Fortaleza de Castros

esquina noreste y atalaya de la fortaleza de Castros

La conocida como fortaleza de Castros se encuentra en el término municipal de Villar del Pedroso, al este de la provincia de Cáceres, aunque es más accesible desde la localidad de Puente del Arzobispo, en la provincia de Toledo. Se encuentra en el espigón que forma la desembocadura del arroyo Pedroso, que se despeña en cascada sobre el río Tajo en un hermoso paraje, vigilando los puentes que enlazaban las orillas de ambas corrientes. Los lugareños conocen a esta fortaleza también como la Muralla y, tanto este nombre como el también cristiano de fortaleza de Castros, ocultan el nombre del hisn musulmán hoy perdido. 

En tiempos del emirato omeya de Córdoba, entre los siglos VIII y X, este lugar pertenecía a una comarca conocida como la Marca Media o Al-Tagr al-Awsat cuya capital era Toledo, que contaba con un complejo sistema defensivo formado por castillos y atalayas escalonadas a lo largo del río Tajo, el llano y las montañas, destinado a salvaguardar los territorios musulmanes situados al sur del río, sirviendo además de refugio a la población del territorio y de apoyo a las razzias de los musulmanes en territorio cristiano.

el Tajo a su paso por el norte de la fortaleza de Castros

Talavera, como ciudad más próxima a la actual comarca La Jara, era descrita en las crónicas árabes como la ciudad "situada más al norte de Al-Ándalus, en la frontera con los politeístas (cristianos)" y es por ello que las riberas del río Tajo a su paso por la citada Marca Media estuvieron jalonadas de siete fortalezas como cinturón defensivo que pretendían evitar el avance hacia el sur de las tropas astur-leonesas. La fortaleza de Castros musulmana formaba por lo tanto, junto a la ciudad de Vascos, Espejel, Alija, Azután, Talavera o Canturias, una fuerte línea defensiva destinada a impedir que los reinos cristianos atravesaran la frontera natural del río.

En este caso, esta fortaleza conforma una alcazaba con un poblado alrededor, sin contar esta vez con el amurallamiento que rodea al caserío en la mencionada ciudad de Vascos en el río Uso pero que, como se deduce por sus características constructivas, también se levantó entre los siglos IX y X por aguerridos bereberes que repoblaron las orillas del Tajo. Se la conoce por el nombre de fortaleza de Castros, al menos desde el siglo XII, cuando aparece citada en un privilegio otorgado por el rey Alfonso VIII de Castilla el Noble al concejo de Ávila.

lienzo norte de la muralla de la fortaleza de Castros

Se trata de un enclave menos conocido y peor conservado que la ciudad de Vascos, estando situado en un lugar también muy pintoresco y con una población de menor entidad en función de sus dimensiones. La vista desde sus murallas es impresionante pudiendo observarse al río Tajo que discurre por terreno quebrado con su cauce cortado por las azudas o presas que llevaban agua a los molinos, como las conocidas como aceñas del conde de Oropesa, un gran edificio que se contempla algo más abajo de esta fortaleza de Castros, en la otra orilla.

El término aceña, como tantas otras palabras relacionadas con la tecnología del agua, cabe decir que es de origen árabe y los restos visibles todavía hoy en día de los molinos que se observan en las cercanías de esta fortaleza de Castros presentan por sus característicos tajamares el aspecto de haber sido precisamente aceñas, es decir, molinos de rueda vertical siendo los más arcaicos de estos ingenios hidráulicos.

molino-batán y puente sobre el Pedroso de acceso a la fortaleza

Entre sus restos más destacables hay que resaltar la puerta de acceso en la muralla, flanqueada por dos torreones de planta cuadrada. El interior de la entonces alcazaba aparece hoy totalmente desocupado, a excepción de una estructura rectangular que delimita un aljibe con bóveda de mampostería muy bien conservada así como los restos de la primitiva atalaya, desde la cual se comunicarían con las poblaciones vecinas. Su planta está diseñada y construida, siguiendo un esquema ampliamente difundido en Al-Ándalus y el Magreb, consistente en un rectángulo de torres cuadradas, pero adaptado con la cota del otero en el que se asienta.

puerta norte de acceso a la alcazaba de la fortaleza

La puerta principal de acceso a la fortaleza es de tipo simple o de entrada directa estando situada en el lado norte y siendo la que mejor se ha conservado, con sus dos torres de arquitectura califal flanqueándola estando ambas brevemente proyectadas hacia el exterior. También se pueden observar varios lienzos de la muralla bien conservados con distintas torres cuadradas que lo refuerzan. Asimismo se conservan los machones o pilares del que tuvo que ser su espectacular puente de entrada sobre el río Tajo.

De la torre fuerte central o atalaya todavía existe la puerta acompañada de buena sillería. Estos restos de la atalaya rectangular probablemente son anteriores al recinto principal de la fortaleza de Castros, detalle éste que, una vez comprobada su repetición en otras fortalezas de esta comarca como por ejemplo en el castillo de El Marco, nos pone tras la pista de un fenómeno de refortificación de la línea del Tajo posiblemente en época califal (siglos X y XI) partiendo de estructuras previas de cronología emiral.

pilares de puente sobre el río Tajo frente a la fortaleza de Castros

Sobre la misma loma de esta fortaleza de Castros, pero más al este, pueden verse los citados restos de su atalaya y algunas otras estructuras que reforzaban la defensa del lugar. Fuera de esta fortaleza se extienden los restos de la aldea que se encontraba sujeta a su protección, contando con viviendas de planta rectangular construidas, al igual que la fortaleza, con mampostería granítica al ser un material abundante en los alrededores. 

Por otra parte, una curiosa y trágica leyenda ha llegado hasta nuestros días en la que se nos dice que una mora que vivía en el interior de esta fortaleza de Castros, despechada por mal de amores, se arrojó desde sus alturas al desfiladero que forma el arroyo del Pedroso en su desembocadura en el Tajo y, aunque perdió la vida en la caída, todavía pueden escucharse en este lugar sus trágicos lamentos sin consuelo durante las noches de luna del día de San Juan.

desfiladero del Pedroso, lugar de la leyenda mora

Tras la caída del califato cordobés, habiendo quedado integrada la comarca actual de La Jara en el reino taifa de Toledo a partir del año 1031, el carácter fronterizo de esta fortaleza de Castros se vería agudizado al delimitar ahora no sólo con los reinos cristianos, sino también con la taifa de Badajoz, enemiga de la toledana. En este contexto, al hilo de los enfrentamientos entre ambos reinos musulmanes, los castillos y fortalezas de esta zona de La Jara cambiarían alternativamente de manos.

Como sucede con la cercana ciudad de Vascos, su abandono y despoblación se inicia con la rendición de la ciudad de Talavera en el año 1083 y Toledo en el 1085 a manos cristianas, al ser también con ello conquistadas estas tierras por las tropas del rey castellano Alfonso VI el Bravo. Entonces fue encomendada la defensa de esta fortaleza a los caballeros de Calatrava y de ahí que a unos molinos medievales cercanos, situados río arriba, se les conociera después como molinos de Calatravilla.

restos del aljibe en el interior de la fortaleza de Castros

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