con la ciudad almohade.

salida de la Torre de los Pozos al jardín-mirador

En resumen, la muralla de Cáceres, contando con 1,1 km de perímetro y 8,2 hectáreas intramuros, conserva aún siete de sus torres albarranas y la más adelantada de ellas forma este Baluarte de los Pozos, llevando su mismo nombre y -sin ninguna duda- debió de ser simbólica para los almohades debido a su cuidada decoración exterior. Tras la reciente restauración llevada a cabo en el Baluarte ya es posible observar las almenas recuperadas de la Torre de los Pozos, que confieren al lienzo este de la muralla la robusta presencia que siempre debió tener, ya que no en vano desde allí se protegía el acceso al agua, ese bien tan preciado.

Quizás algún día un nuevo descubrimiento permita seguir escribiendo nuevos capítulos sobre la naturaleza de este monumento, así como sobre la historia de la ciudad de Cáceres, quedando hasta entonces viva la leyenda que, desde siglos atrás, circula incansable entre los habitantes de la ciudad formando parte inseparable de su cultura y de su tradición más querida.

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